Lo del hielo de Noruega no es cuento sin camino. Cerca de Oslo, en Store, donde el Diablo dio las tres voces y las tres se congelaron, una ola de frío escarchó el agua bendita y, ante una urgencia de trabajo, el padre Paal, que es un hombre original, bautizó al pequeño que le llevaron… ¡con una gaseosa! Como a la bebida no le quedaba gas, nadie se dio cuenta de la innovación, pero Paal, que también es un hombre honesto, explicó a la familia que el aroma de limón de aquel bebé no era milagroso. Para nada.