Sergio Trabucco Todo comenzó en Viña del Mar. Al menos, a partir del Festival de Cine de Viña del Mar de 1967 se comenzó a hablar del Nuevo Cine Latinoamericano (NCLA), aunque las primeras señales se pueden descubrir a finales de los años 50. El cineasta chileno Sergio Trabucco, productor de películas como Largo viaje, de Patricio Kaulen; El chacal de Nahueltoro, de Miguel Littín; y Palomita blanca, de Raúl Ruiz, invitado a la fiesta cubana del cine, fue testigo del gran acontecimiento, que ahora recuerda para los lectores de JR.
«Tengo que decir que ese encuentro fue una casualidad histórica, porque habían existido con anterioridad otras iniciativas, sin embargo, esa vez Aldo Francia lanzó una convocatoria a los cineastas de la región y envió un emisario por América Latina. Alfredo Guevara, por ejemplo, llegó con un grupo muy relevante de realizadores del cine cubano, Glauber Rocha igual, de modo que en Viña del Mar se reunió una generación notable e irrepetible de realizadores que, en lugar de mirarse el ombligo, hicieron un cine muy relevante, al tiempo que optaron por ligarse con el mundo de la política: Humberto Solás, Eliseo Subiela, Miguel Littín, Glauber Rocha, Octavio Cortázar... Y eso hizo diferente a esta cita cinematográfica.
«También fue un momento en que nuestros pueblos vivían en plena ebullición, en que se dio un ascenso del movimiento de masas, lo cual proporcionó solidez al incipiente movimiento», cuenta este destacado intelectual que cursó estudios de cine y teatro.
«Al año siguiente, nos volvimos a encontrar en Mérida y en 1969 nuevamente en Viña del Mar, lo que completó el «nacimiento». Después vino el triunfo popular en Chile y decidimos dedicarnos a apoyar la campaña presidencial, pues veíamos una oportunidad para el triunfo por la vía electoral. Nos jugamos esa carta y ganó Allende. A partir de ese momento, asumimos tareas políticas y nos desviamos del festival, hasta que el golpe militar de Pinochet nos cambió la vida: la clandestinidad, la lucha, la prisión, los desaparecidos...
«Con Alfredo Guevara nos vimos otra vez en 1974, en Caracas, donde creamos el Comité de Cineastas de América Latina, un comité de solidaridad a favor de la inmensa cantidad de personas que se estaban apresando, torturando, despareciendo y matando no solo en mi país, sino también en Argentina, en Bolivia, en todas partes».
—¿Qué los empezó a unir como movimiento, que apareció esta clasificación para nuestro cine?
—En varias ocasiones se ha reclamado que el NCLA no tiene una identidad desde el punto de vista formal, como el Neorrealismo, por ejemplo, pero siempre hemos planteado que un cine revolucionario como el nuestro debe ser abierto, múltiple, diverso, y está claro que nuestras cinematografías marcan sus diferencias, pero muestran temáticas comunes, como también es muy similar la manera como llegan al público y como reflejan la historia y las realidades concretas de nuestros países. El movimiento siempre fue más que la simple sumatoria de cinematografías nacionales.