Para ver crecer la esperanza (+Fotos)

Cada vez que me preguntan, digo que Mauro está acabando, y es verdad. No hay tranquilidad que se le resista, se roba todos los espacios con sus bailes y sus historias. Desde diciembre de 2018 nuestro corazón es más grande para que quepan él y sus travesuras. Tiene la energía de un niño de su edad, y a nosotros se nos hace difícil correr toda la casa para seguirle los pasos, pero nos encanta. Cuando se va, el silencio abruma. No hay mayor satisfacción que la de ver los juguetes en el piso y las sillas cambiadas de lugar. Mauro es la felicidad. Las niñas y los niños son la felicidad.

En el Día Internacional de la Infancia pensamos en los más pequeños y vemos en ellas y ellos el motivo por el cual querer ser mejores. Se merecen que desterremos de una vez todos los sentimientos negativos que nos acechan, que nos limitan seguir adelante, y que demos rienda suelta a las buenas prácticas con las que se construye una sociedad más justa y equitativa, porque en pocos años serán quienes tomen las grandes decisiones, quienes salven vidas, construyan, siembren, eduquen, canten… y la manera en que lo hagan depende mucho del mundo que le entreguemos.

En ese empeño de asegurar su niñez, Cuba siempre ha dado pasos gigantescos, desde brindarles el acceso a la salud y la educación, hasta implementar políticas públicas en pos de su seguridad y su desarrollo. En el nuevo Código de las Familias, las niñas y los niños quedan especialmente protegidos, previendo que todos los procesos se desarrollen teniendo en cuenta su interés superior y su autonomía progresiva, dándoles la posibilidad de decidir a medida que vayan creando la conciencia y las capacidades para ello, y otorgándoles más derechos.

Ojalá en todas las familias este proceso se diera de forma natural, pero no es así. Y no siempre lo que pensamos que hace bien a nuestros hijos es lo que más les conviene para su vida. Para nada se trata de quitar derechos a los padres y madres y otros familiares, ni de que ahora los pequeños podrán hacer lo que deseen sin ningún tipo de control.

El texto jurídico brinda el amparo legal para muchas situaciones que hasta ahora quedan desprotegidas, y que agradecerían muchos de los niños y niñas que son maltratados, a los que no se les permite expresar su opinión o aquellos que no pueden comunicarse con sus seres queridos. Es cierto, la aprobación del Código no eliminará todos los males que afectan a la infancia, pero será un impulso tremendo para ello.

Los últimos tiempos —que han sido demasiado difíciles— han demostrado que como país seguimos poniendo a los pequeños como prioridad. Aún nos quedan muchos obstáculos que sobrepasar, pues siguen faltando opciones recreativas, alimenticias y materiales que aporten a su crecimiento, pero siempre van a encontrar nuestros niños la plenitud de crecer en un país que da todo por ellos, y que continúa perfeccionando esa atención.

Que niñas y niños crezcan en un ambiente saludable va más allá de los esfuerzos que como nación se desarrollen. No bastan las políticas si no fomentamos las maternidades y paternidades responsables, la crianza respetuosa, la educación inclusiva… Alejar las violencias de los pequeños debe ser un esfuerzo común al que nos unamos todos, y dejemos de inculcar nuestros prejuicios, estereotipos y malas costumbres que venimos arrastrando por generaciones, y que dejemos de juzgar a quienes desempeñan el complejo rol de guiar su crecimiento.

Aprovechemos este día para celebrar con ellos y hacerles saber cuánto los queremos, y también para reflexionar sobre cuánto podemos hacer para que crezcan con todos su derechos y oportunidades, y, sobre todo, para que puedan vivir su infancia con libertad, sin preocupaciones. Así, Mauro y otros niños y niñas seguirán corriendo, saltando y jugando felices, porque en ellos va la esperanza.