Acuse de recibo
Para bien o mal, la suerte viaja en los equipajes que colman las entrañas de los ómnibus interprovinciales. Hay historias diversas, tan diversas como los propios maletines: desde un elegante Thaba, hasta un improvisado cajón con sus rústicas asas de soga.
María de la Caridad Lima, de calle 18, número 4, en Perico, Matanzas, dice que el pasado 12 de agosto viajó de La Habana a su pueblo, en el carro que va hasta Los Arabos y sale a las 12:55 p.m. Ya en la estación de Boyeros, despachó sus dos maletines, y recibió el cupón pertinente. Pero al llegar a Perico... los maletines no venían en el ómnibus. Para suerte suya, allí estaba el comercial de ASTRO en Matanzas, quien junto al chofer del ómnibus comprobaron que, en el cupón de ella, el número de destino estaba correcto, pero no así la hora de salida de la guagua. El despachador había puesto la del ómnibus de las 12:05 p.m., con destino a Cienfuegos.
Supusieron que habían enviado los equipajes en la guagua a Cienfuegos. Llamaron a esa ciudad, y así fue: llegaron en ese carro los dos maletines, que nadie reclamaba. Fueron revisados, y se levantó acta del contenido.
Al otro día, fueron reenviados a Perico, en el ómnibus Cienfuegos-Matanzas. «Y no faltaba ni una papa», apunta ella, quien desea reconocer la honestidad de los choferes del Habana-Cienfuegos, que firmaron el acta; el chofer del Matanzas-Cienfuegos, el comercial de ASTRO en Matanzas y los trabajadores de la terminal de Perico.
No es tan feliz el caso de José Cordero, de San Juan de Dios 112, en La Habana Vieja: el 18 de agosto pasado, va él a la Terminal de Ómnibus de la capital a esperar a su hija y un amigo, que llegan en un ómnibus de Batabanó. Y descubre que la maleta de ella no aparece...
Los muchachos le dicen que en Batabanó fueron los últimos en subir al ómnibus. Y el trabajador social que acompañaba a la tripulación les preguntó si iban hasta la Terminal. Al decirle que sí, les orientó que pusieran los equipajes en un maletero que no se abría hasta ese destino final. Cuando los jovencitos reclaman a la tripulación, les plantean que la guagua hace paradas en el camino, y cualquiera pudo sustraer la maleta y «que no se podían controlar los maletines, pues no tenían sellos». Cordero ripostó que quería la maleta de su hija, y que si no había sello, que lo exigieran y crearan el mecanismo, pues eran responsables de los pasajeros y de sus equipajes.
Ya en las oficinas de Atención al Viajero, una empleada llamada Patria atiende a Cordero con suma diligencia y preocupación. Ella le confirma que a los equipajes procedentes de Batabanó no les ponen sello, pero sí son responsabilidad de los tripulantes.
Hora y media después, irrumpe un trabajador del andén con la maleta, y asegura que alguien la entregó... Cordero se pregunta aún qué pasó, por qué quienes deben velar por los equipajes en el viaje pueden desentenderse así del problema. ¿Por qué no le ponen sellos a los equipajes procedentes de Batabanó?
Peor fue el caso de Arsenio Ortiz, de Consulado 73, entre Genios y Refugio, en Centro Habana: el pasado 16 de julio, en la Terminal de La Coubre, con el pasaje 543-453, aborda un ómnibus para viajar hasta Sancti Spíritus.
En Matanzas, diez minutos de parada. Como ve que todos se apean, Arsenio pregunta al chofer si puede dejar sus pertenencias en el asiento. Este le dice que no hay problema. Baja a tomarse un refresco, y sencillamente la guagua se va sin él.
El 22 de julio él regresa a La Coubre, y le dicen que vaya a la base de Astro de Avenida Independencia 101. En esta lo envían de una persona a otra, hasta que en el departamento de Control le dicen que el ómnibus no salió de allí. Va a la base Sandino (frente al Latinoamericano), y le plantean que sin el número de la guagua nada pueden hacer. Llama a La Coubre y le dicen que es el 2983. Y cuando lo comunica, le responden que la solución la tiene que dar La Coubre. Arsenio cuestiona si con 74 años y apenas 160 pesos de chequera, tiene que dar por perdidas sus pertenencias por la insensibilidad ajena.