Lucía Sanz, directora de Pionero. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:15 pm
«El secreto está en cerrar los ojos y volver atrás en el tiempo. Retrotraerse. Sentir la esencia de esos años. Para nadie es un misterio que la adolescencia constituye una etapa compleja y, por tanto, trabajar para ese grupo etario deviene una tarea desafiante, pero de un encanto especial», asegura Lucía Sanz, directora de la revista Pionero.
Hace medio siglo, el 25 de noviembre de 1961, vio la luz esta revista, como órgano en aquel momento de la Unión de Pioneros de Cuba, hoy Organización de Pioneros José Martí.
«De sus páginas salieron personajes como Elpidio Valdés y Cecilín y Coti, así como algunas de las primeras entrevistas hechas a glorias del deporte, entre otras Erick López y Omar Linares».
Dirigida esencialmente a los estudiantes de la enseñanza secundaria —aunque reciben correspondencia de chicos de primaria, preuniversitario e incluso de personas de la tercera edad—, su propósito fundamental es reflejar la vida de los adolescentes cubanos desde la cultura, el deporte, el arte y la historia.
«Tratamos de fomentar el hábito y gusto por la lectura, contribuir a la formación de valores, apoyar en el proceso educativo y potenciar el conocimiento y continuidad de las tradiciones de cada territorio del país».
Nuestros jóvenes lectores son los protagonistas y trabajamos para que se sientan identificados y representados, refiere la directora de este colectivo, unido por el deseo de llegar con más fuerza al corazón de su público.
Entre los tópicos más gustados y seguidos están los referidos a la sexualidad, los de cocina y los relacionados con las nuevas tecnologías. La mayor parte de las temáticas abordadas provienen de sugerencias realizadas por los mismos estudiantes.
Un elemento que caracteriza el quehacer de la publicación es la retroalimentación, y una forma de potenciarla es mediante la promoción de concursos, muchos de estos coordinados con organismos como ETECSA y la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial (OCPI).
«En estos certámenes participan escolares de todas las provincias con trabajos muy buenos, los cuales posteriormente son publicados en la revista y en el sitio web, como una vía de tributar a ese sentido de pertenencia».
El colectivo de Pionero —merecedor de múltiples lauros como Los zapaticos de rosa, La rosa blanca y variados premios en el Concurso Nacional de Periodismo Científico Gilberto Caballero— manifiesta tener un compromiso cada vez mayor, ya que según ha podido constatar en encuentros con profesores y estudiantes, los trabajos publicados son utilizados como material para la docencia.
De la revista se imprimen 115 000 ejemplares mensualmente y una parte de estos se destina a centros escolares y bibliotecas. Como sucedió con muchas de las publicaciones de la Editora Abril, durante la etapa del período especial Pionero desapareció, pero reapareció el 4 de abril de 1999.
Desde esa fecha la labor de la revista se ha intensificado mediante la concepción de otras publicaciones como tabloides, afiches didácticos y libros muy solicitados en eventos como la Feria Internacional del Libro. Este año se presentaron títulos como Leyendas con aroma de… y Días de manigua, así como cuatro volúmenes para colorear.
Gladys Gómez, directora artística, refiere que uno de los mayores desafíos radica en conservar la fuerte tradición que dentro de las páginas de la revista siempre tuvo la historieta. «Este es un recurso artístico con el cual podemos estrechar vínculos con nuestro público y abordar las temáticas más complejas»
Para Eliurka, joven periodista, comenzar a trabajar en la revista significó un choque fuerte, pues todo el estilo que se crea en la academia hay que cambiarlo para adecuarlo a las exigencias de una publicación como Pionero. «Cuando llegué aquí pensé que sería muy fácil redactar para adolescentes. Sin embargo, al concebir un discurso debemos tener presente que no puede ser muy “abajo”, porque entonces el adolescente piensa que lo están tratando como niño de primaria, y si lo haces muy “elevado” entonces lo verán aburrido y tampoco lo leerán. Buscar ese equilibrio hace que la labor sea más exigente».
El nuestro es un público que no se anda con medias tintas; es muy sincero a la hora de opinar acerca de un material publicado, resume la directora Lucía Sanz. Trabajar para los adolescentes puede ser difícil, pero escribir para ellos significa un privilegio», concluye.