Rosa Bárbara, junto a su hija Ivette de la Caridad, guarda con recelo la grabación. Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 08/04/2019 | 11:22 pm
Camagüey.— Rosa Bárbara Bueno Nazco, una camagüeyana de 53 años, aún conserva la grabación original del llamamiento a la Huelga General del 9 de abril de 1958, en la gaveta sagrada del cuarto de su padre, el radialista agramontino ya fallecido José Manuel Bueno Díaz de Arce.
Cuenta Rosa Bárbara que la dirección del Movimiento 26 de Julio en Camagüey, a solo 30 minutos de darse a conocer en todo el país el llamamiento a la huelga, contactó con Pepín, que era como le decían a su papá, para informarle en qué consistía aquella acción.
«Él hasta ese momento solo conocía que la operación era de vida o muerte, pero sin importar cuán peligrosa fuera dijo que la haría. En menos de lo que canta un gallo, Pepín entró a la oficina de la dirección de Radio Camagüey, que en aquel entonces estaba muy vigilada, tomó prestado un tocadiscos, y a la vista de un intruso policía que estaba allí, conectó el aparato en circuito cerrado, para aislar la emisora de la señal que se transmitía al aire.
«En el tocadiscos puso un disco de Sarita Montiel que tenía grabado la canción Nena, que duraba cuatro minutos con cinco segundos, el tiempo suficiente para que, en lo que el policía escuchaba el cuplé, que, además, fue anunciado por el locutor Laureano Céspedes, saliera al aire el llamado a la huelga general.
«Inmediatamente después de haberse anunciado esa pieza musical, Laureano escapó a través de una oficina que tenía salida a la calle. Pero mi papá tuvo que permanecer unos 20 o 30 segundos más en la cabina para no levantar sospechas, hasta que le dijo al esbirro que iba al baño, que también tenía una puerta trasera hacia la calle», narra Rosa Bárbara.
La arenga para el levantamiento del 9 de Abril decía: «¡Atención, cubanos! ¡Atención, cubanos! Es el 26 de Julio llamando a la Huelga General Revolucionaria. Hoy es el día de la libertad, el día de la Huelga General Revolucionaria…». Y esas eran las frases que José Manuel y Laureano Céspedes escuchaban repetidamente mientras se alejaban de la emisora, que enseguida fue invadida por los sicarios.
«Laureano y mi papá se alejaron lo más que pudieron del lugar a través de los patios de las casas cercanas y luego se separaron para no levantar sospechas. «Papi cogió rumbo al reparto Saratoga, porque para su casa, en calle San José, no podía ir ni muerto. Y tenía razón. A pocos minutos del suceso registraron su hogar.
«Luego marchó hacia la casa de mi mamá, quien ya era entonces su novia. Mami inmediatamente contactó con mi tío Mario, que lo llevó oculto hasta la casa número 284, en la calle Dolores Betancourt, en el reparto La Caridad, donde permaneció varios días. Pero los constantes registros del lugar hicieron que se trasladara hasta la calle Enrique Miranda número 158, al fondo de la fábrica de fósforos, donde para sobrevivir tuvo que esconderse varios días en un tinajón, y por último su hermano Alberto se lo llevó en secreto para Santa Clara y luego hasta Varadero, donde permaneció en el clandestinaje, al igual que su compañero Laureano, a quien volvió a ver solo después del triunfo de la Revolución.
«Después se conoció que los esbirros acabaron con Radio Camagüey y con el tocadiscos. Lo cierto es que la arenga se pudo escuchar durante varios minutos, porque los batistianos nunca se percataron de la trampa que les puso papá, quien logró guardar con mucho celo hasta su muerte la cinta con la grabación original de aquel llamamiento histórico».