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El periodista Filiberto Pérez presenta su libro Por el reino del asombro

El autor, conocido por sus columnas de opinión y reportajes críticos en el periódico provincial de Ciego de Ávila, ofrece ahora un compendio de crónicas curiosas

Autor:

Juventud Rebelde

Foto: Nohema Díaz Muñoz CIEGO DE ÁVILA.— Fue una tarde, que amenazaba con agua. En el programa se leía que el periodista Filiberto Pérez Carvajal presentaba su libro Por el reino del asombro. Y así, con el temor de sufrir un baño bíblico pero con la expectativa que nace del quehacer de un amigo, nos fuimos a la presentación.

¿De qué era el volumen? En el plegable decía que de crónicas, seguidas de un adjetivo: curiosas. Y de esa unión —entre lo curioso y el ejercicio del cronista—, es que nos preguntábamos: «¿Qué habrá hecho el Fili?». Porque Filiberto es conocido por sus columnas de opinión y sus reportajes críticos, que aparecen en las páginas del periódico Invasor; sin embargo, si comentó de este volumen, fue a unos pocos.

«Es que ni pensaba publicarlas —explica él. Las tenía guardadas y en Ediciones Ávila me sugirieron que las trabajara un poco más, desarrollara algunas ideas en unas, puliera otras y al final las compilara en un libro. Así nació Por el reino del asombro».

—¿Por qué decidiste utilizar la crónica, como género periodístico, a la hora de abordar las curiosidades?

—Yo nunca pretendí darle el título de crónicas. Respeto mucho ese género. Para mí, realmente, son anécdotas, relatos que uno arma a partir de la información que posee; pero crónicas... Que los teóricos den sus afirmaciones; Yo no me atrevo.

—¿Cómo surgieron esas —pudiéramos decir— anécdotas curiosas?

—Fue cuando trabajaba en la emisora provincial Radio Surco. Escribía para un programa, la Descarga Total, que está dirigido a un público amplio, y me dedicaba a buscar curiosidades o información que pudiera tener algo sorprendente.

—¿Por cuánto tiempo acumulaste curiosidades?

—Por tres años y con mucha paciencia.

— Y el olfato para las curiosidades, ¿lo tienes innato o lo desarrollaste con el tiempo?

—Lo segundo es lo más exacto. No creo tener ningún olfato especial. Lo único que trataba, en aquel tiempo, era de ponerme en el lugar del oyente. Buscar qué le interesaba, qué podía despertar su atención aunque solo fuera unos segundos. La curiosidad es lo que se sale de la cotidianidad. Ella convive con nosotros, solo que hay que tener ojos para encontrarla.

— ¿Era difícil el proceso de búsqueda?

—No me pareció. A lo mejor es porque me gustaba y lo tenía insertado en mi vida. Siempre andaba con una libreta y un bolígrafo, y cuando encontraba algo lo anotaba. Mira, a veces lo curioso está detrás de un detalle poco mencionado de una personalidad o un objeto muy famoso. El elemento que le dio la fama, ha terminado por opacar otros o uno; y ahí hallaba la curiosidad: en lo poco mencionado.

—¿Cuál fue el mayor obstáculo en tus curiosidades?

—Escribirlas. Sí, no te asombres. Armar un discurso lo más potable y criollo posible. La radio es síntesis, y a la hora de armar el libro me vi en una revisión constante. Los adjetivos molestan mucho en ocasiones. Creo que hoy, con el libro publicado, hay cosas que cambiaría.

—¿Dentro de tantas curiosidades, cuáles te llamaron la atención?

—Oye, eso es como pedirle a un padre que diga públicamente a cuál de sus hijos quiere más.

—Bueno, entonces, ¿cuáles te sorprendieron más cuando las descubriste? Al menos di tres.

—El carácter de Kafka me impactó y, sobre todo, porque a veces prefería estar solo, alejado incluso de las mujeres, y eso que amó mucho a su mujer. Lo controvertido que era Octavio Paz, el intelectual mexicano. Tan agudo, tan visionario y tan conservador en ocasiones. El rescate que pidieron por el inca Atahualpa, algo desproporcionado para la época. Y hubo una que me impacto bastante. Que el profesor Medardo Vitier, el padre de Cintio Vitier, aprendió el idioma alemán con 70 años. Es para ponerse a pensar.

—Según tu libro, ¿cómo el famoso aventurero Giacomo Casanova reforzaba su vigor sexual?

—Bueno, los detalles están en el libro; pero dicen que era por el chocolote. Parece que Casanova le tenía mucha fe.

—¿Y tú?

—Yo tomo muy poco chocolate.

—¿En qué trabajas ahora?

—Tengo una deuda de investigación sobre el pueblo de los Chivos, que es Gaspar, mi terruño, en el municipio de Baraguá, así como un ensayo a medio terminar sobre los perros...

—¿Y por qué no lo terminas?

—Es que tengo miedo.

—¿A qué?

—Al papel en blanco.

—¿Cómo es eso?

—Yo soy un cobarde a la hora de escribir. Hacerlo es un acto de responsabilidad y de honestidad consigo mismo, yo no quiero chapucerías. Pero no te preocupes, algún día el miedo se irá.

—¿Y cuándo será?

—Pronto, no te preocupes.

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