Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Rebeldía adolescente o falsa moral de los adultos?

Nils Arne Kastberg, director regional de la UNICEF para América Latina y el Caribe, dialogó con este diario sobre el «adultocentrismo» 

Autor:

Mario Cremata Ferrán

Para este alto funcionario de la UNICEF los últimos cuatro años han sido como volver a sus raíces: «Algo que a mi corazón le encanta hacer, que es dar “alguito” de tiempo a una región que me dio tanto».

Kastberg entregó a La Colmenita la placa que los acredita como Embajadores de la UNICEF. Foto: Calixto N. Llanes El 1ro. de septiembre de 2003 Nils Arne Kastberg fue nombrado director regional de la UNICEF para América Latina y el Caribe. Si bien es cierto que todavía no encuentra el sosiego en el que algunos cifran la felicidad, tampoco lo echa de menos. Eligió su destino y pudo realizarlo.

Aunque su tierra natal es Suecia, desde pequeño ha tenido regresos recurrentes a este continente. El año 1980 marca su iniciación profesional en la ONU, y a partir de 1998 fue designado al frente de la Oficina de Programas de Emergencia en la sede del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en Nueva York.

En ese puesto supervisó arriesgadas operaciones en Kosovo, Afganistán y más recientemente en Iraq y Liberia. Ahora permaneció tres días en Cuba. Horas antes de partir a Panamá concedió esta entrevista a JR.

—En los años 80 se hablaba de la generación X o perdida para catalogar a una juventud descontenta, difusa, adicta, desempleada... que hoy son padres. ¿Qué avizora para las próximas décadas?

—Nunca antes una generación joven ha tenido tantos medios y dispositivos para ejercer influencia; ahora, ¿estamos potenciando eso? A veces se habla de la división informática, o sea, la gran disparidad que se puede dar hacia el futuro entre aquellos que tienen la posibilidad y saben manejar Internet y aquellos que no. Ciertamente esa es una de las grandes divisiones entre jóvenes que son alfabetizados y los que son analfabetos en este tipo de contexto.

«La sociedad actual no siempre favorece el aprendizaje de las habilidades para la vida. Desde hace tres lustros la UNICEF ha estado apoyando a Cuba justamente en el programa Educa para la vida. Pero también es preciso actualizar estos mensajes, porque los que funcionaban hace 10 o 15 años hoy no lo hacen.

«Otra área que estamos tratando de impulsar es lo que llamamos desarrollo adolescente. Venimos de una generación en que se habló y se empezó a permitir la participación adolescente. A menudo el hecho de que en Latinoamérica los chicos no terminen la secundaria se debe a que la escuela es irrelevante para ellos. Ahí tenemos que recapacitar: ¿por qué el crimen, las drogas y tantas cosas destructivas están siendo más atractivas para el adolescente que la escuela o el medio familiar? «En gran parte porque vivimos en una sociedad extremadamente “adultocéntrica”, que considera que el adulto sabe más que el adolescente. Estamos de acuerdo en que uno puede tener más experiencia de vida, pero eso no significa que el otro no la tenga. Si existiera una relación más horizontal y respetuosa entre ambos, se facilitaría el diálogo intergeneracional.

«Esta cuestión me lleva a otro tema que hemos descubierto en el contexto del Informe sobre Violencia en contra de la Niñez y la Adolescencia, que se presentó a la Asamblea General el pasado año. En el mismo se revela que anualmente en Latinoamérica un promedio de 80 000 menores de 18 años mueren a consecuencia de la violencia intrafamiliar; o sea, tenemos a mayores asesinando con total impunidad.

«En cambio, si un adolescente mata a otro adolescente o a un adulto, sale en todos los periódicos como la gran noticia. Mucha gente joven ve la discriminación hacia ellos en el modo en que son retratados por los medios de comunicación.

«Cada año mueren entre 20 000 y 23 000 mujeres desangradas al dar a luz. Si en igual período murieran 23 000 soldados, ¿cuántos discursos pronunciarían los gobernantes?, ¿cuántas marchas de honor y cuántos monumentos se levantarían? Entonces no me explico por qué continúa el silencio alrededor de estos hechos. Hay una especie de hipocresía y un “adultocentrismo” que frustra a los adolescentes de hoy. Por eso la juventud rebelde no es que sea rebelde; en realidad está revelando la falsa moral de los adultos.

«Pueden ser muchas las posibilidades, pero si los más grandes continúan censurando a los más jóvenes mientras ellos mismos cometen barbaridades, es inevitable la división. Así que este sería el mensaje para el mundo adulto: no impidan, faciliten; no traten de controlarlo todo, abran las puertas porque los jóvenes más que nunca pueden acelerar los cambios que necesitamos».

—¿Son las legislaciones actuales en torno al derecho de la Infancia lo suficientemente abarcadoras para cubrir las problemáticas cada vez más complejas en un contexto global?

—No. Particularmente en asuntos migratorios, por ejemplo, ¿cómo se trata a los niños africanos en Europa?, ¿o a adolescentes latinoamericanos en Estados Unidos? Desde la perspectiva de la Convención de los Derechos del Niño ellos deben tener acceso a la salud y la educación independientemente de su estatus migratorio. Ahora en países como Argentina cualquier paraguayo o boliviano en esa situación tiene estos derechos, pero son pocas las naciones que lo han establecido.

«Otra cuestión es el tráfico y la trata. Europa genera el 25 por ciento de estos índices a nivel mundial. A cada rato se autoproclaman “modelo” de tantas cosas y sin embargo han sido incapaces de fomentar mecanismos de protección para reducirlos. Las redes pedofílicas están desarrollándose, y como los afectados son niños de otras regiones, no les importa. Definitivamente sí vemos grandes problemas donde la legislación para preservar a los más pequeños no está».

—¿Cuál sería la fórmula para un mayor protagonismo de la UNICEF en tiempos de globalización neoliberal y guerras imperiales? ¿Acaso una revitalización de las Naciones Unidas como organismo rector?

—La ONU está sujeta a cómo los 192 países miembros respondan. Como sistema, hemos logrado establecer una serie de convenciones que equivaldrían a una Constitución para un estado, pero muchos aprueban estos convenios y después no los aplican en sus respectivos países.

«Una revitalización de las Naciones Unidas implica que todos sus integrantes reconozcan que la gran soberanía no es territorial. En este mundo globalizado la soberanía se traduce en la medida en que ese estado extiende o no un manto protector a sus ciudadanos. Solo así se estará ejerciendo verdadera soberanía.

«Coincidimos en que UNICEF puede jugar un papel proactivo en este sentido y lo que quisiera es que Juventud Rebelde ayude a crear un sentir en la gente de tu edad. Hacia el futuro nosotros tenemos modos más multilaterales de resolver las cosas».

—¿Existe algún mecanismo legal para exigir que los máximos responsables hagan valer lo establecido en la Convención?

—Sí existe. Cuando se instituye una convención se establece un Comité de Seguimiento de los Derechos del Niño que varias veces al año se reúne en Ginebra, Suiza, para elegir 18 miembros. Desgraciadamente, en febrero Latinoamérica pasó de tener tres representantes a solamente uno en esa junta. Cuando los estados presentan sus informes hacemos recomendaciones, pero hay algunos donde nos ha sido difícil divulgar lo aprobado.

—Las cifras de víctimas fatales como consecuencia de la violencia, el incesto, el abuso sobre menores en adopción, la prostitución y el tráfico ilegal son alarmantes ¿Cómo se comportan estos indicadores en América Latina?

—Las estadísticas no son alentadoras. Para que tengas una idea, en el Caribe anglófono el 37 por ciento de los niños y el 44 por ciento de las niñas tienen su iniciación sexual antes de los 12 años. Nosotros le llamamos a eso abuso sexual. Por lo menos hemos empezado a hablar un poco más sobre esos altísimos niveles, lo cual es ya un progreso; pero honestamente es muy difícil porque sobre la violencia existe un manto de silencio. Aunque quisiera, no podría entrar en un hogar y preguntar: ¿usted le pega a su hijo? La temática en sí tiende a generar silencio. No hay buenas cifras y tampoco resulta fácil obtenerlas.

—Si son millones quienes condenan esos crímenes, no son pocos los que demandan acciones más radicales de las autoridades. En este sentido: ¿qué nuevos programas ha puesto en práctica o tiene en perspectiva la UNICEF?

—Lo primero es propiciar un entorno más protector de la niñez, y la sociedad no lo está haciendo. Es prioridad impulsar programas como Educa a tu hijo. Se trata de que la madre le enseñe a su niñita de tres o cuatro años: si un hombre te quiere manosear tú dices que no. Esa pequeña está de cinco a diez veces mejor protegida que el resto. Desde el seno de la familia hasta las políticas de estado tiene que haber toda una planificación.

—Hay un número creciente de infantes cuyo nacimiento siquiera es registrado. ¿Qué nos dice de estos sujetos sin identidad, «sin rastro» de su paso por la vida?

—De los once millones de niños que nacen cada año en Latinoamérica y el Caribe dos millones no son inscritos. Esto quiere decir que muchos están muriendo y de eso no hay registro. Si a uno de esos niños lo roban para adoptarlo la madre no tiene posibilidad de tenerlo de vuelta, porque simplemente no existe. Si uno de esos pequeños fue abusado y murió, no hay modo de demandar justicia por ese acto. Es increíble que en un continente como el nuestro esto suceda.

«En una conferencia en Paraguay, en agosto pasado, se acordó que para el 2010 el subregistro de nacimientos se tiene que reducir a la mitad, y para el 2015 hay que erradicarlo. Aunque en Cuba esto se ha superado, y los felicito en este sentido».

—¿Pudiera aventurarse a un pronóstico para la próxima década, si validamos el auge de las izquierdas en el continente? ¿Qué tipo de impulso pudieran representar estos gobiernos más progresistas?

—En los últimos cuatro años vemos que los programas de transferencias condicionadas han aumentado de unos dos millones a entre 20 y 25 millones de familias que están recibiendo una contribución. Antes no existía esa voluntad por parte de los gobiernos. Ahora se está invirtiendo más en el desarrollo humano que en construir portaaviones o comprar armamento. Se necesita reducir cada vez más el consumo bélico e incrementar el presupuesto social, porque en lo militar es un gasto, y en la niñez una inversión para el futuro regional.

«Puede sonar utópico, pero considero que lo cardinal es no perder la esperanza, porque aquello que nos hace humanos son los derechos; de lo contrario seríamos como animalitos de la selva. No podemos rendirnos en esta lucha por los Derechos Humanos. Si minimizamos esa visión estaríamos renunciando a nuestro ser y consintiendo el exterminio de la especie».

—Muchas veces la UNICEF se ha pronunciado para reconocer la posición de Cuba. ¿Cuál es su visión de la Isla? En su calidad de experto ¿hacia dónde debemos orientar la brújula?

—Lo que sucede en el núcleo familiar, el detectar tempranamente si hay niveles de violencia hacia la niñez, ya sea física o psicológica, es un área a la que debemos prestar mucha atención. Cuando seamos mejores en diagnosticar y en crear metodologías de cómo tu país ha alcanzado los extraordinarios progresos en la protección de la niñez, entonces la UNICEF puede ser un actor de apoyo en su cooperación Sur-Sur, para dar continuidad a esa colaboración con las naciones hermanas. Los grandes logros de Cuba quisiéramos exportarlos.

—Por estos días es feliz noticia en nuestro país el nombramiento de La Colmenita como Embajadora de Buena Voluntad de la UNICEF. ¿Cuáles fueron los principales aportes de esta compañía teatral infantil tomados en cuenta para tal distinción?

—Lo principal es que ellos ya eran embajadores de la niñez, por cómo transmitían el gran aporte de los niños cuando se les da el espacio. La Colmenita refleja lo que con magia y entusiasmo se puede lograr. Al designarlos como el primer grupo teatral en el mundo —justamente un conjunto de niños—, estamos enviando un mensaje y un ejemplo a otros países de lo que todos ellos pueden hacer. La obra de Cremata y su «pequeña» tropa es asombrosa. Nosotros simplemente lo que hemos hecho es reconocer lo que hacía rato ellos estaban demostrando.

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