Acuse de recibo
Cuando no es tradicional en la cultura funeraria de Cuba, la cremación de cadáveres ha ido incrementándose en la capital, desde que se instalara aquí una institución incineradora en el 2006, con todas las condiciones para brindar un servicio eficaz con equipamiento de alta tecnología.
Si en 2006, etapa de ajustes técnicos de los equipos, solo se registraron 40 cremaciones, ya en 2007 fueron 298, y hasta el 5 de marzo del actual año la cifra ascendió a 237; lo que revela un gradual incremento de esta práctica, aún novedosa para el viejo hábito del velatorio cubano.
Lo anterior trascendió en la respuesta ofrecida por Mariana Hechavarría, jefa de Divulgación de la Dirección Provincial de Servicios Comunales de Ciudad de La Habana, a la inquietud de la lectora guanabacoense Sarah Rivero, reflejada en esta columna el pasado 18 de enero.
Entonces, Sarah cuestionaba el hecho de que ese nuevo servicio necrológico se ofreciera solo en la capital, y no se tuviera en cuenta casos de otras provincias, aun cuando los familiares del fallecido asumieran el traslado del cadáver desde otro territorio.
Al respecto, la funcionaria reproduce los argumentos que los especialistas de la Dirección de Servicios Necrológicos proporcionaron a la demandante, en visita personal:
Incluso cuando los familiares quisieran asumir el traslado del cadáver, una operación como esta en Cuba está regulada por disposiciones legales y sanitarias, y debe realizarse en los medios destinados expresamente para ello.
No obstante, precisa que no se descarta la posibilidad de brindar ese servicio en el caso de fallecidos en la capital, no importa el sitio donde residieran en vida, y siempre que se cumplan las regulaciones establecidas para ello, y además haya capacidades para hacerlo en ese momento.
Aclara Hechavarría que el proceso para la cremación, desde la entrada del cadáver al equipo hasta la entrega de las cenizas al familiar, dura aproximadamente 2 horas y 45 minutos. Y se hace de forma escalonada, para evitar aglomeraciones innecesarias de los acompañantes.
La solución definitiva al reclamo de Sarah y otras personas, «será extender la cremación paulatinamente a otras provincias, lo cual está en correspondencia con las posibilidades económicas del país, ya que este tipo de servicio requiere de un equipamiento de alta tecnología muy costosa», señala finalmente.
La segunda misiva de hoy es también una respuesta de Mariana Hechavarría, en este caso a la denuncia de la lectora Maritza Rivas, reflejada aquí el pasado 11 de enero.
Entonces, Maritza censuraba la contaminación atmosférica provocada por frecuentes combustiones en el vertedero de Tarará, en la capital, lo cual daña con emanaciones de humo y hollín la salud de los vecinos cercanos.
Al respecto, reconoce la funcionaria el daño medioambiental de esta instalación, lo cual comprobaron en visita efectuada con la denunciante y el administrador del vertedero. Ante el pedido de los vecinos de que se cierre el mismo, explica que no es posible de inmediato, pero está contemplado.
En cuanto a la combustión, asegura, la origina el inadecuado manejo y tratamiento de los desechos, y la aceptación de desechos mixtos «que atraen consigo a personas inescrupulosas que provocan efectos colaterales muy negativos».
De inmediato, precisa, se tomaron medidas como el cierre del vertedero hasta extinguir el fuego que en esos momentos cundía. Se abrió una trocha para impedir la propagación. El proceso intensivo de extinción duró una semana.
Luego se tomaron medidas como el cambio del buldózer por otro con mejores condiciones, y la preparación y calificación del personal con las técnicas apropiadas para estas operaciones. Se ajustará la plantilla de acuerdo con las necesidades y se exigirá el cumplimiento de las normas requeridas.
Un vertedero no es un muladar, y requiere de normas y procedimientos, por más medidas que se tomen solo podrá controlarse la situación con un estricto control y férrea vigilancia de lo que allí sucede, para evitar que se repitan las denuncias.