Un total de 42 países integran la Organización Deportiva Panamericana, institución encargada de organizar cada cuatro años los Juegos multideportivos más importantes del «nuevo mundo». Todos conocemos a los países que históricamente dominan el medallero (Estados Unidos, Cuba, Canadá, Argentina, Brasil y México), pero hoy les propongo echar un vistazo a algunas delegaciones más «modestas».
Quizá son estas comitivas las menos «mediáticas», aunque no por eso sus actuaciones pierden ni un ápice de mérito.
Así, tenemos a Bolivia, que participará en los Juegos con 46 atletas en 11 disciplinas. Los bolivianos no tienen muchas esperanzas de alcanzar podios en esta lid y sus mayores aspiraciones se centran en la veterana marchista Geovana Irusta, quien desató la polémica en Río de Janeiro hace cuatro años tras ser descalificada unos metros antes de la línea de meta. En ese momento iba por la medalla de plata.
Por otro lado aparece Honduras. La nación centroamericana, sumida en una profunda crisis social desde el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya en el año 2009, viajará representada por 25 atletas en ocho deportes. Al igual que Bolivia, sus posibilidades de alzarse con alguna medalla son muy remotas.
Reducida es también la comitiva de Paraguay, conformada por 31 deportistas, quienes intervendrán en diez disciplinas. Sus mayores aspiraciones de medallas radican en la remera Gabriela Mosqueira, la tenista Verónica Cepede, el jabalinista Víctor Fatecha y los nadadores Benjamín Hockin, Genaro y Renato Prono.
Nicaragua competirá con 31 deportistas en 11 disciplinas con pocas expectativas de obtener medallas. Las principales esperanzas de buscar una presea o hacer una buena presentación están centradas en el boxeador Marvin Solano (52 kilogramos), y en el tirador con rifle Walter Martínez.
Una delegación más numerosa presentará Guatemala, con un total de 157 concursantes que aspiran a superar los dos títulos alcanzados hace cuatro años en la Ciudad Maravillosa, cuando se impusieron en la vela y el kárate.
A pesar de que estas naciones no constituyen un «peligro» real para los colosos deportivos del continente, es imposible descartarlas. Ellas tienen poco que perder y a veces en las aspiraciones más modestas surgen las mayores hazañas.