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Formar, crecer, crear…

Con la máxima de seguir graduando profesionales creativos y comprometidos con Cuba, el Instituto Superior de Diseño de la Universidad de La Habana llegó a sus primeros 40 años de fundado

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Para Lorenzo Williams Valdez Herrera, el Instituto Superior de Diseño (ISDi) de la Universidad de La Habana encierra casi toda su vida. Tal vez por la obstinada razón del tiempo, este experimentado docente dice profesarle un eterno amor a la institución que recientemente conmemoró el aniversario 40 de fundada.

«Creo que no existe otra escuela en Cuba que sea como el ISDi, donde los trabajadores y los estudiantes sientan la satisfacción plena de pertenecer a una familia», asegura. Ciertamente el orgullo sobrepasa la piel de Lorenzo, y lo hace, incluso, sensible a las parcialidades. Pero todo es lícito cuando las pasiones mueven resultados tangibles.

En sus palabras hay algo verídico e incuestionable: el ISDi es único en Cuba y tal como refleja el eslogan de su campaña, «formar, crecer, crear» ha sido su mayor divisa. Solo en el viejo edificio de Belascoaín, entre Estrella y Maloja, en el capitalino municipio de Centro Habana, se forjan hoy los futuros diseñadores que darán visualidad a las ideas de un país.

Cuatro décadas es mucho tiempo humano, pero poco para una institución de creatividad, innovación y pasión por el cambio. Así piensa otro de los «casi» fundadores del centro, su actual decano, Sergio Luis Peña Martínez, quien se honra, además, con formar parte del primer grupo de egresados del Instituto.

«Fue en 1984 cuando la visionaria intención de Iván Espín, con la sabia comprensión del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, se transformó en un hecho fundacional, al fructificar la idea pionera de tener una universidad para graduar diseñadores en un país del tercer mundo»,  explica sobre los inicios el también Doctor en Ciencias.

A lo largo de estos años, reconoce, hemos vivido en contextos disímiles, enfrentando desafíos difíciles de modelar. «Pertenecimos primero a la Junta Central de Planificación, luego al Ministerio de Economía y Planificación, a la Oficina Nacional de Diseño, al Ministerio de Educación Superior y ahora formamos parte de la Universidad de La Habana».

El cambiante camino no ha sido fácil, según explica Peña Martínez. Y es que, además,  vivieron el tránsito de universidad a Instituto, y actualmente son una facultad de la Universidad de La Habana. Eso sí, enfatiza: «Siempre hemos sido el ISDi, cambiando con Cuba y con el mundo».

Hoy somos testigos de la evolución del diseño en el tiempo, comenta, y de las transformaciones en los procesos formativos y de su capacidad de adaptación contextual, divergente e innovadora; testigos de cómo nuestra facultad entrega cada año cosechas de profesionales creativos y comprometidos.

Sin duda, puertas hacia dentro han transitado generaciones de estudiantes que se convirtieron en diseñadores talentosos, mujeres y hombres reconocidos que lideran sus campos profesionales. Del presente de la institución, su Decano explicó que atraviesa momentos difíciles y desafiantes. «Pero sabemos que las crisis también son una oportunidad que hace brotar lo mejor de cada uno de nosotros,  al exponer al sol patrio nuestra fortaleza y resiliencia», afirmó.

Desde hace un tiempo, el ISDi  presenta problemas constructivos que coinciden con uno de los escenarios económicos más duros del país. Ello puede parecer abrumador para estudiantes y profesores. Sin embargo, Peña Martínez recuerda que cada uno de ellos es parte de una comunidad comprometida que está dispuesta a continuar.

«Mientras celebramos nuestros logros, más que mirar al pasado o llorar por el presente que nos duele, debemos mirar al futuro. El mundo está en constante cambio, Cuba necesita cambiar y nosotros debemos diseñar cada objeto, cada espacio y cada mensaje necesario», reconoce.

La voz de la experiencia

En ese empeño de transformaciones, los docentes, como el propio profesor de Dibujo del ISDi Lorenzo Williams Valdez Herrera, son parte indispensable del camino. Él comenzó su historia en la institución en el año 1987 y, desde entonces, se mantiene impartiendo clases en el prestigioso centro.

Al preguntarle por las principales diferencias entre la etapa inicial y el presente, responde de inmediato: «Los tiempos no se pueden comparar». En los primeros años estábamos comenzando a dar pequeños pasos, y los programas de estudios todavía no tenían una ruta definida, explica.

Durante esos primeros tiempos en su área —el dibujo— el claustro docente de la institución lo conformaron, en lo fundamental, profesores arquitectos. Luego comenzaron a entrar los artistas, agrega quien recibió recientemente un reconocimiento por su aporte a la institución durante más de 35 años de labor.

En la medida en que fuimos graduando a estudiantes los programas tomaron el rumbo de la visión actual. «Resultó un proceso reconfortante porque todo comenzó a funcionar a favor de lo novedoso y, en el caso del dibujo, este respondió más al diseño».

Del mismo modo, cataloga que cada generación responde al momento histórico que vive. Y en el ISDi, dice, ha tenido la posibilidad de ver los cambios desde lo profesional y en las formas de proyectarse ante la vida, de los jóvenes que llegan al centro.

Hoy el estudiante de Diseño entra a las aulas con determinados conocimientos y presupuestos, precisamente por la modernidad de las nuevas herramientas tecnológicas. «Por eso son más fáciles de formar, debido a que están encima de lo que sucede en el mundo contemporáneo», asegura.

Mirando al futuro inmediato, Lorenzo cree que es necesario lograr que el graduado en estos tiempos esté vinculado con mayor fuerza a su país. «Es doloroso pensar que se nos siguen yendo muchos diseñadores. Si queremos trasformar la nación esta profesión constituye una herramienta casi esencial».

Alma de la institución

De ello está consciente Lianet Proenza del Hoyo, presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) del ISDi, como también de la diversidad de criterios que emana de la juventud isdiana. Sin embargo, más que las divergencias, la joven señala la voluntad que existe para trabajar en favor de objetivos comunes.

Según destaca, tras la etapa de pandemia han intentado reactivar las actividades que antaño hacían, buscando siempre que partan de proyectos visuales, culturales y en el ámbito social. Un ejemplo permanente son las exposiciones de carteles donde participan los estudiantes de todos los años. «La más reciente, enfatizó, fue la que hicimos por la causa de Palestina».

La profunda vocación del arte que ha salido del ISDi en estos 40 años, como expresó Lianet, continúa acompañado del trabajo comunitario sin desligarse nunca del diseño. Actualmente, dice, la institución cuenta con proyectos como Manos Mágica y De Corazón, este último vinculado con la labor con niños.

Entre los retos que enfrenta el estudiantado isdiano, la también alumna de primer año en Diseño Industrial reconoce que está el de unificar el centro docente, porque en determinados momentos, debido a la situación constructiva, tienen grupos de estudiantes dispersos.

«El desafío está en transformar esas distancias, en lograr nuevos espacios para compartir y hacer actividades tradicionales como facultad, y para que nadie se sienta aislado en su año», explica quien lleva alrededor de seis meses como Presidenta de la FEU.

Si hay un valor al que no podemos renunciar es al de ser una gran familia, comenta ahora Dayron Giro, estudiante de tercer año en Diseño de la Comunicación Visual. Él ve como fortaleza de la institución el equilibrio dentro del claustro docente. «Contamos con profesores valiosos de experiencia y, a su vez, con sangre muy joven que da frescura a los contenidos».

De manera general, precisa, todavía el diseño en Cuba no se conoce en el grado que se debería. Pertenezco a un centro aún joven, agrega, pero resulta importante en nuestra sociedad que, tanto en el sector estatal como en el privado, se comprenda a fondo la relevancia de esta profesión.

A 40 años de creado el ISDi vuelve la mística de la historia a recordarnos por qué es necesario sostener una obra en el tiempo. Justo en la era de lo visual y lo artístico, el diseño cobra valor y vida en cualquier parte del mundo. Por eso, para transformar cada espacio del país en el presente y futuro, vale la pena seguir contando con los trazos precisos, jóvenes y frescos, salidos cada curso de las aulas.

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