Acuse de recibo
Los vecinos de la comunidad Desengaño, en el municipio matancero de Colón, le han perdido la fe a que se resuelva un sencillo problema vial, una especie de nudo gordiano que les ha complicado la existencia. Un día fatídico, en el crucero del ferrocarril en el pueblo, se produjo un choque entre un tren y un camión. Y la solución ha sido a la tremenda: Ferrocarriles colocó dos vigas de hormigón, que no permiten el paso por dicho crucero de todo tipo de vehículos y coches con caballos. La impedimenta obliga a las personas que con urgencia se trasladan a la posta médica, situada a solo tres o cuatro cuadras, a dar una increíble vuelta de ocho kilómetros. Felipe Castillo, el vecino de la localidad que escribe, asegura que el delegado de la circunscripción ha canalizado las quejas de los vecinos, quienes también las han planteado al gobierno local. Pero todo sigue igual. Y el conflicto se resolvería muy fácilmente si pusieran barreras de protección, señala el lector. Tan lógico y elemental... como que limitar el acceso y aislar a la comunidad es «botar el sofá».
¿Hasta cuándo?: Uno se hastía a veces de narrar historias recurrentes sobre la grave situación de personas que calzan zapatos ortopédicos, porque no se resuelva de raíz, y por todas de una vez. Ahora me escribe Eduardo Arias Polo, vecino del Edificio 6-A, reparto Bahía, municipio capitalino de Habana del Este. Refiere que, producto de un accidente, es un discapacitado. Tiene una diferencia de cuatro centímetros de una pierna con respecto a la otra, padece una coxoartrosis dolorosa que le limita el movimiento normal de la cadera izquierda. Y debe usar bastón de por vida. Desde 1995 depende de calzado ortopédico confeccionado en el taller de Curazao, entre Luz y Acosta, La Habana Vieja. «Perdí la cuenta de los años que hace que no puedo obtener el par que anualmente me corresponde», sostiene. En el 2007 fue y le tomaron las medidas. Le dijeron que debía transitar por una «lista de espera» y que le avisarían. En el 2008 volvió y le reiteraron que siguiera esperando. El pasado 2 de febrero fue el colmo: mostró allí sus viejos zapatos destrozados y con sucesivos remiendos. Y no aparecía en la lista de 2007. «Del fondo del establecimiento apareció la directora, y cuando le enseñé el calzado en el estado lamentable en que se encontraba, me dijo que no había sido confeccionado en esa unidad». Eduardo le refutó, pues hace 14 años que compra allí, y tiene su expediente archivado. Finalmente apareció en una lista fechada el 3 de marzo de 2008. Le preguntó a la recepcionista qué debía hacer, y esta le respondió: «Mi amor, sigue esperando» (¡!). Lo de los zapatos ortopédicos, tantas veces reflejado en esta sección, no parece tener un «soporte» definitivo. ¿Cuándo el país va a «calzar» para siempre una situación tan delicada?
¿Apagones a esta hora?: Arturo Porter escribe desde Calle Segunda número 18621, apartamento 2, entre Beatriz y Lindero, Alturas de La Habana, en el municipio capitalino de Boyeros. Denuncia que en su edificio están sufriendo múltiples apagones debido a que el interruptor general no soporta la carga generada supuestamente por los nuevos equipos electrodomésticos. Se «llevan» los fusibles a menudo, y los carros auxiliadores no tienen solución para ello. Les plantean que los propios vecinos deben resolver un breaker, pues no existe en la Empresa Eléctrica ni en el mercado minorista. Les entregaron pedazos de alambre para que los propios vecinos se encarguen de realizar las sustituciones, con riesgo de un accidente en la manipulación. No saben ellos si el asunto cae en la competencia de la Empresa Eléctrica o de Edificios Múltiples, o de ambos inclusive. Pero lo cierto es que la desgracia continúa, y nadie se responsabiliza con los constantes apagones que hacen peligrar sus equipos. «¿Son tan graves la solución y el monto de la inversión a realizar, como para mantener esa situación en unos cuantos edificios del municipio?», pregunta Arturo.