El descatado actor Manuel Porto, disfruta junto al público las presentaciones del grupo que dirige. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 05:27 pm
Siempre escuché hablar de la Ciénaga de Zapata, pero nunca había estado allí. La oportunidad de conocer esa zona matancera vino gracias a una invitación del Conjunto Artístico Comunitario Korimakao y su director Manuel Porto, por el vigésimo aniversario del grupo, que se celebró este año.
Uno de los primeros detalles que advierte quien llega a esa zona es una valla con la siguiente frase: «Todo lo que usted verá aquí es obra de la Revolución». A medida que el viajero se adentra en esa tierra de prodigios, pantanos y modestia se va percatando de que, si bien el proceso iniciado en 1959 fue la base para erigir un sueño, todo lo que allí existe es también fruto del sacrificio de hombres y mujeres comprometidos.
Y esa certeza se hace aun más tangible en el cenaguero poblado de Pálpite, donde tiene su sede Korimakao y la gente le toma el pulso a la vida a golpe de sencillez y entrega.
Semilla de sueños
«Considero que no hay un territorio que pueda desarrollarse económica y socialmente sin que la creación artística juegue un papel fundamental en ese proceso». Así recuerda Manuel Porto que le dijo el comandante Faustino Pérez, durante algunas de las conversaciones que sostuvieron al llegar el actor a la Ciénaga de Zapata para la filmación de la novela Cuando el agua regresa a la tierra.
De sus encuentros con el comandante Faustino surgió el Proyecto Artístico Experimental Ciénaga de Zapata, que después se convertiría en el Conjunto Artístico Comunitario Korimakao.
El 13 de agosto de 1992 se reunió al primer grupo para montar la obra La hoguera, de Saúl Roger, la cual fue estrenada el 2 de diciembre —será repuesta este año, en igual fecha, para celebrar el vigésimo aniversario de su presentación—. Desde ese momento, la labor intensa y los deseos de hacer más definieron el quehacer del conjunto.
Creer en el mejoramiento humano
«Si fuera a definir a Korimakao diría que es sacrificio, renuncia y entrega. Fidel se enamoró de esta idea y nos apoyó; por eso todavía aspiramos a convertirnos en el primer centro latinoamericano de arte comunitario, para que vengan jóvenes de otros países a intercambiar experiencias, hacer arte y llevarlo a los lugares más difíciles», refirió Porto.
La línea de trabajo del conjunto Korimakao está encaminada a enaltecer y diversificar la vida en la comunidad, preservar las raíces, llevar el quehacer cultural hasta los lugares más lejanos, contribuir al mejoramiento humano y cultivar los valores.
«Nuestro propósito es elevar el nivel de las personas, para trascender las fronteras de lo que están acostumbradas a ver. Significa un compromiso latente con nuestra patria, la gente, el arte y la cultura.
«Korimakao no surgió como un medio de entretenimiento, sino para cultivar e inspirar. Ha sido durante estos 20 años y es hoy mi mayor preocupación cómo mantener y preservar la plataforma de esta institución, que no nació para hacer concesiones éticas o estéticas. Lo que más nos interesa es seguir incentivando el pensamiento», precisó el protagonista de Cuando el agua regresa a la tierra.
Con su desempeño, el grupo artístico ha contribuido al progreso de la apreciación artística no solo de los cenagueros, sino también de los pobladores de otras comunidades. Al decir de su director, la razón de ser de Korimakao es compartir e intercambiar con la gente, como firme defensa de la función social del arte.
«En la Ciénaga me han sucedido muchas cosas, buenas y otras no tanto, pero lo importante es que he realizado la obra de mi vida, porque conocí a gente muy especial que me ha enseñado a ser cada día más modesto».
Vida, familia y compromiso
A sus 20 años de creado, el conjunto acoge a más de cien promotores culturales, quienes se forman bajo el precepto del arte como proceso integral.
«Aquí todos deben hacer de todo. Por eso puedes ver lo mismo a una actriz cantando, que a los muchachos de artes plásticas tocando un instrumento. Y es que nuestras propuestas artísticas son espectáculos donde se fusionan todas las manifestaciones», explicó Manuel Porto.
Para Carlos Torrens, director de Cultura en la Atenas de Cuba, Korimakao es sinónimo de alianza con los matanceros en general y con los cenagueros en particular. «Quien llega a la Ciénaga de Zapata no puede evitar sorprenderse ante la labor de este proyecto, que constituye un motivo de inspiración».
Hilmert Cowell se desempeña como especialista principal de teatro en el grupo. Antes de llegar a Korimakao trabajaba en la fábrica de cerveza Tínima, de Camagüey. «Nunca me había rozado con el arte. Sabía que me gustaba, pero ignoraba si tenía capacidad. Para mí esta fue una oportunidad de vida. En otros casos ha sido la salvación, pues hemos tenido muchachos con problemas de conducta o que han cumplido sanciones, y aquí los ayudamos a reencontrarse.
«Presentarse en una comunidad implica mucha responsabilidad. Cuando nos aparecemos en esos lugares el público nos recibe como si fuésemos familiares. Al marcharte descubres caras de agradecimiento que se paran en la orilla del camino a decirte adiós. A mí se me salieron las lágrimas la primera vez que vi eso».
Como especialista principal del departamento de diseño trabaja Reinier Callard, de 21 años, quien lleva año y medio en el conjunto comunitario. «Korimakao quiere decir hombre con la casa a cuestas, pero para mí significa familia. A veces pienso que el proyecto es como una olla de presión donde se cocina arte y ese es el alimento que le damos a la comunidad».
Fervorosa amante del teatro es la tunera de 24 años Ariadna Andrés González, quien se unió al proyecto en 2010. «En este espacio me desarrollo como actriz y a diario adquiero muchos conocimientos. Cuando me presenté en algunas comunidades por primera vez, no pensé que existieran lugares tan intrincados. Nosotros incluso hemos dormido a la orilla del mar, pero la gente lo agradece infinitamente y resulta una experiencia única y muy linda.
«Además, Porto ha sido más que un maestro, él es amigo, padre y un guía inestimable. Él se preocupa por todos, siempre nos dice que sigamos adelante y no nos rindamos».
«Satisfacción, recompensa y responsabilidad infinitas». Así definió Greisy Fernández Leyva, de 24 años, al proyecto. Ella es promotora cultural de teatro y lleva un lustro en la agrupación. «Estudié Contabilidad, mi formación como actriz es empírica. Soy de La Habana y me presenté aquí por artes plásticas. Resultó que hice las pruebas de canto y teatro, y me aprobaron en este último. Estando más inmersa en este mundo me fui percatando de los retos, las dificultades, los sacrificios, el trabajo y el estudio, que uno adquiere como compromisos. Esta experiencia me ha enriquecido como artista y ser humano; es mi vida.
«Encontrarme con personas tan humildes como los cenagueros y con su forma de vivir fue impactante. Eso nos ha nutrido mucho. Nosotros partimos de las inquietudes de los pobladores de la comunidad, sus intereses, forma de vida, y eso lo plasmamos en el arte para que ellos se sientan reflejados», concluye Greisy.
Por su parte, Yogiel Martínez, de 28 años y director de la orquesta de Korimakao, se graduó de artes plásticas, pero siempre se sintió atraído por la música. «La oportunidad de alcanzar todo lo que he podido como músico la tuve el día que llegué al conjunto. Porto nos dice que esto es como un laboratorio, donde nosotros somos como científicos del arte en constante proceso de búsqueda e indagación».
Tal vez, por todas esas razones, Dailenys Amador, una joven cenaguera residente en la comunidad de Cayo Ramona, pone su casa a disposición de Korimakao para sus presentaciones. Ella comentó a JR que no solo su puerta, sino también las de sus vecinos permanecen abiertas. «Nosotros colaboramos en lo que necesitan y a su vez ellos nos regalan momentos de alegría. Es un orgullo recibirlos».
El futuro
—Porto, ¿qué significa andar no solo con la casa a cuestas, sino también con el inmenso compromiso con el arte que habita en ella?
—Cuando me di cuenta de lo que era el arte, y empecé a despojarme de prejuicios, fue que entendí que es la forma sublime de expresar lo que nos rodea. Por lo tanto, no es solamente que nosotros vayamos con la casa a cuestas, sino que nosotros andamos sobre la creación artística, esa es la base de nuestra vocación humanista.
Para el popular actor el futuro está en sus muchachos. «Esos jóvenes son los encargados de seguir, de creer, de luchar y de mantener este estilo de hacer las cosas. Personalmente creo que tengo que entregarles el batón».
Más que como director, ellos ven a Porto como el padre, «el Viejo», así le llaman. «Siempre les digo que es bueno tener muchas ideas, pero es indispensable saber ordenarlas. Esos son los pequeños detalles que hacen grande un amor.
«Nuestro conjunto representa la esperanza de ser mejores seres humanos y ayudar a los demás para que también lo sean —puntualizó. Si seguimos siendo fieles a ese pensamiento, habrá Korimakao para 20 años más».