Acuse de recibo
Me quito el sombrero ante los trabajadores de Servicios Comunales, quienes con dedicación limpian las suciedades que otros dejan en ciudades y pueblos. Ahí están todos los días como hormiguitas silenciosas, barriendo tanta inmundicia de la conducta humana... José Ignacio Dimas (Maloja 856, entre Xifré y Plasencia, Centro Habana) escribe en nombre de sus compañeros y el suyo propio, en la Zona 2, Pueblo Nuevo, en ese municipio capitalino. Y contrasta cómo la exigencia sobre ellos es cada día mayor —exigencia que comprenden— y las condiciones de trabajo cada día son peores. «La población —señala— en gran parte se comporta mal. Nos tratan como si fuéramos inferiores. Lanzan jabas de basura en cualquier lugar, no en el sitio indicado». Y los instrumentos de trabajo escasean. Hace más de dos años que no les entregan botas de trabajo. Los guantes son de pésima calidad y se rompen rápidamente. Se ven precisados a trabajar sin estos últimos, expuestos a enfermedades. Los carritos son muy viejos y en su mayoría están rotos. No tienen carro fijo para la recogida de los contenedores, y a veces tienen que estar hasta ocho horas esperando que les envíen uno. El módulo de aseo que les asignan «es una pena para que lo entreguen». Sentencia José Ignacio que «los trabajadores de Comunales, en tiempo de ciclón, lluvia, frío, actos públicos... son los primeros en llegar y los últimos en retirarse». Asegura que todo ello lo han planteado en reuniones administrativas y sindicales, sin solución alguna. «¿Dónde está la atención al hombre que trabaja?», cuestiona el remitente.
¿Subida de precios no anunciada?: La pregunta la hace Marcos González (Edificio 2, apartamento C-1, reparto Nuevo Manzanillo, en la ciudad granmense de Manzanillo. En la panadería del mercado Guamá, en ese barrio, hacían una barra de pan suave de 320 gramos a un precio de 3,30 pesos. O sea: aproximadamente un centavo por gramo. Ya ese surtido no se produce prácticamente. En su lugar apareció una barrita de pan suave de cien gramos a 1,60 pesos. La infalible matemática dice que le han subido el precio en un 60 por ciento al pan nuestro de cada día, disminuyendo el gramaje.
El bolso de la honradez: Leonor Hernández Cuéllar (Calle Nueva 32, Ciego Montero, Palmira, provincia de Cienfuegos), cuenta que el pasado 8 de marzo se encontraba con su esposo de visita en el Parque Zoológico Nacional, de la capital, y por descuido dejó su bolso en uno de esos ómnibus que hacen el recorrido con los visitantes por esa instalación. Mediante otro chofer, Jesús, localizaron al del ómnibus donde viajaron, a quien sus compañeros apodan «El Camello». Cuando lo abordaron, ya él había concluido sus recorridos, y allí estaba el bolso de marras. «Puede imaginar nuestra alegría al recuperar el bolso. Hacemos el cuento aquí y todos se quedan asombrados de que en La Habana haya aparecido un bolso extraviado. Eso nos demuestra que hay trabajadores honestos, desinteresados y solidarios». Pues claro que sí, Leonor. No dude nunca que los canallas hacen más ruido y parecen abrumadores a ojos vista, pero hay una mayoría silenciosa que sostiene las virtudes contra viento y marea. Más allá de los estereotipos que tanto dañan, en la capital del país también abundan las buenas personas, como ese chofer a quien lamentablemente no quisiéramos llamarlo por “El Camello”, porque tiene su nombre. Pero es la única manera de que se conozca su honradez allí en su colectivo.
Poco profesional, y dañino: Raúl Felipe Sosa, estudiante de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana y residente en calle 49ª número 3424, entre 34 y 36ª, Kholy, municipio capitalino de Playa, escribe para quejarse de los maltratos sufridos en el Registro Civil de ese territorio, una institución cuyo objeto social es servir a los ciudadanos. En febrero y lo transcurrido de marzo, Raúl Felipe ha tenido que ir a ese Registro unas diez veces, a arreglar el mismo error señalado. El joven se pregunta cuánto daño se le hace con esas negligencias a la economía del país, cuando las personas tienen que ausentarse tanto de su centro laboral para un sencillo trámite, por los errores o erratas que allí se cometen en documentos de suma importancia.