Acuse de recibo
«En 1987 mi vivienda, ubicada en la calle 9 no. 17, entre Calle 11 y Nueva Asunción, reparto Arte y Oficio, Santiago de Cuba, fue devastada totalmente por un incendio, en el que mi bebé de solo nueve meses recibió graves quemaduras que le provocaron la muerte.
«A partir de ese momento mi hija mayor y yo fuimos enviadas a ocupar un cuartico en un albergue, sito en la calle Lauro Fuentes no. 104 entre Gallo y Jobito, donde debía permanecer solo seis meses. La realidad ha sido muy distinta: aún permanezco en ese cuarto, donde las condiciones de vida no son las más adecuadas».
Estos dos párrafos bastarían para hacer estremecedora la carta de Neroelia Pardo Negret, pero a veces la realidad puede agregar más líneas a una triste historia. Su tercera hija, que nació a dos años del accidente, con el paso del tiempo ha presentado un ligero trastorno mental.
Según cuenta la remitente, en más de dos décadas de espera ha acudido a las autoridades del territorio y ni siquiera le han vendido materiales de construcción. «¿Cuál será el futuro de mis hijas y el mío?», pregunta angustiada. ¿Quién responde?
Ruidos para estudiar piano: La segunda carta pertenece a la granmense Enriqueta Rodríguez Hechavarría, residente en Pedro Figueredo 146, entre Plácido y Luz Caballero, Manzanillo. Su hija Ilianet Concepción González comenzó estudios en la Escuela Elemental de Música Manuel Navarro Luna, a la edad de siete años, en piano básico; hasta culminar el noveno grado.
Luego de que le dijeran que no estaba preparada para el pase de nivel en la especialidad que cursaba, en la Escuela Provincial de Arte le ofrecieron presentarse por otro instrumento —bombardino— y continuar así hacia el Nivel Medio. Se examinó, aprobó y siguió aprendiendo, pero siempre con la añoranza del piano.
Sobrevino para la muchacha un año de enfermedad y poco rendimiento en el segundo instrumento, al cual no terminó de adaptarse, hasta que le recomendaron pedir la baja antes de que le dieran «baja técnica». Entonces quiso optar nuevamente por el piano en una convocatoria libre.
Ahí comenzaron los enredos y las incongruencias. Según narra Enriqueta, la dirección de la escuela decidió que su hija no tenía derecho a optar. Más tarde, una metodóloga del Departamento de Investigación del Centro Nacional de Escuelas de Arte (CNEART) dijo que sí. Esta metodóloga salió de misión internacionalista y su sustituta volvió a negar la posibilidad. Finalmente, Maylé Batista, la subdirectora del CNEART, afirmó que si la joven tuviera algún derecho de continuar, sería en bombardino.
Enriqueta se cuestiona cómo en distintas estructuras del sistema de enseñanza artística pueden dar respuestas diferentes a un mismo caso; también cuán libre es una convocatoria en la que no hay libertad para que cualquier aspirante se presente.
Destruir impunemente: Y las últimas dos misivas de hoy tienen que ver con un asunto que varias veces ha mostrado su oreja peluda en la sección. Se trata de los daños a viviendas a partir de reparaciones o demoliciones de inmuebles colindantes. ¿Cómo, si la vivienda sigue siendo un problema por resolver, puede alguien permitirse afectar las existentes?
Marlene Danuay Enamorado sufre este mal desde diciembre de 2006. Su hogar, sito en San Basilio 131, entre Padre Pico y Teniente Rey, Santiago de Cuba, fue afectado por el derrumbe de una pared de la Empresa Alimentaria provincial.
Entre los daños que sufrió entonces estuvo la rotura de un tanque de agua de 500 litros. En pago le entregaron dos de 250, pero solo uno es funcional. «El otro no sirve, está roto, y a pesar de mis quejas no ha sido cambiado», explica Marlene.
«Han dejado descubierta toda la pared de mi casa —agrega—, en contacto con el almacén de dicha empresa. El Director jamás ha venido a mi hogar y los emisarios que han acudido han hecho promesas de solución hasta el momento no cumplidas».
Y menciona otros perjuicios la santiaguera; pero el mayor es que no se percibe, por parte de los causantes del problema una seria voluntad, traducida en acciones, para resolverlo.
Pagar por lo que otros rompieron La pared de esta imagen pertenece a la casa de la pinareña Noebia Robaina Lago. La zona deteriorada (al centro) se produjo al derribar otra pared que se unía verticalmente a ella, parte de la escuela primaria Hermanos Saíz Montes de Oca. Desde el año 2004, cuando demolieron el centro escolar, Noebia atraviesa un verdadero calvario. Por la situación en que quedó su hogar, en la calle Máximo Gómez, entre Gerardo Medina e Isabel Rubio, en Pinar del Río, la remitente ha sostenido varias entrevistas con la máxima dirección del Poder Popular en la provincia y nada sustancial ha cambiado. Le llegaron a asegurar desde el Gobierno que buscara personalmente quien le arreglara la cubierta de la casa, que le sería entregado ese dinero. Pagó y aún espera el reembolso. Paredes deterioradas, con grietas y filtraciones que han sido parcialmente recompuestas y pintadas con el bolsillo de esta trabajadora; fallas en pisos por la penetración de agua en temporadas lluviosas; varias tejas del techo rotas y pérdida de cartones del falso techo. He aquí algunos saldos después de cuatro años . «No estoy en condiciones de seguir pagando por arreglar lo que me destruyeron», dice, entre angustiada y colérica, Noebia. ¿Cuánto más debe esperar su caso?