RÍO DE JANEIRO.- En un partido espectacular, de esos que no se olvidan en mucho tiempo, la selección femenina cubana de voleibol venció este jueves a la de Brasil, en tie break (25-27, 25-22, 22-25, 34-32 y 17-15), y se proclamó campeona panamericana ante la mirada atónita de miles de personas que colmaron el bellísimo gimnasio Maracanazinho, en esta ciudad.
La afición brasileña esperaba la medalla de oro en un deporte que le apasiona y le ha dado tantas alegrías como el fútbol mismo, pero no pudo ser. Enfrente tuvieron esta vez al mejor equipo del mundo, invencible cuando juega bien, y ese fue el caso.
Todo el tiempo bajo la presión tremenda de un público a ratos irrespetuoso, de unas rivales que no aflojaron ni un segundo, y de unos árbitros que nos quitaron algún que otro punto, las muchachas nunca perdieron la concentración y la calma, gritaron cuando había que gritar, y sacaron a flote, además, ese coraje que las convirtió desde hace mucho tiempo en uno de los equipos insignes de la Patria.
Así, desde las gradas, este redactor vivió uno de los momentos más emocionantes de su vida y lloró, como muchos de ustedes, de alegría, de orgullo, de furia contenida. Por eso no les haré un análisis objetivo del encuentro, ni miraré los numeritos. No pudieron hacerlo tampoco los entrenadores en la conferencia de prensa, después del choque.
Y es que no era, no es todavía, el momento de pensar. Es tiempo de expulsar el aire, respirar profundo, y agradecer a la vida por cosas como estas.
La victoria de las Morenas del Caribe fue el colofón de una jornada muy exitosa, donde Cuba sumó títulos también en ciclismo, tiro, esgrima, judo y remo. Hoy viviremos además otro momento especialísimo, con la final del béisbol contra Estados Unidos. Anoche no llovió en esta ciudad, así que tomémoslo como un buen augurio.