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El humor: libertad y plenitud

Juventud Rebelde dialoga con el reconocido actor y director Osvaldo Doimeadiós sobre el humor cubano y su vital importancia en la cultura y la sociedad moderna, a propósito de celebrarse hoy el aniversario 30 de la fundación del Centro Promotor del Humor, y la cercanía del Día de la Cultura Nacional

Autor:

Jorge Alberto Piñero (JAPE)

Treinta años después de fundado el Centro Promotor del Humor (CPH), mirado en la distancia, le pregunto a Osvaldo Doimeadiós Aguilera qué opinión le merece el nacimiento de la institución aquel 3 de octubre de 1994, y su respuesta deviene en valiosa reflexión del ayer, el hoy y el futuro del humor cubano. Fue él, uno de sus fundadores y su primer director.

«La fundación del CPH ha sido un hecho importante para nosotros los humoristas, considera; y, si estos 30 años han sido claves, también lo fueron aquellos años que antecedieron dicha creación. «Yo siempre digo que la primera versión del Centro, en el cine Acapulco, que organizó Alejandro García, Virulo, fue determinante. Lo que sucedió es que ese incipiente, hermoso e importante proyecto no tenía una fundamentación jurídica (por decirlo de algún modo), y nos quedamos al pairo en el año 1992.

«El posterior surgimiento del Centro nos dio un lugar y un espacio bien ganado en el ámbito de la cultura y de las artes escénicas de nuestro país. Fue significativo, porque nos lanzamos a buscar las personas que en todas las provincias hacían humor. Esta institución descentró aquella imagen de que todo el humor estaba en La Habana. Fuimos a las provincias y salieron humoristas maravillosos de Guantánamo, Santiago, de Holguín, de Granma, Pinar del Río, Villa Clara…».

El humor era un fenómeno muy citadino, recuerda el reconocido actor y director. «Más allá de la capital solo se hacía en Matanzas, con el trabajo de La Seña del humor, o La Leña del humor, en Santa Clara. Fuera de estos proyectos era muy poco lo que se conocía. Este descubrimiento fue lo primero, fue la
renovación del Centro. Luego la posibilidad de organizarnos, de hacer talleres de verano, cursos de superación… Yo creo que ha sido muy importante que así haya ocurrido».

—¿Ha cumplido el Centro Promotor del Humor con sus objetivos y estrategias planteadas entonces? ¿Sigue siendo necesaria esta institución o requiere cambios sustanciales?

—Creo que el Centro debe revisar continuamente sus estrategias de trabajo de cara al futuro. Estudiar su misión, potenciar la creación y no mirar los espectáculos como una sumatoria de cosas aisladas que la gente hace, sino pensar más, gestar espectáculos con los creadores y trabajar en su producción con todo lo que eso implica: diseño escenográfico y de vestuario, dirección de arte, banda sonora… todo lo que un buen espectáculo merece.

«También el Centro debe revisar las estrategias de cómo insertarnos en la vida social de nuestro país. Es cierto que disfrutamos de algunos espacios y creadores, pero debemos ir a la búsqueda de otros talentos que quizá estén dentro de las universidades, porque la mayoría de los humoristas, algunos peinamos canas y otros ya llevan muchos años en la profesión. Se impone una renovación».

—Nave Oficio de Isla es un gran proyecto que diriges en los Almacenes de San José. ¿Consideras que tiene puntos de contacto con el Centro Promotor del Humor como proyecto cultural, aunque no siempre se trabaje la comedia?

—En toda mi vida como actor y director he tratado de quitar las compuertas que separan al humor de ese teatro que llaman «serio» y viceversa. En Nave Oficio de Isla está esa mirada. Ese puente natural y orgánico con el humor está presente desde la primera puesta que hicimos. En nuestro espacio se han desarrollado talleres para humoristas. Cuando hacemos un curso de escritura o de otro tipo siempre he llamado a los humoristas para que participen. Ahora estamos preparando un proyecto de stand up comedy para hacerlo y grabarlo en los predios de la Nave. El año pasado estrenamos la obra La vida es vieja con textos de Miguel Moreno (La Llave) y actores nuestros. Ahora trabajamos en un segundo propósito de colaboración con el Centro Promotor del Humor. O sea, existe un vínculo permanente y natural con el humor.

—¿Tiene el humor como expresión cultural en Cuba el mismo significado y valor ahora que en los albores del Centro Promotor?

—El humor sigue teniendo un valor y un significado tremendo para las personas, para la sociedad. Una sociedad que se piense y dialogue consigo misma a través del humor es una sociedad madura. El humor hoy es tan útil y necesario como en el año 90 o en los 80. Siempre lo será para los seres humanos. Creo fervientemente en eso.

—¿El humor es realmente importante dentro del patrimonio cultural cubano, como parte de la identidad y la formación de nuestra nación? Si salvar la cultura es salvar la nación, ¿tendríamos entonces también que salvar el humor?

—El humor es parte del patrimonio cultural de una nación en muchos sentidos. Es una expresión identitaria que debemos salvaguardar y también ponderar. Si en la cultura se habla de los valores que hay que salvar y de la espiritualidad que debemos enaltecer; y sobre la que debemos trabajar cada día, tenemos que tener en cuenta que parte esencial de esa espiritualidad está también en el humor. El humor le da al ser humano libertad y plenitud. Todo lo que engrandezca al ser humano es necesario cultivarlo y preservarlo.

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