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El Partido Demócrata reordena su campaña presidencial

El inmediato apoyo por parte de Biden a la vicepresidenta Kamala Harris para que encabece la boleta presidencial parece haber concitado un respaldo, más amplio y variado que lo esperado

Autor:

Fernando M. García Bielsa

En apenas un mes varios hechos muy significativos han alterado de manera inusual el panorama electoral en Estados Unidos. Primero, el desastroso desempeño del presidente Joe Biden en el debate televisado con su oponente republicano el 27 de junio en Atlanta; luego, el fallido atentado contra Donald Trump del 13 de julio —que reforzó su figura como favorito para ganar las presidenciales de noviembre— y, por último, el domingo 21 de julio, el abandono tardío por Biden de sus aspiraciones para encabezar la boleta electoral demócrata y buscar su reelección, después de semanas en las que muchos demócratas y los medios dieran la alarma sobre el deterioro de su capacidad mental.

Hay interrogantes, pero no ha trascendido, si hubo algún compromiso con Biden, por parte de los factores de poder de la élite partidista, para que finalmente aceptara dar ese paso al costado.

Se señala que esas demoras pueden haber resultado perjudiciales para que el Partido Demócrata cuente con el tiempo necesario para los complejos pasos internos y las acciones que debe emprender en lo inmediato. La rapidez con que la vicepresidenta, Kamala Harris, ha iniciado sus gestiones y contactos para recabar apoyos ha estado dirigida a hacer políticamente inviable que otros se lancen a querer concursar por la nominación. Al momento, no estaba claro si podría lograrlo.

Se abre ahora un período de incertidumbre en las filas demócratas —y en la política nacional— hasta los días en que tendrá lugar la convención del partido entre el 19 y 22 de agosto en Chicago. Sin expresar respaldo a figura alguna, y distanciándose en alguna medida de las pretensiones de la Vicepresidenta, el expresidente Barack Obama dijo: «vamos a navegar por aguas desconocidas en los próximos días, pero tengo confianza extraordinaria en que los líderes de nuestro partido serán capaces de crear un proceso del que surja un candidato sobresaliente».

El inmediato apoyo por parte de Biden a la vicepresidenta Kamala Harris para que encabece la boleta presidencial parece haber concitado un respaldo, más amplio y variado que lo esperado, de una impresionante lista de figuras y funcionarios electos y donantes del partido quienes, con prontitud, le dieron su apoyo. Aun así, al momento no se podía afirmar que aseguraba la nominación. Vienen semanas difíciles y complicadas para el partido.

Portada de la revista Time sobre Kamala Harris sucediendo a Biden como candidata a la presidencia.

Hay voces que no se han definido o que sugieren que deben hacerse encuestas internas, o incluso, lo que denominan una miniconvención o miniprimarias a fin de conformar la fórmula presidencial que tenga el mayor respaldo y legitimidad, y que no sea el mero resultado de los arreglos por parte de la clásica maquinaria política demócrata. El hecho de que algunas importantes figuras del partido no se hayan definido con claridad pudiera denotar la existencia de un pulseo bajo cuerdas para definir el rumbo, y que, a su vez, algunos líderes demócratas manejan otras opciones.

Hay que tener en cuenta que es considerablemente amplio el espectro político y las diferencias al interior de la coalición demócrata. Deberán transcurrir unos días o semanas para que el panorama se despeje.

Obviamente la Vicepresidenta, cuya figura pública y actuación en el cargo han despertado dudas, tiene ya la delantera y muchas ventajas para obtener la nominación.

Aunque fue fiscal y senadora en California, se considera que no ha tenido un buen desempeño público; sin olvidar que Harris obtuvo muy pobres resultados en las primarias de 2020 cuando se lanzó a la campaña presidencial. Sus primeros años en el cargo como Vicepresidenta no mejoraron su reputación. No se le reconocen muchos logros y abundan quienes no están convencidos de sus capacidades.

Otra cuestión a tener en cuenta es que ella, al formar parte de este Gobierno, para bien o para mal y a diferencia de otros posibles candidatos, carga con la impedimenta de estar asociada o haber sido parte de la gestión administrativa y de los cuestionamientos a las políticas domésticas e internacionales de Biden, algunas de las cuales podrían ser blanco de los ataques del candidato republicano.

Los índices de aprobación de Harris cayeron rápidamente y se han mantenido relativamente bajos desde entonces. Encuestas comparativas recientes, que pusieron a prueba su desempeño frente a Trump, la mostraron solo ligeramente mejor que Biden. Su condición de mujer y negra la favorece entre algunos segmentos de la población, pero pudiera perjudicarla en otros. No tuvo buen desempeño al atender el tema migratorio, pero se le reconocen sus posiciones en defensa del derecho al aborto y los derechos de género, entre otros,

Sin embargo, no está claro cuánto dicen esas encuestas, o cuánto peso otorgarles, sobre cómo le iría a Harris en noviembre, después que esta tenga la oportunidad de reintroducirse al público en un primer plano, a través de discursos y (tal vez) un debate con Trump, sin estar ya a la sombra de Biden y con la ayuda de un aparato de campaña completo orientado a maximizar sus fortalezas particulares.

La ventaja más obvia que tiene Harris es su capacidad para heredar el dinero y la infraestructura de la campaña Biden-Harris, que incluye todo, desde oficinas físicas en los 50 estados hasta trabajadores en nómina.

De momento, no se vislumbra ningún otro político o figura alternativa plausible que aspire a la nominación y que tenga un alto perfil o tal nivel de acceso a estrategas, agentes y recaudadores de fondos demócratas. Hay pocos que puedan decir que han desempeñado un papel en la toma de decisiones clave a nivel nacional en los últimos años, o que haya pasado tanto tiempo en el escenario mundial.

Y si las luminarias demócratas siguen respaldándola, como lo hicieron Bill y Hillary Clinton poco después del anuncio de Biden, no es muy probable que algún otro contendiente hipotético logre un apoyo comparable por parte del establishment del partido.

Luego será la Convención Demócrata donde tendrá lugar la votación, en la que están obligados a arribar con un consenso a fin de evitar una situación caótica. Se prevé que todo pueda quedar resuelto para mostrar un frente unido y que el partido y sus principales líderes presenten una imagen de cohesión detrás del candidato que resulte nominado.

Un elemento fundamental que pesa en todo ese esfuerzo de conformar una candidatura presidencial competitiva y en las preocupaciones de la masa de funcionarios demócratas electos, es poder evitar que se produzca una debacle electoral en noviembre con la cual no pocos de ellos podrían perder sus escaños legislativos. Es algo que, ante las flaquezas que mostraba Biden, a muchos se les presentaba como una perspectiva bastante cierta.

Al bajarse Biden, los delegados han quedado libres para «votar a conciencia» o acomodar su voto según las circunstancias o las indicaciones de sus líderes regionales del partido. Serán unos 4 772 delegados y se necesita el respaldo de más del 50 por ciento para obtener la nominación.

Después de la convención restarán unas diez semanas de campaña hasta la votación del 5 de noviembre. Pero, ¿cómo le iría realmente a Harris —o a otro candidato demócrata— frente a Donald Trump? Eso es algo bastante más difícil de vaticinar.

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