Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El bazucazo de la libertad

Con la acción de Güinía de Miranda, hace 60 años, el Che comenzó a liberar los pueblos de la región central de Cuba

Autor:

Nelson García Santos

Güinía de Miranda, Villa Clara.— La noche quebrantada por los disparos y sus destellos, registró la llegada esperada hacía tiempo, pero la persistencia de los estruendos devenía mal agüero. El apacible pueblecito, de un tirón, se había lanzado de la cama. Estaba anhelante.

Pasaban los minutos y el fuego cada vez más pródigo revelaba la enconada resistencia de los guardias que impedía avanzar más hacia su guarida, enclavada, ventajosamente, en una elevación.

El combate se había prolongado peligrosamente, estaba estancado sin una definición, mientras la noche iba rauda hacia el amanecer. Aquello no podía durar más, había que desbaratar el aguante de los esbirros para evitar su envalentonamiento. Lo sabía bien el Che Guevara.

Para más infortunio Hornedo Rodríguez Ruiz, el bazuquero Antonio como lo nombraban, había fallado los disparos al cuartel al no poder hacerlo desde una posición cómoda debido al hostigamiento de los guardias que lo detectaban por la llamarada de la bazuca. El Che audaz y decidido, igual que siempre, al ver que no daba en el blanco le dijo: «Dame acá esa arma».

Entonces, pasando por dentro de casas, logra aproximarse a unos 50 metros del cuartel y utilizando un barranco de parapeto realiza el disparo que impacta en el cuartel. La debacle no se hizo esperar. Los guardias, aterrorizados, se rindieron.

De inmediato, al cesar el tiroteo, se coreó la voz del triunfo en aquel apacible pueblecito que se desbocó a las calles para abrazar a los rebeldes. Era el 27 de octubre de 1958. Güinía de Miranda acababa de convertirse para la historia de la Revolución en el primer pueblo liberado en la antigua provincia de Las Villas.

Para la historia quedaron también los momentos tensos, el dolor por los combatientes caídos heroicamente: Carlos Amengual y Alberto Cabrales, y seis heridos.

El escritor y periodista José Antonio Fulgueiras, en su libro El cronista se firma Che, plasmó estos testimonios:

Juan Águila Vera, alias el mexicano, fue herido gravemente en esa acción: «… sentí la bazuca, tropecé con un alambre y me salí del montecito. A mi lado mataron a Amengual y a mí me dieron en la mano con los disparos de una calibre 30, Balí me gritó: ¡Tienes la mano destrozada!

«El Che me vio y me dijo: “Tienes un tiro que vale por seis”. Cuando partimos se bajó de la mula y me la brindó. Como era más alto que yo me quedaban los estribos cortos. A cada rato me preguntaba: “¿Te duele?” Yo negaba con la cabeza y él decía: “Peor, peor”.

«Yo quería que me cortaran la mano, pero él se negó y me mandó para un lugar clandestino a que me recuperara y luego volví. En La Habana, después del triunfo, me vio y me dijo con alegría: “Viste, salvaste la mano”».

A Lázaro Linares Martí, el Capitán descalzo, se le desbocó el acatamiento. «El Che ordenó el alto al fuego, pero yo estaba encendí’o contra los guardias porque nos gritaban escopeteros y una pila de palabrotas más, y seguí tirando de abajo de una alcantarilla. Al lado mío se encontraba Joel Iglesias, y cuando de reojo vi que el Che venía como una bala para arriba de nosotros hice así y salí echando, y él le dijo a Joel: “¡No te dije que alto al fuego!”, y le metió dos chuchazos por el lomo. “Fue Lázaro”, le dijo Joel, pero ya yo estaba perdido y él tenía los dos palos sona’os».

En una valoración sobre los resultados de aquel combate, enviada a Fidel, el Che subrayó: «(...) No fue rentable, de ninguna manera, pero políticamente fue un fuerte golpe que demostró nuestros deseos de hacer las cosas bien».

Lo que vino después avaló, sobremanera, esas palabras. Ágilmente, una tras otra, se liberaron ciudades y comunidades más pequeñas. La Revolución era imparable y el dictador Batista consciente de esa realidad preparaba las maletas.

Foto: Archivo de JR

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