Música por la vida Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:20 pm
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Uno de los más importantes guitarristas y compositores contemporáneos, Leo Brouwer, ha sintetizado el proceso histórico de la guitarra en Cuba, devenido en escuela, expresando que esta es «la suma de elementos técnicos, un repertorio y una sensibilidad de los guitarristas y creadores hacia ese instrumento, la guitarra». Pero ciertos recursos, por sí mismos, no bastarían para definir un fenómeno tan complejo; es necesario la existencia de un status, un ambiente que la propicie y una perspectiva histórica.
En rigor, la técnica provino del compositor y guitarrista español Emilio Pujol —discípulo de Francisco Tárrega, fundador de la escuela moderna del instrumento en España—, maestro de Isaac Nicola, quien hace un nuevo ordenamiento de los programas de estudios y los amplió en años y en contenido; y la renovación de la técnica, de Leo Brouwer. Un repertorio básico derivado de la obra de Brouwer, y el surgimiento de una generación de compositores que nace, precisamente, de la conjunción de los tres factores anteriores. De manera que son tres elementos: técnica renovada, obras básicas y una nueva generación de compositores.
Pero todo comenzó en el mismo momento de la conquista/colonización de Cuba, sin embargo, no es hasta la segunda mitad del siglo XIX que aparece un guitarrista de cierta significación para el desarrollo que tendrá el instrumento años después: José Prudencio Mungol, y a finales del siglo, en Santiago de Cuba, se da a conocer José (Pepe) Sánchez, iniciador y máximo impulsor del movimiento trovadoresco.
Desde las primeras décadas del siglo XX, la escuela del maestro español Francisco Tárrega, la venían aplicando en la Isla Pascual Roch, José Vallalta y Clara Romero de Nicola; esta última inició la enseñanza oficial del instrumento en el Conservatorio Municipal de La Habana, fundó la Sociedad Guitarrística de Cuba y la revista Guitarra.
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La guitarra en la Isla tiene una función meritoria en el desarrollo histórico de la canción, y bien podría asegurarse que sin el instrumento no hay trovadores. Una figura relevante en este proceso es Sindo Garay, poseedor de una intuición musical extraordinaria, que se destacaba por las evoluciones armónicas que hacía en la segunda voz. Sindo formó, junto con Alberto Villalón, Rosendo Ruiz Suárez, Manuel Corona, Eusebio Delfín, Patricio Ballagas, Salvador Adams, y Pepe Bandera, el Trío Matamoros y Francisco Repilado (Compay Segundo), entre otros, lo más granado de la canción de su época. Igualmente relevante fue la incorporación del instrumento a los sextetos, septetos y conjuntos de son. Sin embargo, en el son, como en la samba brasileña, la guitarra tiene una función más percutante que melódico-armónica.
Cuatro guitarristas marcan la historia del instrumento en la década del 40: Severino López, que estudió en España, José Rey de la Torre, Juan Antonio Mercadal y Elías Barreiro, quien realizó versiones para guitarra de la música clásica dedicada a otros instrumentos.
En este período, el movimiento trovadoresco comenzó un proceso de renovación en el acompañamiento y la armonía, y fueron, aunque no los únicos, Panchito Carbó, Roberto García, Joaquín Codina, Salazar Ramírez, y el más importante desde el punto de vista de la guitarra: Vicente González-Rubiera (Guyún). Todos fueron, de cierta manera, precursores o puente, entre la trova raíz y el movimiento filin, en el cual la guitarra alcanzó una nueva dimensión expresiva en su modo de hacer, de decir la canción y la forma de acompañarse.
Ñico Rojas, César Portillo de la Luz, Froilán Amézaga, Roberto González-Rubiera (Guyún II) y Martín Rojas, aunque en diferentes dimensiones, fueron los guitarristas más destacados del filin. Pero una nueva generación surgió, y como guitarristas acompañantes de la canción filin, sobresalieron, Rey Montesinos, Pablo Cano, Juanito Martínez y Rey Ugarte.
Juanito Márquez descolló por sus cualidades como armonista y compositor; Octavio Sánchez (Cotán) por desplegar una rica imaginación y seguridad en el punteo; Manuel Herrera Drake y Juan José Suárez por dedicarse a ejecutar el danzón en la guitarra, con gran acierto y buen gusto.
Andrés Hechavarría (El Niño Rivera), poseedor de una sólida formación técnica en su instrumento, el tres, aportó al movimiento filin importantes obras desde el punto de vista melódico y armónico. El Niño Rivera heredó una tradición que cuenta con importantes cultores, entre ellos Isaac Oviedo y Arsenio Rodríguez, y que continúan hoy Papi Oviedo, Pancho Amat y Efraín Ríos. Pero es en el son donde la presencia del tres es ineludible, tanto como el laúd para la música campesina, instrumento en el que se destacó Miguel Ojeda y hoy, Barbarito Torres.
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El repertorio de la guitarra en Cuba anterior a 1959 se enriquece con las obras de los compositores no guitarristas y con las de otros que, conjugando la composición con su quehacer como intérpretes le han dado un impulso vital. Entre otros, es quizá José Ardévol el primero en plantearse la necesidad de componer para el instrumento y su Sonata para guitarra sola lo inscribe entre los autores que han dejado su acento en el repertorio latinoamericano de música para guitarra.
Creadores no guitarristas han contribuido al repertorio para ese instrumento: Natalio Galán con su Concierto para guitarra y orquesta de cámara; Julián Orbón con Preludio y Tocatta; Héctor Angulo con Punteado; Harold Gramatges con Suite; Carlos Fariñas con Música para dos guitarras; y Sergio Fernández Barroso con Yantra V.
Jesús Ortega, guitarrista, investigador y transcriptor de música antigua, ha realizado, junto a Brouwer, una ingente labor de divulgación de la música para ese instrumento en recitales organizados por el Cine Club Visión; pero también nos ha dejado como compositor piezas como Recitativo y fuga, Preludio y Picassiana núm. 1.
Ildefonso Acosta es un guitarrista y compositor versátil. Prelude, Poema y Tu nombre de mujer son obras que nos muestran a un creador maduro y dueño de un aparato conceptual y técnico.
A Manuel Barrueco sus contactos con el compositor japonés Toru Takemitsu, y las versiones para la guitarra de obras de Chick Corea y Keith Jarrett, le han ganado un merecido prestigio internacional.
Una nueva generación de compositores no guitarristas escribieron obras que enriquecieron el repertorio para este instrumento como Jorge Garciaporrúa con La guitarra es..., Tres para guitarra y Maletín al hombro; Armando Trujillo con Trío; Calixto Álvarez con Música incidental para dos guitarras, órgano y percusión, hecha sobre la puesta teatral La excepción de la regla, de Bertolt Brecht; Ernesto García León con Ni lo pienses; y Julio Roloff con Homenaje a John Lennon y Trío.
Podemos decir que dos de las cualidades como intérprete de Sergio Vitier son su formidable mano izquierda y un potente volumen sonoro que saca de su guitarra. Como compositor no se ha dedicado a escribir solo para el instrumento, sino que lo ha insertado en obras donde intervienen los tambores batá y la tumbadora. Fruto de este quehacer son, entre otras, Raíces y Acerca de un tema yoruba.
Flores Chaviano es compositor de amplio diapasón estilístico y temático. Efraín Amador ha trabajado con diferentes aspectos temáticos en su producción para la guitarra, e introdujo el tres y el laúd en la Enseñanza Media y Superior, la cual ha enriquecido con obras propias para estos instrumentos. Martín Pedreira, con su Suite simple, aporta nuevos elementos expresivos al instrumento, a la vez que ha realizado la transcripción de las obras para guitarra de Ñico Rojas.
Aldo Rodríguez tiene una singular carrera como intérprete, y ha compuesto Veinte pequeñas piezas para guitarra, con el objetivo de introducir a los estudiantes en el mundo sonoro de la polifonía. También podemos mencionar a su contemporáneo Luis Manuel Molina autor de Serenata del ángel, una de sus piezas más importantes.
De Joaquín Clerch, que como compositor ha escrito Guitarresca, Omaggio y Yemayá, el profesor estadounidense Eliot Fisk ha dicho que «es una mezcla rara de inteligencia en una persona de cualquier edad y mucho más inusual si se tiene en cuenta su relativa juventud. Él es técnica y absolutamente seguro, musicalmente sensitivo, intelectualmente despierto y aplicado».
Eduardo Martín, inquieto compositor y guitarrista, se interesa no solo por su creación personal, sino que se ha convertido en un importante promotor del instrumento, a la vez que como autor, con Acrílicos en el asfalto, ganó un premio en el Concurso Internacional de Guitarra de Radio Francia.
El jazz en la guitarra ha contado entre sus cultores a Isidro Pérez (Isito), Manolo Saavedra, Enrique Bellver, Pablo Cano, Carlos Emilio Morales, con dominio de la técnica clásica, y facultades para improvisar; Pedro Andrés Jústiz (Peruchín II), Ahmed Barroso y Jorge Luis Valdés Chicoy, son tres de los más talentosos ejecutantes del género en la guitarra. En la creación jazzística destaca Jorge Luis Triana, quien en 1998 obtuvo el Primer Premio Iberoamericano de Jazz (Iber-Jazz’98) con su obra Reflexiones. Moviéndose en varias direcciones estilísticas, se destacan en el rock, Pablo Menéndez y Carlos Alfonso Valdés.
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A diferencia del filin, en el cual hay un estilo, una manera de armonizar que se distingue rápidamente, en la Nueva Trova, la manera de hacer es más variada desde el punto de vista estilístico y armónico, como resultado de las diferentes influencias de las que parten sus más destacados creadores e intérpretes: Pablo Milanés, acertado en su acompañamiento, despliega correctas armonizaciones y buen gusto. En Silvio Rodríguez es indudable su deuda con el rock, la música latinoamericana y la clásica, en sus presentaciones suele preparar a su auditorio a veces, con largos preludios de una gran belleza que prueban cuánto ha alcanzado este artista en recursos expresivos en el instrumento; Santiago Feliú —un caso sui generis, toca a la mano zurda con la encordatura a la derecha cuando lo normal es hacerlo al contrario; y Carlos Varela es uno de los más originales guitarristas en los últimos tiempos.
Pedro Luis Ferrer, como guitarrista, en la historia de la canción es un caso aparte. Es un concertista, tiene un potente sonido y un extraordinario despliegue técnico. Puede afirmarse que si se prescindiera de la voz, los acompañamientos de sus canciones quedarían como obras en sí mismas, de un gran valor musical intrínseco.
Esta sintética historia no puede terminar sin mencionar uno de los más importantes acontecimientos que forman parte, por derecho propio, de la historia del instrumento: los 12 festivales internacionales, fundados y presididos por Leo Brouwer, hazaña que solo pudo ser posible por su prestigio a nivel mundial y su indiscutible liderazgo como creador. Por ello, junto a la gran familia de las cuerdas pulsadas, Cubadisco le homenajea.
*Radamés Giro es guitarrista e investigador. Una de sus obras cumbres es el Diccionario enciclopédico de la música cubana.