Acuse de recibo
El canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, esclarece en carta a JR que los trámites de legalización de documentos de la población no se reciben en el Ministerio de Relaciones Exteriores, sino a través de la Consultoría Jurídica Internacional (CJI).
El Ministro hace la aclaración a propósito de la carta reflejada en esta sección el pasado 6 de enero, de la autoría del lector Osvaldo Duménigo. Al contar su azarosa historia con una certificación literal de nacimiento, Duménigo señalaba que había legalizado la misma en el MINREX.
Al respecto aclara el Ministro que «el procedimiento seguido por el MINREX en esta legalización fue el establecido por nuestro organismo, en el que no existe contacto personal con el solicitante».
Y especifica que «el documento en cuestión fue recibido en el Grupo de Legalizaciones del MINREX, entregado por el tramitador de la oficina de la Consultoría Jurídica Internacional, sita en 21 esquina a 24, municipio de Plaza de la Revolución, junto con el listado de documentos a legalizar entregados ese día por esa oficina, y el control establecido en formato digital para ser introducido en el Sistema de Legalizaciones».
El documento, finalmente, se introdujo, se legalizó y se devolvió al tramitador de la CJI el 17 de noviembre de 2009, dentro del plazo establecido para estas legalizaciones.
Rodríguez apunta que la resolución 73 del Ministerio de Finanzas y Precios establece el impuesto de circulación de documentos que van a surtir efecto en el exterior, consistente en sellos timbrados de 20 pesos y 5 CUC, que son adquiridos en las oficinas bancarias del país. Y esos ingresos no se aportan al MINREX.
El Canciller sostiene que es importante esta aclaración, pues hay personas que confunden las oficinas adonde acude la población para realizar esos trámites con el MINREX.
Caridad Santa Ana González (Subirana 462, entre Clavel y Santa Ana, Centro Habana) labora en el Instituto Politécnico Fernando Aguado y Rico, exactamente frente al Café Salud, sito en Belascoaín esquina a Maloja, en ese mismo municipio capitalino. Y allí merienda con frecuencia, pero considera que ya es demasiado en esa unidad para con los consumidores.
Refiere la lectora que hace un tiempo pagó allí diez pesos por un pan con bistec. Este era del tamaño de la mano de su hijo, que tiene cinco años; «más flaco que un palillo de dientes» y con una elaboración pésima.
Otro día adquirió un pan con jamón. En la pizarra decía que vale 3,50 pesos, y cuando lo pidió el dependiente le dijo que costaba cinco pesos: solo porque le adicionaron dos pedacitos de tomate y uno de lechuga. Y esta variante no estaba reflejada en el menú.
«No lo compré por el disgusto. Si usted ve el tamaño y el grosor del jamón que, por demás, es un solo pedacito, le da un preinfarto. Se logra ver el cielo a través del jamón», describe Caridad.
Pero ahí no queda. Otro día ella intentó comprar helado allí: el vaso a cinco pesos. Pero lo que servían eran tres bolas bien pequeñas. Caridad protestó, le dijo al dependiente que en otras unidades por ese precio te daban cuatro bolas. Y el mismo, sin discutir, se las sirvió, por aquello del que calla otorga. «Los que no protesten —señala—, se van con sus tres bolas de helado».
Y el 7 de enero, «le pusieron la tapa al pomo», según Caridad: vendían coffe cake (apenas un pan con almíbar y azúcar encima) a dos pesos cada uno. Pero eran aún más pequeños que los normales que venden a peso en las panaderías.
Dice Caridad que ni se tomó el trabajo de quejarse con el administrador, porque para ella es evidente que el mismo tiene conocimiento de lo que ella considera es un atraco a los consumidores.
Así estamos. No parece acabarse nunca, más bien arrecia el engaño. Ojalá algún día podamos recobrar la salud de la gastronomía, bastante quebrantada no solo en La Salud, allí en Belascoaín y Maloja.