Fidel llegó a una Universidad en la que era necesario rescatar el ideario y la rebeldía de Mella. Fidel nunca ha dejado de ser un universitario. Todavía pueden advertirse las huellas que en él quedaron a su paso por el centro de altos estudios. Aún su imaginación incendiada puede volver sobre la idea desarrollada por Engels en su libro Dialéctica de la naturaleza, donde se aborda la posibilidad de que un día el sol se apague y se nos recuerda la diminuta dimensión de nuestra especie en un espacio sin fin.
Al llegar a la Universidad fue como si el muchacho de 19 años abriera las puertas a lo anchuroso de la vida. Al transitar por años de estudios, no solo lo seducirían para siempre las abstracciones del filósofo Engels, su obra sobre la historia de la clase obrera en Inglaterra. Marx se sumaría al arsenal de argumentos con su Manifiesto Comunista, Las guerras civiles en Francia, El 18 Brumario, la Crítica del Programa de Gotha y otros análisis políticos. Y Lenin pondría más luz con El Estado y la Revolución y El imperialismo, fase superior del capitalismo.
Todas esas lecturas darían consistencia a los afanes del estudiante que sentía una atracción enorme por el pensamiento de Martí y gran admiración por Maceo, Agramonte, Máximo Gómez y Céspedes, el Padre de la Patria, y conocía bien la historia de aquellos inocentes estudiantes de Medicina fusilados en 1871.
La Universidad fue la primera escuela política del joven Fidel. Llegó con un pensamiento ávido de ideas, con un espíritu rebelde, lleno de ilusiones y de energía, ansioso por cambiar una época oscura, en la cual pocos recordaban los años combativos de la universidad de Julio Antonio Mella y era una herejía evocar la inspiración comunista de Rubén Martínez Villena. Entonces el macartismo andaba de moda y resultaba raro encontrar entre los estudiantes matriculados a muchachos activos y abiertamente antiimperialistas.
Es fácil entender la entrañable relación que desde aquellos días hasta hoy Fidel mantiene con la Universidad y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). Porque fue en esos espacios donde se hizo un revolucionario consciente, marxista-leninista además de martiano, y desde donde conoció las inquietudes del mundo obrero, y desde donde maduró vertiginosamente en la comprensión de lo que era o no justo. Su amigo de la infancia y de sus primeras luchas políticas, Baudilio Castellanos, confesó una vez para estas mismas páginas, que allá por el año 1946 Fidel le dijo: «Bilito, el porvenir del mundo es el socialismo».
Para tener certezas como estas hacía falta una imaginación frondosa y muchos deseos de construir una era que ni siquiera había sido soñada por la mayoría. Porque entonces La Habana estaba a punto de tener más carteles en inglés que en español, y los marines yanquis desembarcaban en el puerto de la ciudad con tal desparpajo que los moradores honestos se veían obligados a cerrar sus casas. No eran raros los negocios sucios, las malversaciones, y en el aire se sentía la decepción popular por la farsa del gobierno de turno.
«Yo trataba de recordar cómo eran aquellas universidades —ha dicho Fidel—, a qué nos dedicábamos, de qué nos preocupábamos. Nos estábamos preocupando de esta isla, de esta pequeñita isla. No se hablaba todavía de globalización, ni existía la televisión, no existía Internet, no existían las comunicaciones instantáneas de un extremo a otro del planeta, apenas existía el teléfono, y, si acaso, algunos aviones de hélice».
Los primeros momentos estarían marcados por la rebeldía y la curiosidad, pero también por la sensibilidad y la intuición. Él «adivinaba, por todo lo que había vivido, desde muy temprano, que había muchas cosas por hacer».
Consagrado a la políticaEl joven Fidel había ingresado en la Universidad de La Habana el 4 de septiembre de 1945, como aspirante al título de Doctor en Derecho y Contador Público. En los primeros días, tal como había hecho en el bachillerato, se dedicó mucho al deporte. Pero con el paso de algunas semanas, comenzó también el interés por la política. En dos o tres meses habían sido olvidados el baloncesto, la pelota, el fútbol y todo lo que no fuera consagrarse a la política.
El joven fue candidato a delegado de curso y resultó electo con 181 votos a favor y 33 en contra. Al acercarse la elección a la Presidencia de la FEU, comenzó a oponerse al candidato del gobierno, lo cual se tradujo en una infinidad de peligros por desafiar los intereses de una mafia que dominaba la Universidad.
Los amigos más cercanos nunca vieron triste a Fidel, pero sí vivieron junto con él las circunstancias dramáticas por el enfrentamiento a un grupo de gánsteres en una lucha muy desigual, en la cual los jóvenes honestos parecían estar solos.
«Las presiones físicas y las amenazas eran fuertes», ha recordado el líder de la Revolución. Estando ya en el segundo curso de la Escuela de Derecho, aquellos mafiosos le prohibieron entrar a la Universidad. El joven se fue a una playa a meditar. Lloró. Sabía que se estaba enfrentando a gente poderosa y armada. Que el gobierno de Grau amparaba todo aquello. Solo contaba con su fuerza moral y la masa creciente de estudiantes que le apoyaba. La muerte era una posibilidad. Pero decidió no retroceder. Un amigo le había conseguido un arma. Volvería a la Universidad dispuesto a vender cara su vida. No aceptaría la deshonra de ausentarse. Así comenzó su primera y peculiar lucha armada contra el gobierno y los poderes del Estado.
El día que regresó a la Universidad lo hizo acompañado de cinco jóvenes que espontáneamente se le sumaron. Todos iban armados. Aquel acto valiente neutralizó a los enemigos. Pero la lucha universitaria no estuvo caracterizada por el uso de las armas (se corría el riesgo de ser arrestado por los cuerpos policiacos y sometido a tribunales de urgencia que eran expeditos y no admitían fianzas). Desde entonces las ideas, la denuncia permanente, que son «como látigos en manos del domador de fiera» se convirtieron en armas invencibles.
Estudiantes de verdad«Nosotros no éramos gatillos alegres. Éramos estudiantes y de verdad, sobresalientes en todo», contó una vez a este diario Alfredo Guevara, compañero de Fidel en esa etapa. Aunque siempre tuvo una idea política en la cabeza, aseguró Guevara, Fidel era brillante en sus notas académicas.
El líder de la Revolución Cubana se recuerda en aquellos días echando a volar su imaginación y estudiando en la recta final, a punto de los exámenes. No hace referencia a su asistencia a clases, más bien evoca cómo le hablaba a los estudiantes en el parque, debajo de los laureles.
«Hablaba allí con los muchachos y sobre todo con las muchachas, porque me prestaban más atención y eran más educadas. Siempre había varios alumnos escuchando y yo explicando teorías».
Otro amigo de los tiempos universitarios, Lionel Soto, comentó cierta vez a estas páginas que Fidel era un joven serio en el mejor sentido de la palabra, aunque eso no excluía su naturaleza cordial. «En sus conversaciones mostraba marcado interés por la sociedad».
Fidel, según testimonios de sus amigos, raras veces tenía un centavo en los bolsillos, a pesar de que su familia en Oriente era de holgada posición. Eso sin embargo, no impedía que ganara compañeros muy leales, quienes, quizá, intuían la importancia de la lucha del joven universitario.
Lugares como la cafetería de San Lázaro e Infanta, el Patio de los Laureles, o un cafecito al lado del Cine Infanta, eran muy concurridos por los estudiantes. Por allí podía pasar Fidel con alguna idea fija y se llevaba consigo a uno o dos de sus amigos. Así apartó un día a Alfredo Guevara para contarle su pretensión de traer a La Habana la Campana de La Demajagua y lograr una gran movilización popular que provocara la dimisión del presidente Grau.
«Fuimos a Manzanillo para buscarla —Lionel Soto reconstruyó ese momento—, y nos recibieron muy bien porque la FEU era muy popular en Cuba. Dimos un acto en el Ayuntamiento y Fidel, desde luego, habló. Siempre tenía algo que decirle a la gente. En cada pueblo nos recibían hasta que llegamos a la Universidad, de donde se la robaron para aparecer luego en el Palacio Presidencial. La acción provocó que el gobierno se la devolviera a los veteranos de la Guerra de Independencia».
Fue un privilegio ingresar a la Universidad, ha confesado Fidel. Aprendí mucho, quizá, las mejores cosas de mi vida. Descubrí las mejores ideas de nuestra época y de nuestros tiempos.
«Esta es una hora distinta de todas las demás, en nada se parece a la de 1945, en nada se parece a la de 1950 cuando nos graduamos, pero poseedores de todas aquellas ideas de las que hablé un día, cuando afirmé con amor, con respeto, con entrañable cariño, que en esta universidad, donde llegué simplemente con un espíritu rebelde y algunas ideas elementales de justicia, me hice revolucionario, me hice marxista-leninista y adquirí los sentimientos que a lo largo de los años he tenido el privilegio de no haberme sentido nunca tentado, ni en lo más mínimo, a abandonarlos alguna vez».
Bibliografía consultada:
Tabloide Especial No. 11, Año 2005. Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005.
Tabloide Especial En esa universidad me hice revolucionario, Capítulos 4 y 5, del libro Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet.
Suplemento Especial Homenaje a los 70, publicado en la edición dominical de Juventud Rebelde, el 11 de agosto de 1996.