En el hospital general docente Agostinho Neto, de Guantánamo, aún son atendidos los lesionados. Autor: Solvisión Publicado: 13/01/2019 | 12:50 am
Guantánamo.— Hacia las cuatro de la tarde del 10 de enero, el ómnibus 804 de la Unidad Empresarial de Base Viazul había dejado atrás el susto de La Farola, los farallones y las curvas cerradas del viaducto temible que todos respetan.
Los conocedores de la ruta de más de 1 200 kilómetros desde Baracoa hasta La Habana que cubre ese expreso, dirían sin reparos que lo más difícil, en cuestiones de peligrosidad en la vía, estaba vencido.
De modo que de los 39 pasajeros a bordo (la mayoría de Holanda, Argentina, Francia, Canadá, España, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra y México), no eran pocos los que dormitaban mientras, afuera, la lluvia insistía en distorsionar la imagen de un paisaje que en ese momento tenía pinta de semidesierto.
El estudiante argentino de Medicina, Fabricio Godoy, asegura que lo despertaron los gritos y la imagen de las personas «volando», esas mismas que la última vez que abrió los ojos dormían, conversaban entre sí, se fijaban en alguna publicación o simplemente dejaban descansar el cuerpo en los asientos del carro marca Yutong.
Eran, según una rueda de prensa del Ministerio de Transporte (Mitrans), aproximadamente las 4 y 10 de la tarde.
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En la sede del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM) de Guantánamo, la primera de las muchas llamadas que entraron para anunciar el accidente en la loma de La Herradura, una pendiente de alta accidentalidad a 25 kilómetros de la ciudad de Guantánamo, se registró a las 4 y 32 de la tarde.
Dos minutos después se dio la orden de salida a dos ambulancias, una de avanzada y otra de urgencias. En total, se movieron 12 carros, con apoyo de la base del municipio de Manuel Tames, para atender a los heridos del primer accidente masivo de la provincia en el año que recién comienza.
«Lo primero y más difícil es el triaje, para determinar los pacientes con posibilidades de salvarse y establecer prioridades. Como siempre, la gente trató de ayudar y varios carros transportaron heridos; pero por suerte nosotros llegamos a tiempo, y movimos a los 24 más graves clínicamente», explica el licenciado Alexis Argüelles Bauta, director del departamento de la base SIUM Guantánamo y jefe de la guardia ese día.
Además de las ambulancias, al hospital arribaron transportando lesionados autos ligeros y el carro 3175, que había salido desde la ciudad de Guantánamo para cubrir la ruta de la Empresa de Ómnibus Nacionales Baracoa-La Habana.
Poco después de los primeros avisos, un oficial del puesto de mando de la Policía Nacional Revolucionaria del hospital general docente Agostinho Neto, era notificado y ponía en marcha el protocolo del mayor centro asistencial de la provincia ante sucesos de esta categoría.
Los primeros heridos empezaron a llegar a las cinco de la tarde, y dos de ellos, menores de edad, se remitieron al hospital pediátrico Pedro Agustín Pérez, según los registros del puesto de mando del primero de los centros asistenciales mencionados.
El saldo total del siniestro fue de siete fallecidos, todos en el propio lugar del accidente, y 33 lesionados.
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El aviso del accidente llegó a Baracoa a las 4 y 32 de la tarde. A esa hora, recuerda Gadiel Matos Leyva, director de la estación municipal de la Empresa de Ómnibus Nacionales, recibieron la llamada del conductor del ómnibus Viazul 804.
Días después, el directivo todavía repasa los pormenores de esa mañana. «Todo transcurrió de forma normal. Los choferes estaban descansados (el tiempo entre viajes de esa ruta es de 25 horas). Esa mañana, hablé con ellos mientras hacían la revisión técnica y antes de salir les deseé un buen viaje, como hacemos habitualmente».
En el taller, asegura a Juventud Rebelde, «al carro se le realizó una revisión técnica en presencia de los conductores, en la que se inspeccionaron la dirección, los sistemas de frenos, se engrasaron las partes, se encopilló y se hicieron ajustes. Después, la guagua pasó al área de fregado».
La última vez que Gadiel vio al 804, que cubre el trayecto expreso Baracoa-La Habana, con tres paradas oficiales intermedias en Guantánamo, Santiago de Cuba y Camagüey, era exactamente la una de la tarde.
Justo antes de partir, la taquillera de Viazul de la estación baracoesa había saludado a la tripulación y, en varios idiomas, pronunciado el pequeño discurso con que la empresa despide a sus pasajeros: «Que tengan un buen viaje y que se repita la visita a nuestra bella ciudad».
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Mientras afuera caía definitivamente la tarde, la sala de urgencias del Agostinho Neto rebosada de batas blancas y agentes del orden que cada rato se movían en bloque para dar paso a camillas, sillas de ruedas, carros de laboratorio y equipos de radiología.
En el flujo de pacientes, rigió el protocolo ante accidentes masivos, que inició con la clasificación inicial de los pacientes de acuerdo con los estándares internacionales para los casos de traumas, en verde, amarillo y rojo, estos dos últimos para los casos más graves.
Durante las primeras horas, los pacientes con lesiones más peligrosas llenaron áreas de urgencias, de observación, la unidad de cuidados emergentes, y las salas del servicio quirúrgico, preoperatorio y posoperatorio.
Los más leves se trasladaron hacia un área de consultas externas donde, además del seguimiento médico riguroso, ya eran evidentes los primeros movimientos de la Policía Nacional Revolucionaria para esclarecer las causas del accidente.
Como parte de los aseguramientos, junto a los médicos que a esas horas permanecían en el hospital, decenas de especialistas y personal de apoyo fueron convocados o acudieron voluntariamente a prestar ayuda.
De modo que entre paramédicos, galenos, agentes de varios órganos del Ministerio del Interior (Minint), dirigentes del Partido y el Gobierno locales y periodistas, aparecían a bordo de carros, motos de pasaje o sobre sus pies, doctores de cuellos descuidados y enfermeras vestidas de salón con peinados urgentes.
Entre convocado y autoconvocado, Ruddy Ubalf Gómez, residente del tercer año de Ortopedia y Traumatología, llegó al hospital pasadas las diez de la noche.
«No vi las primeras llamadas, y fue a las nueve y media cuando comuniqué por primera vez con la jefa de Docencia. Le digo que estoy cuidando a mi hija y ella me dice que me quede en casa, pero yo no pude estar tranquilo, así que negocié con mi esposa y salí para el hospital cuando ya no me esperaban», relata.
Llegó, reconoce, a buen tiempo. «Los procederes de Traumatología son muy trabajosos y todos estaban muy cansados. Ayudé entonces como asistente del cirujano principal en la intervención de una paciente con fractura abierta de húmero y la luxación del codo izquierdo, con una lesión vascular por la que convocamos a Angiología».
Recuerda que era la 1 y 15 de la madrugada de un nuevo día cuando regresó junto a su esposa y su hija. El día anterior, asegura, es uno que no olvidará. «Una jornada que empezó con una guardia de 12 horas, seguida por una consulta externa hasta el mediodía, una tarde de visitas…, y, al final, el primer accidente masivo en el que puedo ayudar desde el salón de operaciones».
Su historia, que no es única, contribuyó a la percepción de las víctimas de «una atención buena, con varias personas atendiendo a un mismo paciente todo el tiempo», un detalle que destacó incluso la televisora argentina La Nación +, en un reporte en colaboración con la radio provincial.
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La dinámica de las horas que siguieron es más o menos conocida. Un día después, los ministerios de Transporte y del Interior determinaron que el chofer del ómnibus fue el responsable de la tragedia al perder la dirección del vehículo y transitar por un pavimento mojado. El suceso estuvo relacionado con la violación del artículo 128, inciso 5, de la Ley 109 del Código de Vialidad y Tránsito.
Actualmente se trabaja para esclarecer aún más los hechos, como parte de una investigación que realizan autoridades territoriales y especialistas del Mitrans, el Minint y Salud Pública. Por lo pronto, los ministerios de Transporte y Turismo acompañan cada paso de la evolución y el traslado de las 33 personas que en la tarde del día 10 llegaron al centro asistencial y, ahí están, seguras y atendidas.