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Santiago, más allá de la memoria

La Ciudad Héroe volvió a acoger el Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in memóriam, cuya 16ta. edición fue dedicada al continente africano

 

 

Autor:

Frank Padrón

SANTIAGO DE CUBA.— La coincidencia entre el nombre de un evento y el de una ciudad en el caso que nos ocupa no es mero azar lingüístico. El Festival Santiago Álvarez in memóriam que anualmente se celebra aquí, detenta una razón inobjetable: los vínculos profesionales y afectivos del maestro con la hospitalaria y heroica provincia del oriente nacional que por tanto lo acoge.

No es casual entonces lo que su viuda y presidenta del evento, Lázara Herrera, asegurara a lugareños y visitantes durante la gala de clausura en el emblemático Parque Céspedes: que el festival «no se irá de Santiago», a la vez que dejaba abierto el camino para la edición número 17, la cual será doblemente especial por cuanto se dedicará justamente al centenario del insigne documentalista y a su país de origen: Cuba.

Con África como el continente al que reverenció la edición recién finalizada, la semana santiaguera confirmó la salud de que goza el género dentro y fuera del patio, de modo que la impronta de Santiago se reverdece, se multiplica. Así lo demuestran, dentro de las 16 obras finalistas que concursaron, varios de los premios, tanto colaterales como los que otorgaron los jurados oficiales, al margen de las recepciones subjetivas que siempre acarrea toda decisión de ese tipo.

El gran triunfador, Rivera en Detroit (Puerto Rico/Estados Unidos) del realizador Julio Ramos, recoge con impresionante economía de recursos la fructífera etapa del célebre muralista mexicano Diego Rivera en esa ciudad norteamericana a principios de los años 30, originando un valioso testimonio de la inserción cultural latinoamericana en Estados Unidos con destacados rubros que también fueron reconocidos, tales como la banda sonora o la fotografía en blanco y negro, ambas muy eficaces y reforzadoras del discurso, sutil y elocuente.

Llama la atención que entre los lauros principales figuran filmes que tienen la música como epicentro, lo cual indirectamente suma otro homenaje a Santiago Álvarez, quien hizo de ese rubro en sus noticieros y documentales, verdadero protagonista.

Soñar a toda costa, de Carlos León, y Tan cerca, tan lejos, de Lourdes Prieto y David Sandoval, se acercan a sendos músicos: Augusto Blanca y el cubanonorteamericano Pablo Menéndez; mientras otro galardonado, Indestructible, el alma de la salsa (España, David Pareja) lo hace al cultor del flamenco Diego El Cigala.

León es un cineasta que se ha interesado fílmicamente en figuras de la Nueva Trova como el inolvidable Noel Nicola, y ahora lo hace a un hijo ilustre de Santiago, que aunque nacido en Banes, Holguín, se asentó aquí, desarrollando buena parte de su carrera, entre la cual sobresale la Teatrova, experiencia mixta entre ambas expresiones.

Invitado a un evento que coincidió con el que reseñamos (el Festival de la trova Pepe Sánchez) el trovador asistió a la premier del documental, donde se le brindó una cálida acogida.

Soñar… logra combinar con eficacia, con una cuidadosa edición y otros acápites imprescindibles (la música y la fotografía) las diversas facetas del artista, quizá menos conocidas pero no menos importantes en su quehacer, digamos la pintura y el teatro, donde se ha desempeñado como escenógrafo y, por supuesto, como músico. Entrevistas a colegas y amigos relacionados con su vida y obra, segmentos de canciones, recorridos por lugares fundamentales en su geografía, integran de modo orgánico este cálido y bien armado documental.

Respecto a Tan cerca…, devela un Pablo Menéndez que es mucho más que el laborioso e incansable director del grupo Mezcla, como se sabe vanguardia de la música popular en su más amplio espectro: los realizadores emprenden un recorrido por los orígenes de este yanqui que nada tiene que ver con las características que dieron al término un sentido peyorativo entre nosotros, pues se trata de algo más que un foráneo aplatanado, sino de todo un criollo, que ha hecho de Cuba algo más que su segunda patria.

La musical y revolucionaria familia, la opción inclaudicable desde la izquierda, el sentido inclusivo y aglutinador de su estética musical y artística se mezclan, como en el colectivo que lidera, en este filme que también explora buena parte de la historia cubana en los últimos 60 años, y de las conflictivas relaciones entre nuestro país y el vecino donde nació el artista, algo que Menéndez ha sufrido y por cuya normalización ha luchado con su arte y su vida.   

Mezclando testimonios y música, Indestructible… expone los nexos entre el emblemático género andaluz, la rumba cubana y la salsa, mediante un tratamiento profundo del tema. Homenaje sobre todo a quienes fueron grandes salseros en décadas anteriores, las estrellas de Fania All Stars (Hector Lavoe, Ismael Miranda, Cheo Feliciano, Willie Colón…) el documental resulta elocuente del sentido «fusionante» de la música («solo buena o mala», según expresa un entrevistado) que tiene, específicamente en el flamenco, todo un torrente que se conecta con otros potentes manantiales, como varios géneros de la música cubana y en especial de ese fenómeno llamado Salsa, en cuya relectura tanto estrictamente musical como sociológica se erige el filme.

Quizá su talón de Aquiles sea un montaje que carece del rigor y el cuidado que debiera, sobre todo en este tipo de filmes que se acercan a tantas figuras y arman su estructura esencialmente sobre la base de entrevistas y testimonios; en tal sentido se aprecian reiteraciones, y más de un momento que pudo quedar en la sala de edición.

Sería demasiado largo detenerse en otros tantos valiosos títulos que, laureados o no, elevaron la parada de esta edición del Santiago Álvarez in memóriam o en no menos significativas actividades, como el homenaje a instituciones y personalidades invitadas (la escritora Nancy Morejón, TV Serrana o el pintor Choco, entre otras).

Por tanto, unas últimas palabras sobre su persistente vocación de estimular los proyectos socioculturales del barrio, de calzar teóricamente las proyecciones con el coloquio mediante conferencias de valiosos intelectuales, de estimular la asistencia a las salas de estudiantes (aunque en este sentido haya que perfilar mucho mejor la selección para evitar indisciplinas de aulas completas ajenas a lo que se les invita, pero esto sería motivo de otro análisis) y en fin, de seguir manteniendo enhiesta la bandera del documental en todos los frentes, como ese género en el que nuestro realizador mayor vislumbró el arma de transformación y lucha que sigue urgiendo en el mundo entero.

 

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