La Bayamesa Autor: Osviel Castro Medel Publicado: 19/10/2023 | 11:45 pm
Aseguran que fue la «hora más bella». No solo porque una ciudad-país entonó con la garganta hirviendo una marcha guerrera que se convirtió en himno para todos los tiempos.
También lo fue porque aquel coro colectivo cantando palabras de bayameses en combate y muerte gloriosa hizo cristalizar la idea de que ya no éramos un pedazo de tierra conquistada, sino una nación despertando y convirtiéndose en verdadero Sol.
Ahora mismo, a 155 años de los sucesos tremendos, no tiene tanta trascendencia dilucidar si fue sobre una montura guerrera que Perucho Figueredo compuso nuestra Bayamesa, o si la redactó antes, como suponen muchos, en la arriesgada conspiración contra la metrópoli de brazo de hierro.
Lo importante es que ese 20 de octubre, derribado el cartel de «Plaza Isabel II» y cambiado por el de «Plaza de la Revolución», emergió en Bayamo y en Cuba un emblema, un hito, una pasión de libertad, que necesitamos enarbolar hasta en eras de ventiscas.
Ese día, cuando ondeó la bandera en manos de Canducha —precisamente la hija del compositor—, terminamos de plantar la semilla sembrada diez días atrás en un volcán llamado Demajagua.
Acaso hoy todavía tenemos una deuda: que cada 20 de octubre a una hora específica, coincidiendo con el canto de evocación de Bayamo, la nación completa entone el Himno, el de Perucho, el de los mambises, el de nosotros.
Tendríamos que hacerlo con las venas inflamadas, recordando la sangre derramada para que tuviéramos más que un himno.