En el muy mentado aeropuerto madrileño de Barajas retuvieron a una turista de comportamiento sospechoso. Revisaron su equipaje, pero no hallaron nada anormal; lo más anormal seguía siendo su actitud. Entonces, agentes femeninas le hicieron un examen físico y descubrieron —¡pobrecita!— malformaciones en ambos senos. Nerviosa, la recién llegada confesó que llevaba dos prótesis mamarias con 1,7 kilos de cocaína. Rápidamente, fue sometida a una operación, de perfil nada estético, por cierto.