Acuse de recibo
Con su carta, Rider Victoria ha puesto el dedo en La Yaya, ese sitio sagrado de la Patria, donde se firmara con arrestos mambises la última Constitución de la República en Armas, en 1898.
Rider vive en Francisco Rosales 4-B, en el camagüeyano Sibanicú, territorio donde se encuentra La Yaya, ese Monumento Nacional con la antigua casona que fuera escenario de aquel hecho histórico, y hoy sufre triste deterioro.
Refiere él que la situación se ha agravado, al punto de que en septiembre de 2007 las autoridades de Gobierno y de Cultura en el territorio debatieron la crítica situación de la casa museo, que presenta filtraciones y roturas de vigas y tejas. Se acordó desmantelar el techo y se aseguró que había recursos para la reparación del inmueble.
«Luego de ser retiradas, no con el mayor cuidado, las tejas del ala norte de la casa —precisa—, y quedar a la intemperie la estructura del techo, ahora el Gobierno se apea con la noticia de que no hay recursos».
Lo cierto es que, según el remitente, el sitio se encuentra a merced de la lluvia y el viento. Y otro elemento muy preocupante es que la brigada que acometió el desmantelamiento no es una fuerza especializada en trabajos patrimoniales, sino una cuadrilla constructora de la Empresa Mielera Siboney. «Hicieron el trabajo de un elefante en una cristalería», afirma Rider.
Los trabajadores del museo siguen esperando la anunciada visita de los especialistas de Patrimonio en la provincia, que no acaban de llegar. Y Rider se pregunta si se salvará el sitial de tanta gloria o dejará solo el recuerdo.
La segunda carta es también una denuncia del peligro que acecha, no ya a la memoria histórica, sino a las vidas de numerosos vecinos, en el edificio de Lagunas 383, entre Belascoaín y Gervasio, Centro Habana, en la capital.
Dunia Gil, residente en el inmueble, señala que el reciente derrumbe del edificio de Belascoaín 71 puso en alerta a los inquilinos del cercano Lagunas 383. Es que en el colapsado hay una brigada demoliendo los pisos 4, 5 y 6, pero «sin información a los vecinos, sin protección tanto de los trabajadores como de las viviendas colindantes», precisa ella.
«Trozos de escombros caen del quinto y sexto piso hacia los laterales, en nuestros techos, sin previo aviso. Nuestra preocupación es lamentar una víctima, y la pérdida de las viviendas, cuando todavía existen familias que perdieron sus casas y están albergadas».
Los vecinos han alertado al Gobierno municipal, y este, según Dunia, ha prometido que el caso será analizado y revisado. Pero el imperativo es de tomar medidas urgentes.
Osmel Alejandro Abreu escribe desde calle Segunda número 1102, apartamento 3, en el Casino Deportivo, municipio capitalino de Cerro. Y es otro tipo de alerta:
El 25 de enero, junto a sus amigos, Osmel visitó el recién estrenado parque de diversiones La Isla del Coco, en la capital, pues el domingo anterior el periódico Tribuna de La Habana anunciaba que estaría abierto desde el miércoles hasta el domingo.
Cuando llegaron, se encontraron un cartel de Cerrado hasta nuevo aviso, sin ninguna explicación. Preguntaron a los custodios, y estos les dijeron «la tan oída, repetida y siempre irritante frase usada en los establecimientos: estamos en inventario».
Pero dentro del parque se encontraban varias decenas de personas disfrutando de los equipos. Les preguntaron a los custodios quiénes eran, y estos les respondieron que los trabajadores del mismo y sus familias. Afuera había numerosas personas que sortearon los problemas de transporte para llegar hasta allí, y tuvieron que regresar.
Osmel pregunta: «¿Por qué no se informa a la población antes? ¿Por qué seleccionan días de servicio para hacer los inventarios? ¿No se supone que el parque con inventario está cerrado para todo el mundo? Es lamentable que a menos de un mes de la inauguración, ya esté ocurriendo ese tipo de problemas».