Acuse de recibo
¿CUÁNDO cesarán las impunes molestias sonoras? Ese día, quizá ya todos sordos, lo celebraremos con un brindis de paz y sosiego, con no sé cuántos tragos de tranquilidades y silencios. Lo digo porque perseveran tales quejas. Aunque profesemos la veneración al medio ambiente, no avanzamos en el respeto a los oídos de esa criatura del entorno que es el ser humano.
Hoy escriben Miguel Govenco y Amparo Oviedo, de Colón 12816, apartamento 8, reparto Martí, municipio capitalino de Cerro, en nombre de 12 familias que sufren los ruidos «intolerables» de tres contenedores con equipos de refrigeración instalados en un almacén de Diseños Tropicales, de la Empresa Tropi Flora.
Señalan que en octubre de 2005 ese almacén era de Frutas Selectas, y disponía de un contenedor con un motor que afectaba a los vecinos. Posteriormente ubicaron otros dos y todo pasó a Tropi Flora. Ante las quejas, el director de Diseños Tropicales, que había recibido recientemente el cargo, les planteó que «trataría de ver qué se podía hacer».
Desde entonces, lo han planteado en asambleas de rendición de cuenta, y ante el vicepresidente del Consejo Popular. El 24 de mayo pasado mandaron carta al director del grupo Empresarial Fruti Cola, quien la envió después a la jefa de Protección Física de la empresa para evaluar el caso. Pero aún siguen los vecinos sin respuesta.
La segunda carta la envía Jacqueline Veitía, de Corrales 310, apartamento 45, cuarto piso, entre Suárez y Revillagigedo, en La Habana Vieja: la ventana de su cuarto, en la parte posterior del inmueble, y la de otra vecina, coinciden con dos grandes consolas de aire acondicionado del Instituto Bella 5, perteneciente a la Unidad Sectorial Provincial de Servicios.
Los equipos emiten un ruido insoportable. Desde fines de los 90 ambas vecinas se quejaban con la administración del centro. Entonces las consolas estaban ubicadas bajo las ventanas de dichas viviendas. Y ante las quejas en Higiene y Epidemiología, CITMA y en la propia Unidad, la primera de las entidades enumeradas decidió paralizarlas, luego de realizar mediciones sonoras.
Posteriormente se alejaron las consolas de las ventanas, y ya el 19 de agosto de 2005 reanudaron su funcionamiento. «Pero dicha solución no ha resuelto definitivamente el problema, porque el ruido sigue afectando a los vecinos», consigna Jacqueline. Volvieron a gestionar, y en diciembre de 2005 se presentaron allí representantes del CITMA y de Higiene y Epidemiología, quienes determinaron «a oído» —según la remitente— que ya el ruido no era pernicioso. En reunión con la administración de la unidad, se les solicitó a las denunciantes firmaran un documento que proponía medidas tendientes a «reducir las molestias». Dichas disposiciones consistían en regular el funcionamiento de las consolas de 8 y 30 de la mañana hasta las 7:00 de la tarde, con un cese intermedio de 11:00 a.m. a 1:00 p.m. Las afectadas firmaron, sin estar totalmente complacidas. Pero luego ni siquiera se cumplen con rigor los horarios.
El ruido de las consolas sigue abrumándolas. Esa es la triste realidad, sin que se avizore una solución, asegura Jacqueline. Y se pregunta por qué tienen que ser castigadas. Con qué derecho.