El 11 de marzo de 1949 ocurrió un hecho denigrante y vergonzoso, cuando marines norteamericanos que se encontraban en La Habana, en horas de la noche, después de haber frecuentados bares y prostíbulos habituales en la capital cubana de aquella época; embriagados y engreídos por el simple hecho de ser ciudadanos estadounidenses; profanaron sin ningún remordimiento la estatua del Héroe Nacional ubicada en el Parque Central