Yolo Bonilla. Autor: Alain Gutiérrez Publicado: 08/07/2020 | 11:03 pm
Tan increíble como triste. Las redes sociales se hacen eco y por muchos comentarios que confirman y lamentan la inesperada noticia, Yolo Bonilla murió en Italia este lunes y la trova ha perdido a uno de sus creadores más inquietos, de esos para quienes la música es carne, hueso, sangre.
Debo admitir que le había perdido la pista a «Yolinho Habaneiro» justo cuando, aprovechándose de sus facilidades para hablar el portugués hizo de manera independiente aquel fonograma que así nombró buscando atraer hacia la música cubana a los melómanos de esa habla por medio de clásicos al estilo de La tarde, Dos gardenias, 20 años, Todos los ojos te miran, Vete de mí, Regrésamelo todo…, que «tradujo» con ese arte que tenía para enamorar.
Yolinho Habaneiro fue un álbum que le dio mucha satisfacción, porque aunque competía en representación de Bis Music en la categoría de Antología de versiones del Cubadisco 2012, constituía «el primer disco ciento por ciento mío. Tuve que hacer arreglos que en otro momento no me hubiera atrevido. Compartí con músicos excelentes como Ernesto Camilo Vega, Barbarito Torres…
«Esta fue mi graduación como productor musical y como intérprete… Creo que aunque se tratara de versiones de canciones muy conocidas, Yolinho Habaneiro llegó de una manera diferente. Por cuestiones de fonética, tuve que hacer, incluso, todos los coros. Hubo temas en que grabé 16 voces. Este CD me llevó a ampliar mi registro vocal y mejorar en cuestiones técnicas, a las que en ocasiones los trovadores descuidamos, más nos preocupamos por la letra y la bomba…».
Y, no obstante, Yolo mantuvo su «bomba» en «talla». Sabía que era primordial para conectar con el público, ese mismo que aún le parecía un poco esquivo, a pesar de que, como le admitió hace unos años a La Jiribilla, ahora mismo hay posiblemente más trovadores que en cualquier otro momento de la historia de la Trova en Cuba: mucha gente componiendo y mucha gente haciendo cosas muy buenas. La cuestión es que no hay unión entre los trovadores, le decía entonces quien se graduara de Medicina a mi colega Antonio López Sánchez.
Los trovadores están divididos en pequeños grupos, están agrupados pero no están unidos. Está el Centro Pablo, está la Asociación Hermanos Saíz; o sea, la gente está ahí, convive, pero no interactúa, le explicaba. Es muy difícil que alguien cante temas de otros autores, que invite a otros trovadores de mi generación, en fin, que la gente coree las canciones… Sin embargo, vas a El Mejunje, en Santa Clara, y sí pasa. Hay un foco fundamental en la trova actual que es Santa Clara y lo primero que notas es una unión; ahí te das cuenta de que la trova funciona. Todos los jueves van 400 personas a oírla. Esa cantidad es casi el doble de lo que logramos nosotros en cualquier concierto en cualquier otra provincia.
Lo achacaba también a que en el universo de la trova muchas veces se perdía el sentido del espectáculo. «Tú les preguntas a los trovadores consagrados, a Carlos Varela, Gerardo Alfonso, David Torrens, y cada cual, a su manera, sabe poner en el escenario el concepto del espectáculo que quiere. Esa es una lección que nosotros saltamos y que la estamos aprendiendo ahora».
De cualquier manera, Bonilla pensaba que la generación de cantautores a la que pertenecía había logrado establecer una marca: tomarse la fusión muy en serio y abrir el espectro creativo, musicalmente hablando, aunque por momentos se mostraba muy ansiosa «por estrenar, por no aburrir, por impactar, y se olvida el ser natural, el decir: “mira, este soy yo”. Se ha olvidado de que si eres natural el público te va a asumir así; precisamente porque vas a ser como debes ser».
Quien formara parte de la AHS desde 1996, optó por expresarse con plena libertad, sin ataduras. Tal vez por esa razón «alguna gente me ha dejado de considerar un trovador, pues a veces se guían más por el recurso expresivo musical que usas que por el concepto que defiendes. Pero no, sigo siendo trovador».
Así nos dejó Yolo Bonilla, con esos recuerdos de su manera de pensar en mente. Andaba apenas por Italia y, a pesar de su probada valía, su música se había perdido hace tiempo del radar. Eso tal vez es lo que más preocupa a quienes todavía incluyen dentro de su banda sonora cotidiana, temas como Jíbaro,Tonada lunática, Fábula, Otro día de noviembre, Buscando espinas, En la mecánica, A la pelota, Anhelos de piel, Lloviéndote, Solidaria, o aquel Tu amor no dolió, que se sumó a 14 más, de igual cantidad de entonces muy promisorios cantautores, y que conformaron el inolvidable CD Raspadura con ajonjolí, que en 2007 produjo la Egrem de conjunto con la Asociación. Yolo partió sin que siquiera conozcamos las razones ni las circunstancias en que ocurrió su prematura muerte. Solo nos queda el dolor y la esperanza de que al menos su obra siga con nosotros.