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Emilio Manuel se desvive por sus viveros

Un joven campesino holguinero aporta desde los viveros de la empresa agropecuaria La Jíquima a la economía del país. Potenciar la recuperación citrícola es el objetivo principal de la entidad

Autor:

Santiago Jerez Mustelier

A Emilio Manuel Pérez Ávila le brillan sus ojos grises cuando habla de las plantas. Le gusta olerlas, tocarlas y observarlas desde la raíz. No escucharlo atentamente resulta imposible. Él tiene el secreto para que se le den cítricos con facilidad: mucho amor y persistencia.

 De sus 31 vueltas al sol, Emilio ha dedicado 12 a atender las casas de cultivo en la empresa agropecuaria La Jíquima, en su natal Calixto García, al oeste de Holguín. Allí comenzó como ayudante en los viveros, luego fue obrero agropecuario especializado, hasta convertirse en jefe de brigada y ser actualmente uno de los puntales para que no mengüe el verdor aquí, donde se apuesta —entre desafíos y escasez— por recuperar los ritmos productivos de antaño.

Sobre las espaldas del joven y de sus compañeros recae el peso de garantizar cantidades ingentes de cítricos y frutales, las que tienen como fin la exportación y la industria nacional. Por ello, el «de pie» de Emilio, de lunes a domingo, es siempre antes de las cinco de la mañana; a esa hora su gorra ya asoma por el pórtico de La Jíquima. Y ni descansando y con los párpados dormidos, deja de pensar en sus posturas o en los canteros.

—¿Cuántas variedades de cítricos se producen aquí?

—El principal objetivo de esta empresa es potenciar la recuperación citrícola. Tenemos cerca de siete variedades: naranja, limón persa, lima eureka, mandarina dancy mejorada, toronja río red y ruby red. Además, también cosechamos frutales como el mango, la guayaba y la frutabomba.

«Estas no solo tienen uso comercial o industrial, sino que poseen propiedades medicinales. Por ejemplo, la lima eureka cura escozores, resfriados y se utiliza para descongestionar las vías respiratorias. Igualmente, el limón persa refuerza el sistema inmunológico y combate las enfermedades reumáticas».

—¿Qué tiempo demora ver los resultados de la producción?

—Cultivar cítricos abarca casi un año. Pero a las plantas hay que dedicarse en todo momento, sino enferman y no se alcanzan saldos positivos. Me paso la jornada entera en el surco o recorriendo las casas de cultivo. No les quito la vista, estoy pendiente de lo que necesitan, de saber exactamente cuándo regarlas, les hablo y las trato con cuidado. Hay casas a las que se puede entrar una sola vez en el día para no contaminar la siembra, por lo que se debe «andar a la viva».

—¿Cuán difícil es coordinar la labor de tus compañeros?

—Es una responsabilidad grande, pero ellos hacen que sea sencilla. Aquí a nadie hay que decirle que se levante a trabajar, en sus genes está grabado. Cada cual tiene su vivero, pero cuando ha hecho falta el apoyo de alguno para abrir otro o cumplir una tarea adicional, siempre da su paso al frente.

—¿Cómo sortean los efectos de la escasez de productos y maquinarias?

Frutales y otros cultivos saldrán de estos canteros.Foto: Santiago Jerez Mustelier.

—Le damos el pecho a los problemas. Con esfuerzo. Mucha entrega. Identificando lo que nos falta para producir más. No quedándonos de brazos cruzados ni tirando la guataca. Pensando en qué soluciones ingeniosas y poco elevadas podemos incorporar. Precisamos de tractores para arar la tierra, de transporte de carga. Los que tenemos están obsoletos, «más pa´ allá que pa´ acá». Pero entre todos empujamos para que la empresa salga adelante.

«También nos faltan —como a otras entidades agrícolas— insecticidas y fungicidas, pues estos se importan, y ahora mismo es complejo hacerlo, en medio de un contexto económico desfavorable dentro y fuera del territorio nacional. Esto implica que el seguimiento a las plantas debe ser mayor, para atajar cualquier bacteria que se le quiera colar.

«Otro problema es el sistema de bombeo de agua. Los implementos para esta actividad son costosos, sin embargo, hicimos uno, rústico, pero “pincha muy bien”. Lo vi en Ceiba del Agua, en una empresa citrícola y le tomé una foto. Vine con la idea de poner el proyecto en práctica, así que conseguimos un tanque elevado, le hicimos las adaptaciones correspondientes y ya funciona, y lo más importante: resuelve la necesidad».

—Entonces, ¿se puede decir que ustedes afrontan las dificultades con ciencia e iniciativas?

—Tratamos de aplicar la ciencia para disminuir el banco de problemas. Busco información, leo artículos. Por ejemplo, queremos hacer un cantero de un sistema de humus de lombriz para recoger el agua. Estuve estudiando que el líquido de la lombricultura contiene la línea NPK completa (Nitrógeno, Fósforo y Potasio), la cual funge como fertilizante, aporta nutrición vegetal, acondiciona el suelo y controla las plagas y enfermedades. Esta es una forma directa de sustituir importaciones.

—¿En qué medida el desarrollo futuro de La Jíquima puede contribuir a lograr el principio de soberanía alimentaria?

—Nos toca trabajar durísimo para cumplir esa meta. No voy a dar proyecciones, sería demasiado arriesgado. Pero pienso que estamos en el sendero de recobrar la producción citrícola, y 2021 también será un año decisivo para la empresa, pues queremos exportar no solo limón persa, sino también carbón vegetal y ají picante. Pero veo muy positivo nuestro desarrollo a futuro, trabajar la tierra no es fácil, pero aquí no falta la gente con ganas de hacer.

—¿De dónde te viene el cariño por la tierra?

Mi familia es de Calixto García, lo heredé de ellos, está en la sangre que corre por mis venas. Yo crecí y vivo aquí. Aunque ellos no están directamente ligados a los cítricos, sí nos hemos pasado la vida en el surco. No me siento bien, no respiro si no estoy en el campo. Tengo una finca donde cultivo plátano y lima persa. Figúrate, aunque no esté en el trabajo sigo apegado a la tierra.

—¿Y esa dedicación te ha afectado en tus relaciones familiares?

—No, por suerte. Mi esposa, mi hija y mi hijastra son muy comprensivas y me apoyan mucho. Ellas también aman el monte. Así que en el hogar nos entendemos bastante bien.

—En una Cuba que se reordena económica y financieramente, y azotada por un bloqueo que agudiza las carencias, ¿cómo aliviar el escenario actual?

—Cada persona tiene que aportar a esta Revolución. Si un grupo trabaja y otro no, estamos en desventaja. No puede haber quien, aun pudiendo, decida no hacer nada. No podemos vivir del sudor ajeno. Es importante ocuparse, contribuir a la economía, y más si es aquí, en el campo, directo a la producción. Esa es mí (nuestra) mejor forma de sostener esta Patria.

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