De izquierda a derecha: Karell, Ramón, Jorge y Mario Quizá la «culpa» fuera de sus padres, amantes fervientes de la música de a mediados de los 50 del pasado siglo, cuando el rock and roll entró en su apogeo y el swing puso de moda a Modermaire, con Glenn Miller al frente, o a los melodiosos The Platters, si de Norteamérica se trataba; o Estela Raval con Los Cinco Latinos en el sur de continente. Mas los padres de Jorge Echevarría hicieron hincapié en que el muchacho escuchara a los representantes del patio como los cuartetos de Isolina Carrillo, Facundo Rivero, Mario Fernández y las Hermanas Lagos, pero, sobre todo, a los fabulosos Los Zafiros (Ignacio Elejalde, Eduardo Hernández, Miguel Cancio y Leoncio «Kike» Morúa). Claro, lejos estaban de pensar que su hijo se convertiría luego en el director del renacido y popular grupo, creado en 1962 por el autor de Yerbero moderno, el guitarrista Néstor Milli y que después sería guiado por Manolo Galván.
Fue en 1987 cuando Jorge conoció del llamado de Eduardo Hernández «El Chino», ex integrante y fundador del cuarteto, quien se dio a la tarea de conformar la agrupación nuevamente, desintegrada en los 70. Y algo tenía muy claro El Chino: «su premisa era respetar el estilo y la sonoridad de aquellos intérpretes que hicieron época», cuenta Echevarría, entrevistado por JR después de saber que este año Los Zafiros cumplirán dos décadas de volver a los escenarios nacionales e internacionales.
«Me presenté a la convocatoria, aunque no tenía muchas esperanzas pues me había graduado de radiología y trabajaba en “Maternidad de Línea”. A mi favor estaba que componía con la guitarra y cantaba, y, además, me sabía muchas de las canciones y conservaba todas las grabaciones. Así que me presenté y me aceptaron.
«Es importante recalcar que Eduardo no estuvo solo en este empeño, sino que fue ayudado por Mariano Suárez del Villar, en aquel momento musicalizador del ICRT. Él se encargó de dirigir la agrupación y de encaminarla con Hernández. En el repertorio incorporamos boleros, guarachas, calipsos, rumba, congas, blues, jazz, chachachá... Y se rompieron todas las expectativas».
Gracias a eso, en 1994 grabaron su primer CD titulado Los Zafiros Dud Dua, con Bis Music, lo que posibilitó que actuaran en Suecia, principalmente en Estocolmo. Después vino la inauguración de su espacio en el centro nocturno La Red. Tres años más tarde partieron otra vez hacia Europa, y específicamente a España, donde repiten en 1998. En 1999 viajan hacia México para actuar en el estado de Mérida. Es a su regreso que llevan adelante su primera gira nacional denominada Los Zafiros a Cuerpo entero, donde promocionaron sus nuevas canciones, sin dejar de interpretar los temas antológicos: Bellecita, Hermosa Habana, La caminadora, Mi oración, Un nombre de mujer (Ofelia), He venido... Y el éxito fue rotundo.
Además de Jorge Echevarría, director, en estos momentos Los Zafiros están integrados por Ramón Espinosa, Mario Pérez, Karell Dorado y el guitarrista José Tomás Díaz, encargado del montaje de las voces y de los arreglos que son aprobados y enriquecidos finalmente por el colectivo, según asegura el primero.
—Desde 1987 a la fecha han tenido algunos cambios...
—Sí, empezamos El Chino, Alberto Caballero, Cristóbal Rivero y yo. Amado Martínez era el guitarrista. Pero han transcurrido 20 años, y eso conlleva a cambios inevitables. Asumí la dirección a partir de 1990, porque El Chino estaba muy mal de salud, y Mariano había fallecido. Entonces, decidí reformar algunos aspectos. Más tarde comenzamos a trabajar en el Salón Rojo del Capri, en 1991.
—¿Constituye algún problema que los integrantes del cuarteto no sean de academia?
—En la agrupación hay quienes han estudiado y también hay empíricos. En lo personal estudié en la Escuela de Superación Profesional Félix Varela y fui evaluado por mi empresa Adolfo Guzmán y el Intitulo de la Música con primer nivel.
«Sin embargo, en Los Zafiros el mayor reto es encontrar a vocalistas con cualidades muy específicas que permitan mantener una armonía singular. La escuela te ayuda a educar la voz, a saberla emplear de una manera óptima, pero no es fácil hallar un contrafalsete o un falsete. Es una tarea muy ardua».
—Algunos se preguntan, ¿por qué si son músicos jóvenes no asumen una música más contemporánea?
—Nuestra agrupación fue formada, como te dije, por El Chino, quien la bautizó como Los Zafiros porque deseaba continuar la obra que habían comenzado nuestros predecesores. Y siempre hemos pensado que estamos comprometidos con él y con el pueblo de Cuba, que añoró por mucho tiempo volver a escuchar aquellas canciones que, de repente, desaparecieron de casi todas las emisoras de radio.
«Cuando debutamos, temimos que el público no nos aceptara pero fue todo lo contrario. Ha sido la gente la que nos ha dado la fuerza para seguir esta línea, que hemos llevado con el respeto y la dignidad de los fundadores. Pero también hemos podido comprobar que la juventud nos sigue. En nuestra primera gira, la mayoría de los asistentes a nuestros conciertos eran jóvenes, que no tuvieron la oportunidad de disfrutar a los antiguos Zafiros. Por eso hemos llegado a los 20 años. Si es así, ¿para qué cambiar el repertorio y la línea del cuarteto?
«No obstante, nos hemos preocupado por crear nuevos temas que se correspondan a estos tiempos, pero sin perder la sonoridad que nos identifica. Mira, hemos sabido que en Miami han querido formar un grupo con este nombre, pero Los Zafiros siempre fueron cubanos, y así permanecerán por siempre. No les daremos el gusto de que nos roben ese patrimonio de nuestra cultura nacional».