El grupo Integración, dirigido por Racial Reyes estrena María Moñito en el Teatro Fausto, de la capital cubanaEl teatro musical con títeres siempre ha estado en el centro del interés de Racial Reyes. Ese es precisamente el género del más reciente estreno de Integración, colectivo que encabeza el laborioso director. María Moñitos se titula el espectáculo que, estrenado en el Teatro Fausto, parte de un conocido texto de Celia Torriente, musicalizado por Enriqueta Almanza.
La trama de María... es sencilla, e incluso ronda lo elemental. Un revoltoso vecino le hace sucesivas maldades a la protagonista al tiempo que la despista haciendo recaer la culpa en un tercero. Mas ella consigue tenderle una trampa, capturándolo y dándole una lección.
Estructurada de una manera discontinua donde se alternan los fragmentos dialogados con los cantados, la obra apela a mecanismos comunicativos de probada eficacia. La acción se ubica en el contexto de un vecindario donde conviven los involucrados. El lenguaje es directo y el acontecer fluye sin dificultades. Es cierto que el conflicto no es fuerte, pero eso se debe a la vocación sainetera del texto, pues a la autora le interesa más recrear una estampa donde afloren costumbres y modelos de conducta, que en urdir una intriga compleja.
Uno de los ganchos más poderosos de María... lo constituyen las canciones capaces de conseguir una conexión directa con el público al que van dirigidas. La pieza atrae no solo porque reproduce un esquema típico de la comedia donde el comportamiento vicioso recibe un castigo operándose en él una reforma, sino, además, por la agilidad de los diálogos y la cercanía de los personajes con los referentes de que disponen los espectadores.
Cuando escasean los espectáculos musicales, la puesta de Racial Reyes se agradece. Él supo mover a sus actores con soltura en terrenos poco visitados por nuestros elencos, como son el canto y el baile. El ritmo dinámico, el interés por subrayar gestos, entonaciones o posturas que nos remiten sin dificultad a los modelos escogidos, constituyen innegables aciertos del montaje. Resulta palpable el hecho de que Reyes enfatizó el trabajo en la manipulación al tiempo que simultaneó a los personajes (cada uno de ellos es asumido por dos actores a la vez), haciendo uso, al unísono, del títere y del actor en vivo.
La puesta es ambiciosa por el despliegue de escenografía, vestuario, muñecos y música, sobre todo si tomamos en cuenta las carencias del teatro cubano de estos tiempos. Estos aspectos junto al acento vernáculo constituyen el punto fuerte de la propuesta.
Héctor Huerta concibe una escenografía funcional y gráfica, capaz de recrear el contexto en que se desarrolla la acción. El decorado apela al colorido, al atinado uso de las formas y a una disposición espacial que permite a los intérpretes moverse con libertad. El diseño de los muñecos estuvo a cargo de Aída López Mata, Juan Delgado y Jorge Cordero. Este trío de creadores consiguió dotar a las figuras de encanto y vigor. Otro tanto ocurre con el vestuario, del propio Cordero, capaz de atrapar la esencia de cada personaje.
La música de Enriqueta Almanza deviene uno de los principales atractivos del espectáculo. Esta afirmación se sustenta tanto en su calidad como en su capacidad para entrar en contacto franco y directo con el universo del niño, sin dejar de seducir a los espectadores de más edad. Con respecto a este rubro es preciso señalar el destacado valor de los arreglos de Pedro Leonard, capaces de dotar la partitura de una sonoridad contemporánea, así como la ejecución de la orquesta Integración.
El nivel de las actuaciones es aceptable, máxime si tomamos en cuenta el hecho de que se trata de un espectáculo musical. Destreza en el baile, afinación e interiorización, terminan siendo los puntos fuertes del trabajo del elenco. Si algo hay que señalarles es el hecho de que los fragmentos cantados, por momentos, no se escuchan con nitidez. En cuanto a las individualidades lo más sobresaliente es el trabajo de Idalmis Cordero. La actriz consigue a fuerza de gracia y picardía una creíble y gozosa encarnación del personaje negativo. Leonel Vázquez es otro que labora con organicidad devolviéndonos una imagen clara y sincera de la criatura que le es encomendada. Indiana Peddie impregna a la protagonista de un aire de frescura que viene muy bien al montaje. En tanto que Teresa Martínez da muestras de oficio en su desempeño.
Con la puesta en escena de María Moñitos, la tropa de Integración asume un reto difícil del que salen bien parados. Con su música en vivo, la correcta faena de los actores —cuya capacidad para bailar y cantar es casi una rareza en nuestro contexto—, el despliegue visual alcanzado y la capacidad de comunicarse con el público, la propuesta de Racial Reyes resulta un producto de interés.