La presentación de Mezcla fue uno de los momentos más altos en la reinauguración. Autor: Cortesía FAC Publicado: 10/10/2017 | 11:13 pm
A veces los nombres de las instituciones son puro malabarismo lingüístico, pero el de Fábrica de Arte Cubano (FAC) está más que bien puesto. Merece la pena cualquiera de las jornadas que de jueves a domingo, a partir de las 9:00 p.m. (en ocasiones antes) y hasta entrada la madrugada, tienen lugar en el ya célebre centro cultural cercano al Puente de Hierro, colindante con el túnel de Línea. Y si se piensa en todo lo que se recibe dentro de las más diversas manifestaciones artísticas en sus diversas naves por los 50 pesos MN que cuesta la entrada, se concederá que el precio no es para nada excesivo. La prueba es el desborde de público, fundamentalmente joven, que la visita sistemáticamente.
Del país nórdico
Tras su habitual pausa trimestral, la Fábrica reabrió hace unos días sus concurridas puertas y lo hizo a tono con la Jornada de la cultura sueca, que hasta el día 15 de octubre contempla actividades de las más diversas manifestaciones.
No es muy habitual entre nosotros, por ejemplo, apreciar muestras arquitectónicas de interiores y diseño de mobiliario, a cargo de estudiantes de segundo año de esa carrera en Konstfack, donde se conjugan lo utilitario con el refinamiento artístico, como ocurre ahora en la planta baja del edificio.
De lo plástico inmóvil a lo que desfila por pasarelas, estuvo presente la alta costura sueca mediante el revelador desfile traído por la Academia de esa especialidad de Tillskarakademin, en Estocolmo: Minimalismo juguetón llaman a esta muestra donde lo lúdicro se combina con lo grácil y sensual.
Como es habitual ya hace un tiempo, los jueves abren las sesiones con un espacio aplaudible: la nave 1 se destina a la música de concierto, con variados solistas o agrupaciones de cámara de diversas promociones, generaciones y estilos.
También con el país nórdico en la mirilla, Ensemble Interactivo de La Habana propuso el sugestivo microconcierto Transfiguraciones antiguas: Improvisaciones sobre temas folclóricos de Suecia, el cual nos acercó a una parcela desconocida en el arte sonoro del frío sitio, sin embargo, tan cálido en su música, según nos enteramos con las sui géneris versiones de estos jóvenes, quienes con instrumentos, algunos muy raros, mezclaron los referentes suecos con células y toques muy criollos. Lástima que, quizá por el apretado margen para investigar y montar, la entrega resultó demasiado breve, aunque, eso sí, muy sustanciosa.
Jueves clásicos
Pero ya que estamos en este lugar donde puede hablarse de una auténtica movida artística, revisemos algunas otras propuestas.
Sin salir de la sala y de estos jueves especiales, Denis Peralta centralizó un recital con sus obras, algunas concebidas para la escena (en especial para Argos Teatro, colectivo que integra, o para piezas de Abel González Melo); es un concertista que no solo domina su instrumento con solidez dinámica y gracia, sino que exhibe un repertorio propio donde coexisten reminiscencias de lo clásico y lo contemporáneo dentro de una poética original; la bailarina que lo acompañó, sin dudas notable, abusó de la «danza del vientre», sobre todo en pasajes que no se correspondían con la música ejecutada, a pesar de lo cual el conjunto deparó una velada disfrutable.
En ese mismo espacio se presentó el joven dúo Espiral, integrado por Tania Haase (violín) y Rodrigo García (piano), ambos recién graduados de nivel medio en el Conservatorio Amadeo Roldán y ya reconocidos internacionalmente con más de un premio importante.
El espectro de esta dupla, integrada por indudables virtuosos, pese a sus cortas edades, abarcadesde Mozart (la Sonata en Fa Mayor fue uno de los regalos de entrada, a pesar de que el piano no estaba en las mejores condiciones) hasta Aldo López Gavilán con sus hermosas piezas, henchidas de pasajes barrocos; pasando por algún estándar de jazz, John Williams, el mexicano Ponce o nuestro coterráneo Ernesto Oliva, cuyo changüí En do porque no na es toda una fiesta.
No hay dudas: Espiral dejó de ser una promesa para convertirse, a solo tres años de creado, en un referente a tomar en cuenta dentro de la música contemporánea del patio.
Trova sin traba(s)
Desplazarse una hora después a la nave Santiago Feliú (lamentablemente demasiado pequeña para su poder de convocatoria) implica, como sugiere su nombre, apreciar trovadores, sobre todo no muy conocidos. En el caso del holguinero Oscar Sánchez, asistimos a una verdadera revelación: cantautor, tresero y guitarrista autodidacta, se trata de un showman que desde la irreverencia, la agresividad (en el mejor sentido) y lo explícito, «bombardea» al espectador mediante propuestas sazonadas con humor criollo del bueno, cáustico e imaginativo.
El bardo, quien también toca percusión menor, emplea válidos recursos escénicos (sobre todo una gestualidad que lo emparienta con los bufos cubanos) y bebe de una tradición en la cual se unen la guaracha, el son, el rock, el punk y la propia trova, con una personalidad auténtica, que llega a hechizar. Varios invitados respaldaron su inolvidable actuación, que ojalá se repita con mayor frecuencia.
Otras de la escena
La danza, también con proyectos novedosos y sugerentes, tiene los viernes su rincón en la nave 3. Creación # 2 llegó hace poco con su espectáculo No lo llames poder, a partir de una música de distintos estilos, y coreografía de los mismos bailarines, todos muy jóvenes.
Un discurso que privilegia la naturaleza mientras acusa los diferentes modelos de explotación humana muestra un grupo capaz y bien entrenado, aunque no siempre los cuadros coreográficos logran integrarse con suficiente organicidad, algo en lo que deben trabajar para esta y futuras obras.
El teatro es algo que la Fábrica puede y debe desarrollar un poco más, sobre todo el de pequeño formato, acorde con sus espacios. Si bien Raúl Martín y Teatro de la Luna han realizado atendibles aportes respecto a la mezcla del arte escénico con el cabaré, otros grupos y proyectos podrían contribuir a la visibilidad y variedad de tal manifestación.
Valga resaltar la sistemática y valiosa labor de Teatro Espontáneo, original iniciativa en la que dos músicos y algunos actores y actrices improvisan escénica y sonoramente experiencias y anécdotas que los espectadores comparten.
Con-ciertos músicos
La sala de conciertos de la Nave 4, finalizando la noche, presenta a bandas foráneas y cubanas de indiscutible valía; invitados de Estados Unidos y Brasil, por ejemplo, han engalanado un escenario en el cual la gente baila y participa con fruición y entusiasmo.
La presentación de Mezcla, el colectivo dirigido por Pablo Menéndez desde los años 80 del siglo pasado, fue uno de esos momentos altos en la programación de la FAC, la pasada semana. Desde que se descorren las cortinas con el simpático clip en que se homenajea al cine, y pasando por el clásico Grifo (animal mitológico) —pieza de la etapa de su director en el grupo Icaic— disfrutamos de una banda que se renueva, se reinventa y siempre hace honor a su nombre, otro de esos muy bien colocados.
Y es que el ensemble sigue elaborando una fusión enriquecedora, que lo mismo se nos aparece con una pieza japonesa pasada por aires africanos, que mixtura el country estadounidense con el son cubano, o emprende la original versión de una fuerte canción antirracista de Gerardo Alfonso.
Claro que entre los valores de Mezcla sigue estando la presencia de virtuosos instrumentistas y cantantes, la atinada selección del repertorio y la concepción de la música como ese todo múltiple, integrador y ausente de barreras que es el arte de los sonidos, y todos.
Exactamente el espíritu y la proyección de la Fábrica de Arte Cubano… y ya vemos, de mucho más allá.