Linares competirá próximamente en el Campeonato Continental femenino, con sede en La Habana. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 23/04/2023 | 01:35 am
Cuando Oleiny Linares Nápoles llegó al equipo nacional juvenil en La Habana, con 15 almanaques, hace más de dos décadas, no tuvo un año bueno en cuanto a resultados. El entrenador al frente del colectivo en ese entonces le dijo que ella tenía poco talento para el ajedrez y no mucho interés por el deporte. Tras esa conversación, le dio baja por pobre rendimiento. Viajó los más de 800 kilómetros que separan a la capital del país de su provincia, Santiago de Cuba, y habló con su madre Fe Victoria, quien le aconsejó: «mija, si tú crees que tienes talento, por favor, dedícale un tiempo al ajedrez, sino, te centras en otra cosa».
Reflexionó y se puso a entrenar. Al año siguiente, quedó empatada en la segunda posición del certamen nacional juvenil. Veinticuatro meses después, aproximadamente, alzó el trofeo de campeona de Cuba en esa categoría. El metodólogo nacional en aquel momento aseguró que ese título era la mejor respuesta para las personas que afirmaron que Oleiny no tenía grandes aptitudes.
Linares declara a Juventud Rebelde que en la vida de un deportista no todo es color de rosa y aprovecha para sugerir a los atletas jóvenes que no se detengan ante el primer obstáculo que se les presente en el camino, porque lo importante es saber cómo manejar los escollos. Ella cree que contar ese tipo de historias puede ayudar a que la gente les ponga fe y energía a los sueños. Siempre valdrá la pena.
Fíjense si el entrenador erró con aquello de que la santiaguera poco talento tenía, que hoy, con casi 40 años, puede presumir cuatro olimpiadas mundiales (Dresde 2008, Khanty-Mansiysk 2010, Estambul 2012 y Bakú 2016) y 20 participaciones en finales nacionales, con seis podios (cuatro coronas, un subtítulo y un bronce), según datos ofrecidos a JR por el especialista Osmani Pedraza.
Si en un caso extremo la obligaran a quedarse con solo uno de sus cuatro cetros, conservaría el de 2016 por varios motivos. Justo el día de comenzar esa edición algo atípica, con el concurso de 15 trebejistas —usualmente son menos—, falleció su madre. Después de muchos meses preparándose para un torneo en particular, la vida le pagó de la peor manera, arrebatándole a uno de sus seres más amados y la responsable mayor de que no abandonara el ajedrez.
Noticia estremecedora para ella, hija única, tal vez en aquel momento tenía dos opciones. Renunciar al campeonato o asumirlo con el único fin de colocarse la corona. La primera, guarda mucha lógica; la segunda, guarda mucho coraje y mucha alma. Decidió asumirlo y entre llantos y recuerdos de Fe Victoria fue sumando puntos, hasta reunir diez y descansar en el centro del podio.
Siete años más tarde, en febrero pasado, alcanzó su cuarta medalla áurea. Cuenta que su estrategia fue ir partida a partida y tratar de puntuar en cada compromiso. Antes de la última ronda solo media unidad la separaba de la líder, la pinareña Lisandra Ordaz, por lo que era un poco complicado establecer un pronóstico de ganadora. Ocurrió la combinación ideal para Oleiny, quien venció y Lisandra perdió, y en un «final de fotofinish», como ella lo define, se adueñó de la justa.
—¿Eres de las que se angustia o de las que ve algún lado positivo cuando pierde?
—Siempre las derrotas duelen, unas duelen más y otras menos. Depende de varios factores. Generalmente lo que yo hago es aprender de los reveses. Cada vez que pierdo una partida, la analizo, porque sé que en algo fallé o algo me faltó. Un Gran Maestro dijo que de una derrota se aprende más que de cinco victorias.
—Una mujer como tú, cuatro veces campeona nacional y miembro de equipos Cuba en olimpiadas mundiales, ¿ha sentido cerca la decepción o las ganas de dejarlo todo?
—A veces en la vida uno tiene altibajos. Es imposible mantenerse todo el tiempo arriba, aparecen jugadoras jóvenes llenas de aspiraciones y con deseos de ganar, la competencia es dura y el deporte obliga a no despreocuparse. Yo soy madre de dos hijas, tengo una nieta, y he tenido momentos en los que he dedicado tiempo a otras cuestiones. Evidentemente eso influye en que no se tenga un rendimiento estable siempre. Nunca he pensado en… aunque sí, en 2018 pensé dejar el deporte, pero, gracias a Dios, por un buen consejo no lo hice.
—¿Quién es la jugadora que siempre has admirado?
—La húngara Judit Polgar. Cuando yo empezaba en el ajedrez, ella era la figura estrella. Fue una jugadora universal e impresionante que logró incluirse en el top-ten mundial. En sus últimas Olimpiadas jugaba con el equipo de Hungría solamente contra los varones. Ahora, de las cubanas, la Gran Maestra Vivian Ramón me obligó a estudiar este deporte, es una trebejista con mucha maestría. Me era imposible ganarle con mis conocimientos de los años juveniles.
—El ajedrez es un deporte que exige jugar torneos con frecuencia. La Federación Cubana de la disciplina no puede siempre asumir los gastos de las competiciones en el extranjero; de ahí que muchas veces salen de los bolsillos de ustedes...
—Realmente es un deporte que constantemente nos exige estar a tono con lo que se está jugando en el mundo. Para nosotros, los jugadores de Cuba, son doblemente exigente. A veces jugamos con pocas condiciones aquí y no todos tienen una conexión a internet con buena velocidad. En otras ocasiones tenemos que pagarnos nuestros pasajes para ir a muchísimos torneos, pero no siempre contamos con las facilidades económicas para lograrlo.
—Se ha dicho que el mundo del ajedrez, no siempre, es machista. Incluso, la Gran Maestra ucraniana Anna Muzychuk lo ha asegurado más de una vez. Tú, que has estado en más de diez países, ¿qué crees de esto?
—He estado en 13 países, pero no veo el ajedrez como algo machista. Lo que he podido apreciar es que es una puerta para el desarrollo de la mujer. He observado en los países que he visitado que es un deporte que permite a las personas relacionarse, sin importar culturas, algo común que nos ha unido. La FIDE tiene una visión excelente para el desarrollo de la mujer.
—¿Qué les dirías a aquellas personas que no aprecian el ajedrez o que están dubitativas en comenzar a practicarlo?
—Las personas que no valoran el ajedrez no conocen la riqueza que trae el juego. Te ayuda a concentrarte, a ser disciplinado, en tus maneras de pensar. Es un deporte exigente, aunque vean a una persona sentada, jugando durante cinco horas, se sabe que un ajedrecista, en una partida, hace un esfuerzo muy grande. Puede ser ignorancia creer que es un deporte sencillo. Conozco personas con más de 20 años jugando al ajedrez y no han llegado a la maestría deportiva. Es una disciplina con muchos beneficios para la vida, ayuda a prevenir el Alzheimer y es un ejercicio excelente para el adulto mayor.
—Piensa en algo que no sepan o sepan poco tus seguidores y hazlo público.
—Quizá algo que conocen poco mis seguidores es que soy una persona sencilla, sociable y asequible. Una mujer que le gusta el ajedrez, con buenos resultados en su carrera. Simplemente alguien con un talento que lo ha sabido desarrollar.
—En junio cumples 40 años. ¿Qué sientes que te va quedando?
—Hay algo que aún no he podido lograr y es participar en una copa del mundo. Tengo mucha deuda conmigo. Ya una vez me clasifiqué, pero no pude jugarla. Con casi 40 años todavía estoy en plena capacidad. La sueca Pia Cramling, con casi 60, fue medallista de oro en el primer tablero en la última Olimpiada, así que creo que todavía tengo chances.
—Por último, ya que hablas de Pia y su metal dorado en Chennai 2022; hace 15 años, en la Olimpiada Mundial de Dresde, tú conseguiste la presea de plata en el cuarto tablero.
—Tengo unos recuerdos hermosos de esa Olimpiada, no solo por la medalla de plata. Fue mi primer torneo fuera de Cuba representando las cuatro letras de mi país, coincidí con los mejores jugadores del mundo y tuve una gran responsabilidad en la cuarta mesa. Quedé invicta, por lo que creo que la estrategia del equipo de ubicarme en ese tablero funcionó bien. A esa Olimpiada acudí sin computadora, no tenía, y logré prepararme gracias a Enrique, director de un Joven Club en Santiago de Cuba.
«Yo pasaba allí estudiando entre diez y 12 horas diarias. Mi teoría era que si las que tenían computadoras trabajaban cuatro horas, yo debía estudiar más del doble. Eso también fue parte de ese evento. Todavía tengo por ahí los pulóveres que me puse en Dresde, son recuerdos muy gratos. Hasta la última ronda estuve luchando por el oro, pero esa plata me supo muy bien, la gané como novata».
Linares competirá próximamente en el Campeonato Continental femenino, con sede en La Habana. Foto: Cortesía de la entrevistada