El joven Leonado Española Rodríguez, es todo un personaje local, tras crear en 2019 una pieza que salvó la molienda del coloso agramontino Céspedes, paralizado ese año por una rotura. Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 22/11/2021 | 10:35 am
Camagüey.— En el Batey San Fernando, del Central Carlos Manuel de Céspedes, a unos 70 kilómetros de la ciudad agramontina, el joven Leonado Española Rodríguez es todo un personaje local, el cual no pasa inadvertido ni para los curiosos visitantes, los vecinos del barrio, sus colegas del coloso azucarero y mucho menos para la ciencia cubana.
Española, quien antes fuera panadero, custodio, ayudante de pailería y hasta soldador en su entrañable San Fernando, posee méritos que lo destacan a sus 32 años de edad como un perspicaz inventor, pues sin tener títulos académicos ya tiene un buen historial como innovador en los certámenes nacionales de las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ).
Recuerda este cespedeño de pura cepa que en el año 2019 una preocupación ensombreció a todos en el gigante azucarero: «El rotor del ventilador de proyección del bagazo de la caldera francesa estaba muy deteriorado, por lo que se esperaba que diera su último "campanazo"».
Aseguró a JR este técnico industrial que sin esa estructura, de 620 milímetros de diámetro, no habría zafra posible para el futuro cercano o lejano. «Esta pieza produce la combustión y el vapor necesario para la generación eléctrica durante el proceso de cocción del azúcar, a través de la proyección e inyección de bagazo en el horno».
En Leo —como cariñosamente le nombran sus familiares y amigos—, la idea de construirla cogió fuerza, a pesar de ser un desafío tecnológico: «Tuve varios días dándole vuelta al asunto hasta que me dije: estoy seguro que puedo hacerlo».
Y es que la construcción del complejo dispositivo no se parecía a nada de lo que había hecho hasta ese momento: «No solo era añejo como el vino porque se instaló en el Central en la década de los 90, sino que también era uno de los pocos sobrevivientes en toda Latinoamérica; y en Cuba, el único de su tipo con vida, a pesar de sus achaques».
El padre de Camila, una niña de seis añitos en quien se inspira todos los días para seguir creando, explicó que para encausar su obra tuvo que estudiar «como un loco» y meditar noches enteras cada detalle. «Hasta me sorprendí algunas veces hablando del tema frente al espejo de mi casa», acotó.
Narró aún sorprendido que él no solo reprodujo las medidas exactas de los elementos integrantes del roturador original (16 álabes, el respaldo, el núcleo y el frente en forma truncada), sino que realizó múltiples cálculos para que todo saliera sin contratiempos. Luego propuso el proyecto en el grupo de paileros experimentados.
«Es verdad que la idea fue mía, pero sin la participación de mis compañeros paileros, soldadores, técnicos y ayudantes, quienes viven arreglando todo tipo de pieza, nada hubiera sido igual».
El dispositivo construido en El Céspedes lleva dos años de zafra sin contratiempos, tiempo suficiente para palpar en la práctica la calidad de la innovación. La inversión total de esta novedosa propuesta no superó los 3 000 pesos.
Refieren los expertos que lo más trascendental no fue la construcción y montaje de la pieza en un tiempo récord de 48 horas ni el ahorro de casi 30 000 pesos (lo que hubiera costado el ventilador si se hubiera construido en Palma Soriano, Santiago de Cuba), sino que, aunque parezca exagerado, un día que se detenga la molienda le cuesta al país no menos de 600 000 pesos de pérdidas, y las siguientes zafras del Céspedes nunca más se afectaron por esta causa.
¡Listo el muchachón!
Humilde en su actuar, Española reconoce que todo lo que hizo fue por ver a su ingenio sin parar. Mas, lo que le deparó el destino aún le asombra.
Una mañana sus compañeros le pidieron que escribiera el proyecto, del cual solo tenía algunas notas y cientos de cálculos en unas hojas sueltas, para presentarlos en la jornada científica de las BTJ del municipio.
«No hice mucho caso, pero cuando la fecha se fue acercando no me quedó de otra que hacer lo que tanto me pedían todos, hasta mi esposa, Maray, y mi madre, Marlén».
Refiere el ahora multipremiado guajiro de San Fernando que los reconocimientos al proyecto del central Céspedes fueron varios, hasta que mereció representar a la provincia agramontina, junto a otros jóvenes camagüeyanos, en el certamen nacional de las BTJ, el cual se desarrolló en la capital en enero de 2020.
«Cuando subí a la Yutong y vi a los jóvenes científicos, doctores en ciencias y estudiosos de diferentes especialidades, universidades y centros investigadores hablar entre ellos, me dije: ¿Yo qué hago aquí?, aunque todos me saludaron con afecto y mucha educación»,
Para Leonardo aquellos tres días fueron interminables. «Si te digo cómo fue mi exposición te estoy mintiendo: los nervios me traicionaron y no recuerdo casi nada, solo que me temblaban las manos. Cuando terminé, tomé como dos vasos con agua y me aplaudieron. Me sentí como un ratoncito enjaulado», aseguró.
Cuando otorgaron los cuatro premios entre los más de 30 participantes de todo el país, este camagüeyano estaba sentado atrás en el salón y en solitario. «Mis nuevas amistades me querían sumar, pero yo estaba tieso como un árbol. Preferí quedarme tranquilito para disfrutar de la alegría que había en el ambiente, mientras descubría un nuevo universo en el que he quedado atrapado: la ciencia cubana y sus vínculos con el futuro de mi patria».
Rememoró el joven que los profesores científicos fueron informando los resultados, y de repente escuchó su nombre. «Fui uno de los cuatro premiados del país. Mi proyecto fue seleccionado en la categoría de Mejor trabajo por su impacto económico. Me quedé sin palabras, pues me fui a la Habana como un ratón enjaulado y regresé como un elefante: lento, pero aplastante», dice, y sonríe al recordarlo.
Actualmente Española sigue creando, y sueña con el propósito de su vida: «Ingresar en la Universidad de Camagüey y desarrollar un proyecto que nos permita ahorrar y reciclar el agua de lluvia para reducir su consumo durante el proceso productivo industrial. Además, aspiro a que algún día me hagan miembro de la Anir (Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores), pues nunca lo he logrado, ¡y mira que lo he soñado!».
El joven Leonado Española Rodríguez, es todo un personaje local, tras crear en 2019 una pieza que salvó la molienda del coloso agramontino Céspedes, paralizado ese año por una rotura. Fotos: Yahíli Hernández Porto