Así se veía Domnitsa con 90 años cuando aún jugaba voleibol de playa. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 21/09/2017 | 05:10 pm
La anciana vive en Atenas, pero le place saber que desde La Habana la reportera indaga sobre ella: Domnitsa Lanitou Kavounidou, primera y única mujer griega que asistió a los Juegos Olímpicos de Berlín (1936), donde quedó en la sexta posición de la carrera de 80 metros con vallas.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, en 1948, volvió a participar en los Juegos Olímpicos de Londres, ocasión en la cual también estaría acompañada solamente por atletas masculinos.
Por vía electrónica fluye la comunicación entre Cuba y Grecia, gracias a la colaboración de Joanna Tachmintzis, el profesor Edelso Moret y el equipo de traducción del ESTI. Desde allí responde el ingeniero Spyros Cavounidis, único hijo de Domnitsa, quien publicó en el año 2003 un libro sobre la fascinante vida de su mamá, mujer de 1,65 metros de estatura que compitió en todos los eventos de campo y pista en los que podía participar en aquella época: 60 y 100 metros planos; 80 metros con vallas; relevos desde 4x100 hasta 4x50 metros; salto alto, largo con impulso y desde una posición fija.
Domnitsa es graduada de Ciencias Políticas, y fue una de las primeras mujeres que condujo un automóvil en su país. Ella, quien en los años 50 escandalizó a no pocos tras el volante de un Morris Minor, obtuvo varios récords deportivos, algunos de los cuales no fueron superados hasta dos décadas más tarde.
A los 36 años de edad se retiró de los grandes eventos, pues sentía que estaba mayor para concursar en atletismo y deseaba pasar más tiempo con su hijo. Dejaba así una larga lista de éxitos.
Impuso 30 récords nacionales en ocho disciplinas individuales, mientras que en los Balcanes fue recordista en nueve ocasiones: el 6 de septiembre de 1935 saltó 1,50 metros de altura, marca superada por un centímetro el 30 de mayo de 1949 en Zellin por la yugoslava Ivanka Knez.
Pocos días después, el 14 de septiembre de 1935, corrió en 7,7 segundos los 60 metros planos. Debieron pasar 25 años (mayo de 1960) para que otra yugoslava, Draga Stamejcic, la superara por una milésima, en Ljubljana, Eslovenia.
Narra su hijo que cuando se retiró del atletismo competitivo, Domnitsa comenzó a jugar tenis: «Como corría rápido se convirtió en una buena jugadora, estuvo entre las mejores del país. También se dedicó a la administración deportiva y durante muchos años fue la presidenta del Comité de Atletas Femeninas de Grecia».
Desde hace unos meses su salud es delicada, pero hasta el verano pasado, con 96 años de edad, nadaba en el mar Egeo.
Aunque Domnitsa se siente feliz por sus éxitos, lamenta haber desperdiciado buena parte de su juventud por causa de la guerra, desde los 26 hasta los 33 años. Eso, porque en Grecia el conflicto bélico duró desde 1940 hasta 1947, debido a la guerra civil que sucedió a la II Guerra Mundial.
En ese lapso trabajó como enfermera voluntaria en el edificio de su antiguo colegio: «Allí los soldados heridos la reconocían y preferían que ella los cuidase», comenta Spyros, quien nació en diciembre de 1944 y descubrió el solidario gesto mientras preparaba su libro.
«Una mujer que corre pierde su gracia»
«Mi madre nació en Limmasol, Chipre. Desde que era muy pequeña, corrió más rápido que los varones de su vecindario. Le gustaba practicar deportes, sobre todo jugar hockey y su familia la animaba a que lo hiciera. Su padre, Nikolaos Lanitis, a menudo la llevaba a ver eventos deportivos. Él fue presidente de la Federación de Atletas de Chipre.
«Cuando tenía 14 años murió su madre, y la hermana mayor quedó a cargo de ella y de la pequeña Ismini.
«Tres años más tarde, mi abuelo las envió a Atenas, al American Girls College, un internado privado. Por ese tiempo Chipre se encontraba bajo dominio británico y él era muy activo dentro del movimiento nacionalista, por lo que luego fue arrestado».
—¿Cuándo comenzó a practicar atletismo?
—En la escuela, primero en Chipre, pero su período más intenso fue a partir de los 17 años, cuando se fue a estudiar a Atenas. Se incorporó al Club de Atletismo de Paleo Faliro, el vecindario en el que se encontraba la escuela.
—¿Cuál fue su primera competencia?
—A sugerencia de su padre, los All-Cyprus Games (Juegos Nacionales Chipriotas) de 1928, que incluyeron por primera vez dos modalidades para mujeres: salto largo y salto alto. Fue el 19 de abril de 1928, en Larnaca, donde ella debutó como competidora. Entonces tenía 14 años y terminó en primer lugar en los dos: con 1,22 metros en el salto alto y 4,50 metros en el largo. Esa fue también la primera vez que se registraron los récords establecidos por las atletas de Chipre.
—¿Cómo eran vistas las mujeres deportistas?
—En general se veía extraño que una muchacha fuera atleta, sobre todo en Grecia, porque en Chipre la sociedad era más abierta al respecto. En los años 30 había muchos comentarios negativos sobre las mujeres atletas, al punto de que mi madre recuerda un artículo donde el periodista expresó: «Soy amigo de las mujeres y pienso que pierden mucho cuando hacen deportes atléticos. Tenemos que admitir que cuando una mujer corre pierde su gracia».
«Ella siempre usó shorts para entrenar y competir. Por tal motivo la prensa catalogó su manera de vestir como “demasiado osada”».
—¿Cuál fue su preparación para los Juegos Olímpicos de Berlín? ¿Conoció a Hitler?
—Sus eventos más fuertes eran los 80 metros con vallas y los 100 planos. En los años anteriores a las Olimpiadas, entrenó fundamentalmente en su escuela. Entonces tenía tres vallas que utilizaba todo el tiempo para entrenar.
«Los Juegos Panhelénicos de junio de 1936 le brindaron la posibilidad de mostrar, a los 22 años de edad, su habilidad para responder bajo fuertes tensiones competitivas. Terminó primera en los 60 metros con 7,9 segundos, y en los 100 metros impuso nuevo récord balcánico con 12,4 segundos, mientras que en los 80 con vallas estableció igual crono.
«El equipo griego que asistió a las Olimpiadas tuvo un solo entrenador, el señor Otto Simitchek. Domnitsa fue la primera y única mujer que nos representó. Viajó en tren desde Atenas hasta Berlín, su hermana Ismini fue su acompañante personal y su padre fue como funcionario de la delegación.
«Allí compitió en la carrera de los 100 metros, pero no sobrepasó las preliminares. Sin embargo, en los 80 metros con vallas terminó en la sexta posición.
«Sobre la ceremonia de inauguración de aquellos Juegos expresó: “Fue un momento muy especial que nunca olvidaré. Era como estar en un sueño”.
«Mi madre recuerda que en Berlín los hombres vivían en el “pueblo olímpico”, pero las mujeres estaban alojadas en escuelas convertidas en momentáneos albergues cercanos al estadio.
«Después de haber terminado todas sus competencias, se sentó a ver los Juegos en unos asientos reservados para los atletas, los cuales estaban muy cerca de donde Hitler presenciaba las Olimpiadas. También recuerda con claridad el día que el atleta afroamericano Jesse Owens ganó la medalla de oro en el salto largo. El favorito era un rubio alemán, Lutz Long. La competencia estaba muy reñida, y en cada intento los atletas saltaban cada vez más lejos. “Los gestos faciales de Hitler cambiaban cada vez que era el turno de saltar de Long o de Owens. En el último salto, Owens ganó con 8,06 metros y Hitler se molestó tanto que se levantó y se fue”, me contaba».
—¿Cuál fue su peor momento deportivo?
—Uno de los momentos más duros de su vida, si no el peor, fue cuando el equipo griego que participó en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, no tuvo qué comer. Ella y el resto de la selección griega tuvieron que aceptar ayuda del equipo holandés que recibía envíos de comida desde su país.
«Esa fue una Olimpiada de muchas carencias. La ciudad de Londres estaba sumida en la pobreza después de la Segunda Guerra Mundial y no tenía suficiente comida para alimentar a los atletas».
—¿Conoció a algún atleta cubano?
—Personalmente no, aunque seguía de cerca los resultados que obtenían en competencias. Sintió gran admiración por (Alberto) Juantorena (doble campeón olímpico en Montreal 1976 en las carreras de 400 y 800 metros planos), cuando en la década de los 70 corría los 400 y los 800 metros planos.
—¿Qué ha hecho Domnitsa para vivir una vida tan larga y saludable?
—Nunca fumó. Practicó deportes durante casi toda su vida. Le gustaba caminar mucho. A los 60 aprendió a esquiar y con 90 aún jugaba voleibol de playa. Incluso, hasta los 93 años nadaba en el mar durante el invierno.