Granjita Siboney, importante sitio en la historia de los hechos del 26 de julio de 1953. Autor: Miguel Rubiera/ACN Publicado: 15/07/2023 | 09:37 pm
SANTIAGO DE CUBA.—El trazo se alza recto, intentado atrapar la hombradía. Y el andar de aquellos que cansados, hambrientos y aguijoneados por el recuerdo de los hermanos masacrados, se internaron en la cordillera de la Gran Piedra para prolongar la osadía, revive entre montañas.
Delinea, prolonga cada letra y siente el aroma del café de Chicha, la cobija del piso humilde y la comida humeante ofrecida por los Rigel, los enigmas de la Cueva de los Chivos; el aleteo de la máquina de coser que remienda la audacia; la reverencia al honor del teniente Pedro Sarría Tartabull en vara en tierra: «las ideas no se matan...».
Alfredo González, escultor y dibujante al frente del Departamento de Restauración, de la Oficina del Conservador de la Ciudad (OCC) y Ariel Rubio, grabador; pintan y se abrazan a la marcha monte arriba, cuesta abajo, del grupo de 19 muchachos, con Fidel al frente, que tras el asalto regresó a la Granjita Siboney y se internó en las montañas intentando salvar los propósitos de la acción; un trozo de aquella gesta menos conocido y cuya huella de abnegación y solidaridad encandila y estremece.
A 70 años del Moncada Santiago rehabilita, lustra, los escenarios vinculados con el histórico asalto, vuelve a la carretera de Siboney, que vio transitar la impaciencia y se empeña para concretar el acariciado anhelo de acondicionar como se debe la ruta de Fidel desde la Granjita hasta su detención en aquel bohío abandonado.
Por eso entre las manos de Alfredo y Ariel cobran formas una treintena de mensajes pintados sobre cotaneras de algarrobo que dan cuenta del recorrido seguido por el joven abogado y sus compañeros, las distancias, referencias sobre los sitios visitados y las familias que les apoyaron, junto a frases y reflexiones sobre el hecho, que en lo adelante señalizarán el trayecto.
Se trata, explica Yoande Barroso Suárez, especialista del museo Granjita Siboney, de entregar a las nuevas generaciones una ruta en la que puedan conocer del hecho, beber de sus esencias y reeditarlo, como es deseo expreso de los moncadistas.
Un equipo multidisciplinario, en el que se abrazan especialistas de varias instituciones de la provincia y el país, a partir de investigaciones realizadas y las propias referencias de los participantes, ha delineado el recorrido y aportado la información que desde las señales, se pondrá a disposición de quienes se acerquen al hecho.
«La historia se conoce, aporta el museólogo santiaguero, incluso en años anteriores la ruta llegó a reeditarse por estudiantes y jóvenes, pero no estaba señalizada; el objetivo es que las nuevas generaciones, los pobladores, logren una aprehensión del conocimiento sobre lo que sucedió en esta zona.
«Hemos creado varias rutas en dependencia de los diferentes grupos etáreos, y sus posibilidades para realizar el recorrido; una por ejemplo, partirá del poblado de Sevilla y avanzará por Soledad hacia el Alto de Ocaña, río Carpintero y así hasta llegar al vara en tierra; otra entra por la comunidad El Sapo; aunque sabemos que no faltarán quienes opten por realizar la ruta original.
«Todo el recorrido estará señalizado y homenajeará a aquellos que ofrecieron ayuda y protección a los moncadistas en la zona: Ángel Núñez, Leocadia Garzón (Chicha), veterana de la Guerra de Independencia; los hermanos Justino y Felipe Rigel, Feliciano Heredia, Alfonso Feal y muchos otros.
«Se han mejorado los caminos, algunos hasta han sido asfaltados, con la intención de que las personas puedan acceder por diversas vías, y se han reanimado las comunidades aledañas, pues aspiramos a que los campesinos de la zona, compenetrados con la historia del lugar donde viven, se conviertan en los más celosos guardianes de ese patrimonio».
Alumnos de la escuela taller Ugo Luigi, por estos días emplazan admirados las señales, en las rutas previamente acondicionadas con el concurso de combatientes del Ejército Oriental, organismos, entidades y empresas santiagueras.
Rostros Imberbes en Villa Blanca
Como es costumbre de cada julio, la otrora Villa Blanca, la casita campestre que luego trascendería como la Granjita Siboney, se puebla de rostros imberbes. Ya no son aquellos «avicultores» que luego devinieron asaltantes de la alborada, sino los noveles alumnos de la escuela taller Ugo Luigi, perteneciente a la OCC, que se encargan del mantenimiento general del inmueble desde donde partieran 129 jóvenes en la madrugada del 26 de julio de 1953.
Los noveles de hoy se abren a la vida desde los horizontes de los oficios y esta vez han puesto sus habilidades en función del repello de paredes, la pintura y reparación del falso techo, la eliminación de goteras en la cubierta, el acondicionamiento de la cerca perimetral, la restauración de la portería de la casa, y un arduo trabajo de la jardinería, entre otras acciones.
Fuerzas de la empresa forestal Gran Piedra-Baconao, combatientes e instituciones de la comunidad les han apoyado, para que la Granjita Siboney muestre sus mejores galas no solo como uno de los escenarios de la gesta del Moncada en su aniversario 70, sino para que además este 23 de julio celebre, con la lucidez que merece, el aniversario 58 de su apertura como museo.
Orgulloso de ser parte de un colectivo que dice distinguirse por su sentido de pertenencia y unidad, Yoande Barroso explica que como es tradición, lo celebrarán junto a los pobladores de la comunidad, en una actividad sociocultural donde reconocerán a los que más les han apoyado y tendrá lugar un conversatorio que esta vez se dedica a la ruta de Fidel por la Gran Piedra.
Y es que por estos días el ayer palpita y se abraza al futuro en la carretera de Siboney, que bien pudiera bautizarse como sendero de juventud.
Un senda, un ideal
Bajo el inclemente sol del mediodía Andrés Esteban Rodríguez, de 23 años, el más joven trabajador de la mediana empresa Dinami_Ka, especializada en labores de construcción, y su padre, Esteban Rodríguez Moya, corrigen grietas, resanan los muros, chapean, en el onceno de los 26 monumentos que a lo largo de 13 kilómetros y medio del vial reverencian el ideal de la gesta del Moncada.
Además del sol y el calor sofocante, les molestan las hormigas, cuenta el muchacho; admite que es difícil, pero continúa en su faena, en fin de cuentas «nada es fácil y hay que hacer para lograr lo que uno desea», asevera, y su convicción recuerda el espíritu de aquellos otros que con similar determinación recorrieron este mismo trayecto hará pronto 70 años.
Más que la historia, a Andrés le encanta pintar; sus ojos refulgen mientras relata cómo lo buscaban para hacer los muñecones del carnaval allá en su natal Chicharrones, y ese ímpetu lo pone en función de los monumentos que restaura.
Las frases, directas, simples, escritas sobre el mármol del sitio en el que trabaja, desatan su curiosidad: Ciro, viajante; Julio, dependiente; Rigoberto, empleado eléctrico. Su realidad laboral le reta a indagar sobre las huellas que ignora de Ciro Redondo García, Julio Díaz González y Rigoberto Corcho López.
La vehemencia y el rigor para trabajar de Andrés y su padre es palpable en el conjunto de las 26 obras, proyectadas hace 50 años por un grupo de 14 jóvenes arquitectos, un diseñador gráfico y un ingeniero, quienes inspirados y dirigidos por el Comandante Juan Almeida Bosque tendrían en esta experiencia su primera incursión en el campo de la escultura monumental.
De debuts sabe la mipyme Dinami_ka, contratada por la OCC para la intervención en los monumentos.
«En septiembre cumplimos un año de fundada; hemos tenido experiencias de trabajo en la Emproy 15, en el proceso inversionista de la empresa procesadora de soya, en la restauración de las esculturas de la avenida Manduley, pero es la primera vez que asumimos una labor de esta envergadura, por la significación histórica, la cantidad de monumentos y el trabajo ininterrumpido para cumplir con el compromiso pactado que implica, según Alberto Couto, uno de los dos socios fundadores de la mediana empresa.
El joven ingeniero mecánico, quien junto a Denis Dinza, comanda los esfuerzos de Dinami_Ka, refiere que la restauración les ha obligado a investigar. «El Conservador de la ciudad nos pidió que los monumentos se llevaran a la concepción original, y eso implicó familiarizarnos con aquellos proyectos, que son todos diferentes, para devolverlos al esplendor que les había quitado el paso del tiempo, la intemperie y hasta algunas agresiones.
«Eso implicó fundir las letras de los monumentos que las llevaban, sustituir las tarjas de mármol donde era necesario, además de las labores de cimentación, cogida de grietas, la colocación de las letras y las astas, la jardinería, entre otros trabajos. Acercarnos a esos proyectos iniciales nos permitió constatar el papel del Comandante Juan Almeida y palpar la relevancia de estas obras, que si bien no llevaron grandes recursos, sí tienen gran significación histórica», comenta Alberto Couto.
Otra vez manos de noveles tocan la hazaña y el conjunto de obras de formas abstractas o líneas puras que desde los límites de la ciudad hasta la Granjita Siboney, cada 100 metros, se acopla desde julio de 1973 en diálogo vital y armónico, con el paisaje circundante, para denotar el ideal popular de la gesta, cobra vida nueva a 50 años de su creación.
Santiago apuesta por la memoria, viva y latente, y recuerda que este fue el primer conjunto conmemorativo ejecutado por su pueblo, sus organizaciones políticas y de masas, para testimoniar la valentía de aquellos jóvenes que recorrieron este sendero rumbo a la historia.
Ajetreo camino a la costa
Al calor del nuevo aniversario avanza la restauración del conjunto monumentario, devenido itinerario patrimonial, pero también la reanimación de toda la zona y el acondicionamiento del vial.
El entorno del otrora camino real de la costa es hoy hervidero de esfuerzos: se asfalta la carretera y se renuevan señales de tránsito, se reparan paradas y se rehabilitan obras sociales en poblados como Sevilla y otros montaña arriba; se construyen viviendas, y se impulsan las grandes inversiones que convergen en el área como la nueva fábrica de cemento o el cementerio de Hicacos.
«Es patrimonio lo que un pueblo quiere», no se cansa de repetir por estos días el máster y arquitecto Omar López Rodríguez, director de la OCC de Santiago de Cuba, quien a cada paso insiste en la convocatoria a vecinos y estructuras de la zona para el acondicionamiento del entorno donde se desenvuelven, y en la utilidad de fomentar una conciencia ciudadana en ese pueblo, para que defienda su patrimonio.
La historia del Moncada hizo notorios los kilómetros de la carretera de Siboney, pero sus valores van mucho más allá para incluir elementos históricos, patrimoniales, económicos, turísticos, emanados de acontecimientos que desde el siglo XVI hasta la actualidad se desarrollaron en los predios de este vial o que se relacionan con él, asegura Aida Liliana Morales Tejeda, jefa del Departamento de Investigaciones Históricas de la OCC.
La especialista habla de asentamientos aborígenes en el trayecto; de su relación con las actividades económicas y defensivas de la ciudad que llevaron a la construcción en la zona de una línea de fuertes, fortines y baterías, para rechazar los ataques de corsarios y piratas, de existencia de enclaves mineros y portuarios en sus inmediaciones.
Para la también presidenta de la filial santiaguera de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), cuenta el papel del otrora camino real de la costa, como escenario de las acciones bélicas de la Guerra Hispano Cubana Americana, que conllevaron el fin del colonialismo español en América, y que tuvo en puntos como Daiquirí, Las Guásimas o San Juan escenarios importantes.
Significó los vínculos de la carretera con la historia del ferrocarril, que trajo auge económico a la zona y el surgimiento de clubes y salones en Siboney que entre las décadas del 30 y el 50 lo convirtieron en sitio de encuentro de las grandes orquestas de la época.
Destacó asimismo el vínculo especial de la carretera con el Moncada y la Granjita Siboney, elementos históricos patrimoniales confluentes de una ruta que eleva su significado y junto a los 26 monumentos emplazados en el trayecto, le convierten en un escenario monumental semiurbanizado de alta significación simbólico-expresiva para la Revolución.
Subrayó también la presencia del Comandante Fidel Castro, quien después del triunfo revolucionario regresó reiteradamente al lugar, muchas veces acompañado de importantes personalidades del mundo y delegaciones extranjeras, y le dio gran importancia a este entorno.
Por estas y muchas otras razones, que ilustran los valores de la emblemática carretera, los especialistas de la OCC han conformado un expediente con el que el importante vial aspira a ser declarado como el quinto de los entornos de la ciudad relacionados con los hechos del Moncada, Monumento Nacional.