Nuevas generaciones de espirituanos asisten al taller, que tiene como principal gestor a Montos, para conocer cómo crear historietas. Autor: Lisandra Gómez Guerra Publicado: 21/09/2017 | 06:23 pm
SANCTI SPÍRITUS.— Muchas han sido las generaciones de cubanos que hemos crecido de las manos de los personajes de historietas tan memorables como Cecilín y Coti, Elpidio Valdés y el Capitán Plin. Y a fuerza de empeño, no pocos han defendido y apostado porque no muera la llamada novela gráfica que, aunque en Cuba es concebida para niños, niñas y adolescentes, resulta una pasión para otros grupos etarios.
Afortunadamente, desde hace varios años en Sancti Spíritus, un grupo de entusiastas jóvenes ha consolidado sus creaciones y, gracias a la perseverancia y unión entre distintas instituciones culturales, ha logrado formar una pequeña tropa de historietistas, que ha trascendido las fronteras del territorio.
Entre todos apuestan por enaltecer al considerado noveno arte, que pocas veces puede disfrutarse en publicaciones seriadas, debido entre otros a los problemas económicos que limitan la publicación de libros en la Isla. Gracias a ese accionar, hoy esta provincia se distingue como uno de los territorios donde la historieta es apreciada más allá de simples «muñequitos».
Historia de historietas
Aunque no existen estudios históricos sobre la historieta en predios yayaberos, su origen aquí parece haber sido en 1979, con la inclusión de tiras firmadas por Jorge Oliver y Ernesto Padrón, en las páginas del entonces recién fundado periódico provincial Escambray. Posteriormente se conoció más de cerca sobre el género, con la presencia en la ciudad espirituana de Manuel Lamar Cuervo, Lillo, quien compartió con el público sobre las interioridades de su personaje Matojo.
Sin embargo, lo que pudiera considerarse la génesis del movimiento actual, comenzó en 1999 en Trinidad, donde se publicó el fanzine independiente La Anguila Cerrera, dedicado al cómic humorístico. Pero el alto costo del proyecto malogró sus aspiraciones de mantenerse con vida, ya que era financiado por sus creadores. No obstante, Ramsés Morales, uno de sus promotores, no se dejó amilanar por los contratiempos y siguió impulsando la creación de historietas, por lo que de su autoría existen, actualmente, varios textos, rectorados por la Oficina del Conservador de la tercera villa de Cuba.
Luego tuvieron lugar otros intentos de publicaciones, fracasados por la falta de financiamiento, pues la editorial provincial no podía dedicar sus escasos recursos a ese tipo de literatura.
Por fortuna, los ánimos y la pasión por la historieta no se apagaron aquí, y en 2010 la editorial cienfueguera Reina del Mar comercializó Auroria. La gran alianza, del multilaureado dueto Osvaldo Pestana Montpeller (Montos) y Fermín Vega Boyce, quienes unos años antes lo habían presentado en una exposición.
Dibujo que pertenece a Auroria. La gran alianza, de Montos y Boyce.
Tras el éxito de estos jóvenes —ganadores también del concurso de historietas Caimán a cuadros, convocado por la revista El Caimán Barbudo— y otros lauros cosechados por varios de sus colegas en este territorio, la Feria Internacional del Libro 2015 trajo una buena nueva para creadores y lectores, con la publicación por Ediciones Luminaria de Los hijos del Quasar. Ese primer volumen recoge historietas de Ares, Montos, Boyce, Janley Perdomo, Milagro Ortiz, Dariee Valle y Fabián Sotolongo. De hecho, en su presentación se dio a conocer que se prepara un proyecto más ambicioso, a fin de sacar a la luz pública clásicos de ese género en Cuba.
Ilustración tomada del libro Los hijos del Quasar.
Creaciones con sello yayabero
Después de tantos éxitos cosechados por quienes apuestan por las historietas, se hizo necesario constituir un taller que incidiera en la formación teórica de los amantes del género y como vía de intercambio entre sus cultivadores. Por eso, cada 15 días todos los sábados, hasta la sede del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), se llegan varios niños que desean aprender a construir sus pequeñas historias, que son atendidos por el pequeño grupo de artistas.
De acuerdo con Arturo Delgado Pruna, editor de Los hijos... y fiel investigador del género, la unión de la Uneac provincial, Ediciones Luminaria y la Vitrina de Valonia —única biblioteca cubana especializada en historietas, ubicada en La Habana— ha sido fundamental para la consolidación de este proyecto.
«Además de la publicación y los proyectos editoriales, hemos podido traer hasta aquí prestigiosos dibujantes como Etienne Schréder. También nos hemos unido al fuerte movimiento camagüeyano, en el que se realiza el único evento dedicado exclusivamente a la historieta en Cuba. Por eso, ya estamos ideando realizar aquí un certamen con presencia internacional», dijo el entusiasta seguidor de los cómics.
Igualmente, a su juicio, otra de las fortalezas del grupo espirituano y que se evidencia en cada taller, es la diversidad del género y estilo de sus creadores. Unos cultivan la ciencia ficción, otros un tanto la cuestión histórica y no pocos fusionan el manga con una «onda cubana», puntualizó.
«Creo que es valedero destacar que nunca se pierda en los diseños nuestra idiosincrasia, aunque beban de tendencias extranjeras porque lamentablemente el manga se ha arraigado muchísimo y le ha quitado identidad a las historietas nacidas en la Isla», expresó.
No obstante, considera que el futuro del noveno arte en Sancti Spíritus depende no solo del talento existente aquí, sino de la perseverancia, porque aún resta por perfeccionarse la construcción de guiones, a fin de lograr mejores productos comunicativos.
Sobre ese mismo aspecto también comentó Ernesto Pérez del Río, quien se distingue aquí junto a Boyce por lograr narraciones con calidad. Para él, resulta complejo imbricar los recursos de la literatura con el diseño.
«Además de una buena historia, se precisa lograr un equilibrio entre la cantidad de escenas, el texto y la dinámica de la acción, y no todos los artistas lo logran», expresó quien ganó la última edición de la Jornada de arte comic en Camagüey.
Fuera de tierras espirituanas
El talento no entiende de fronteras. Ejemplo de ello han sido las creaciones de Osvaldo Pestana Montpeller, Montos, quien desde los siete años supo que se dedicaría a las historietas. Y tanto es su amor por ella que, al cursar el quinto grado, burló el fatalismo geográfico y acompañado de su madre cursó cada fin de semana durante seis meses un taller teórico sobre el tema, con carácter iberoamericano, en La Habana, el cual le dio las primeras herramientas que le permitieron llevar al papel su mundo interior.
Él, desde hace varios años, se mantiene a la vanguardia del quehacer historietista en predios espirituanos, incluso colaborarando con editoriales extranjeras, donde la competencia exige de productos con exquisitos niveles estéticos.
«En Cuba nos ha golpeado mucho no solo la ausencia desde los años 80 de publicaciones seriadas dedicadas al cómic, sino la no existencia de una academia donde se forme a historietistas. Sin eso no podremos contrarrestar el producto que se nos ofrezca», confiesa el ganador en 2012 del premio de creación artística Ojalá, auspiciado por la Oficina de Silvio Rodríguez.
—Tras tu participación en eventos como la convención Alamo City Comic en Estados Unidos y tu labor con editoriales foráneas, ¿cómo crees que se distingue la creación con sello cubano?
—Yo bebí de autores nacionales como Ares y Orestes Suárez, y de extranjeros como Travis Charest y Mike Mignola, así que la fusión tiene que estar. Pero aunque uno no sea consciente, vuelca siempre en el papel nuestros códigos culturales y eso te hace ser una voz singular.
—¿Qué deudas tienes aún?
—Creo fielmente en la responsabilidad del arte y la razón de ser del artista, más allá de la recompensa monetaria. Por ello, aspiro a crear un producto que dialogue con mi generación y con la del futuro, como lo hace Elpidio Valdés, que ha ganado todas las batallas culturales, aunque no soy Juan Padrón. Pero cuando seamos capaces de lograr eso, reivindicaremos firmemente a la historieta cubana como arte y despojaremos esa absurda concepción de que son simples «muñequitos».