Acuse de recibo
Cuando Miguel Guevara Sarmiento nos escribió, tenía que vivir con su casa prácticamente cerrada debido al escándalo frecuente de un grupo de muchachos en el local contiguo, en el que antes funcionaba un consultorio del médico de la familia, a la sazón deshabitado.
Resulta que la construcción que otrora sirvió a la salud pública se encontraba sin puertas ni ventanas, y los jóvenes jugaban pelota contra sus paredes, con lo cual la algarabía alcanzaba niveles sorprendentes.
Contaba Miguel (Calle 142, número 4117 e/ 41 y 43, Rpto. Coco Solo, Marianao, Ciudad de La Habana) que el problema era de conocimiento de las autoridades de la localidad, pero nada sucedía.
Cuando publicamos la misiva, el 11 de julio último, alertábamos sobre la necesidad de educar a los más nuevos en el respeto y la convivencia armónica como único camino para lograr, en un futuro cercano, ciudadanos de bien.
A propósito llega la respuesta de Yanet Noda Espina, vicedirectora de la Dirección Provincial de Salud. Según explica, el mencionado consultorio se encuentra cerrado por el alto deterioro constructivo que presenta, lo cual requeriría una inversión por ahora irrealizable.
Después de publicada la alerta de Miguel, continúa la directiva, «se realizó un levantamiento para proceder a la preservación del lugar e impedir el acceso al mismo. Las acciones en este sentido serán ejecutadas por la brigada de mantenimiento del policlínico Carlos J. Finlay, al cual pertenece».
La Dirección Provincial de Salud entregará los recursos necesarios para la clausura, indica la funcionaria. Y añade que «el local fue higienizado» y en estos momentos se encuentran en la entrega de los materiales para el cierre, hasta tanto la inversión definitiva sea posible y se le devuelva al consultorio su función originaria.
Agradecemos la respuesta de Yanet Noda, coherente con lo que les corresponde como entidad. Lamentamos que ante la indisciplina de un grupo de jóvenes, a los vecinos y autoridades del barrio solo les quede como recurso esperar a que el MINSAP clausure la instalación.
Los cierres pueden detener un problema, pero casi nunca representan las soluciones educativas perdurables. Conocer por qué los muchachos actuaban así, escucharlos, crearles las condiciones para que rectificaran: formarlos. Por ahí, quizá, hubiera venido el antídoto más loable.
A nombre propio y de sus vecinos de la calle Villoldo, entre San Leonardo y Santa Beatriz, en el reparto Apolo, del capitalino Arroyo Naranjo, nos escribe Abelardo Vildosola Rodríguez, residente en el número 60.
Narra el remitente que la tupición y el desbordamiento del alcantarillado, con el consiguiente vertimiento de albañales, se ha tornado un asunto insoportable para los habitantes del lugar. «Existen varias casas afectadas: las instalaciones sanitarias no se pueden descargar; el agua negra sube por los registros de las bañeras e inodoros»…
Esta situación, enfatiza, es del dominio de la Oficina Comercial de Aguas del Sur, en La Palma, y de las autoridades del municipio. «Incluso un compañero de Higiene y Epidemiología del policlínico Julián Grimau comprobó la gravedad extrema planteada».
Y no se trata, recalca el doliente, de llevar el carro y bombear, como se ha hecho en otras oportunidades, sino de ver dónde el alcantarillado tiene la obstrucción para reparar definitivamente, pues ha ocurrido que se dan por «resueltas» las penurias que apenas han sido atenuadas.
Los afectados han llegado a advertir que desechos de tuberías de desperdicios se han mezclado con el agua potable. Y se alarman ante los riesgos enormes que esto implica.
¿Cuándo los atenderán correctamente?