SANTA CLARA, Villa Clara.— La curiosidad por conocer aspectos de la vida del Comandante de la Revolución Guillermo García Frías fue más allá de los pormenores sobre su libro testimonial Encuentro con la verdad, presentado aquí la víspera en la Escuela Provincial del Partido Carlos Baliño.
El auditorio —dirigentes del Partido, combatientes del Ejército Rebelde y la clandestinidad, estudiantes, profesores y trabajadores de otras esferas— consciente de que pocas veces existe la oportunidad de escuchar en la voz del propio protagonista lo que se quisiera saber sobre él, resultó complacido. Cada pregunta tuvo su respuesta sazonada por esa picardía innata del campesino.
En esta presentación, más bien una entrevista colectiva, Guillermo García evocó a sus padres, una pareja formidable que lucharon para alimentar a sus 11 hijos en medio de la más ruda pobreza. Contó que dos murieron pequeños por falta de atención médica, y que nueve se unieron a la lucha revolucionaria. Uno cayó en esa gesta.
Hizo referencia a la situación dramática en que encontró a los sobrevivientes del Combate de Alegría del Pío, tras el Desembarco del Granma, tema que aborda en su libro Encuentro con la verdad sobre los sucesos ocurridos entre diciembre de 1956 y los primeros meses de 1957.
Se le vio emocionado cuando le preguntaron acerca de la admiración que sentía por Fidel. Y de súbito su rostro se iluminó y, con dos palabras, arrancó el aplauso: «Fidel es como mi padre. Para mí la Patria era el pedacito de tierra que me daba la comida; él me enseñó a descubrirla, me hizo revolucionario, combatiente, en fin, un hombre útil a Cuba».
Alguien le pidió que narrara, por lo que significaría de enseñanza para los jóvenes estudiantes, cómo siendo analfabeto cuando se unió a la guerrilla en 1957, tras el triunfo en 1961 asumió la jefatura del Ejército Occidental.
Reiteró que empezó a aprender en la propia Sierra Maestra, y luego de la victoria llegó a tener hasta tres maestros. Sin afectar sus responsabilidades estudiaba a partir de las 11 de las noche, «porque para ello siempre hay tiempo».
Así con perseverancia realizó desde los estudios primarios hasta graduarse en la universidad.
Le elogiaron su decisión de escribir el libro Encuentro con la verdad, es decir, con Fidel, a lo cual respondió que va a preparar otro sobre los campesinos que se sumaron a la lucha y lo dieron todo por su patria.
Desde el auditorio también quisieron que hablara sobre Almeida quien llegó a ser su jefe en la Sierra Maestra. Relató que cuando lo encontró luego del combate de Alegría de Pío, le dijo que si quería que lo sacara hacia la ciudad, pero Almeida le enfatizó: ¡No, yo espero a Fidel!
¿Y sobre el Che?, indagaron de nuevo. Fueron mis compañeros, hermanos de lucha e ideales, expresó, brevemente, para concluir la evocación con la frase «uno siente profundamente la ausencia de ellos, porque la lucha nos hizo estar más cerca, más compenetrados».
Pero reconforta comprobar que hay una juventud preparada para seguir adelante con la Revolución.
Mucho ajetreo en la Feria
MATANZAS.— El libro Subiendo como un sol la escalinata: biografía de José Antonio Echeverría acaparó la atención este jueves en la Oficina del Historiador de la Ciudad, como parte de la Feria Internacional del Libro.
El investigador Ernesto Álvarez Blanco estuvo 15 años para concluir el trabajo de compilación, de búsqueda en la prensa periódica y de entrevistas.
La presentación estuvo a cargo de Jacqueline Teiyagorry, quien explicó que el texto cuenta con más de 2 000 referencias, que conllevó un trabajo acucioso de consultas y búsquedas y verificación de la documentación.
Igualmente en la Oficina del Historiador de la Ciudad se presentó El pensamiento Militar del Mayor General José Martí (Verde Olivo), de Fernando Rodríguez Portela, a cargo del Doctor Ercilio Vento Canosa.
Por su parte, en el Museo Provincial Palacio de Junco se desarrolló el Coloquio Pasar Revista, que contó con una conferencia de Reynaldo González sobre el papel de las revistas culturales, y se puso a disposición del público el número 1 de 2010 de la revista Matanzas, dedicado a Lezama y Rusia.
El museo fue sede también de un encuentro con el escritor y editor colombiano Álvaro Castillo Granada, de la editorial San Librario, quien trajo un libro que llamó la atención tan solo por su título polémico Cuando Pablo Neruda plagió a Miguel Ángel Macau, que fue reseñado por Rebeca Murga; además, se presentó el volumen Pequeñas miserias cotidianas, de Lorenzo Lunar (San Librario, Colombia).
En la recién reinaugurada Ermita de Monserrate vio la luz el libro Matanzas, La Atenas de Cuba, de la Doctora Alicia García Santana, cuyas palabras de presentación estuvieron a cargo de Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de La Habana.
En la Casa de la UNEAC recibieron sus respectivos bautizos Plácido. Bicentenario del poeta (UNIÓN), de Urbano Martínez Carmenate; Agustín Acosta: aproximación a su vida y obra, de Mireya Cabrera Galán; El Cucalambé y Esta cárcel de aire puro. Antología de la décima, a cargo de Fernando García.
Durante la tarde y noche, auspiciado por la AHS, los trovadores y poetas descargaron en el parque de Los chivos, donde se dio a conocer la obra El puente y el templo, de Emerio Medina.