JIGUANÍ, Granma.— El Che sintió una tremenda punzada en el pecho aquella tarde del 26 de septiembre de 1967. Ese día fue, sin dudas, uno de los más terribles de su vida: tres de los mejores y más queridos hombres de la guerrilla boliviana habían muerto.
«Derrota», escribió con dolor en su Diario al reflejar la emboscada de la Quebrada de Batán, donde murieron Mario Gutiérrez Ardaya (Julio), Roberto Peredo Leigue (Coco) y Manuel Hernández Osorio (Miguel).
Este último era nada más y nada menos que el jefe de la vanguardia y compañero del Guerrillero Heroico desde los días duros de la Sierra Maestra.
Sus historias están fertilizadas de humanismo, de aroma del campo y de un humor criollísimo sin límites. Sin embargo, muchas no han sido contadas suficientemente...
BromistaManuel Hernández Osorio. En el pequeño poblado granmense de El Diamante, Manuel Hernández edificó sus primeros sueños románticos.
Allí lo recuerdan como un isleño ocurrente, simpático y superbromista. Su propia madre, Juana Osorio (ya fallecida), sonreía sin cortapisas al recordarlo en una entrevista con este reportero hace algunos años.
«Nené —como nosotros siempre le decimos— era lo más bellaco que había en gente, para él todas las maldades eran buenas. Puedo pasarme un día entero hablando de sus bromas y ocurrencias. Por su carácter “chivador” vivían buscándolo en el barrio, todos lo querían mucho».
Según Juana, su hijo no era muy inteligente en las clases aunque ella nunca tuvo queja de su conducta como escolar. «En la escuelita local estuvo hasta el quinto grado, después se vio obligado a arar la tierra para poder ayudar a la familia porque era el mayor de los seis varones. Tenía entonces 11 años».
Desde la infancia le fascinaron las canciones mexicanas y las peleas de gallos. «Él —contó su progenitora— tenía un vallín en el que se peleaba casi todos los fines de semana. Y ahí posiblemente empezó a conspirar porque cuando yo lo veía salir creía que andaba en cuestiones de gallos y no: era otra cosa».
RompepiedrasDe los 18 a los 22 años Nené se vio precisado a trabajar como machetero en la colonia Andreíta (en el antiguo central San Germán) y luego como carretillero en las minas de manganeso —ya extintas— de Charco Redondo.
En esa época —recuerda su hermana Nilda— él «llegaba hecho polvo a la casa y mi trabajo era estregarle la espalda con un cepillo grande.
«Cada vez que cobraba me traía un regalo: un peine, una hebillita. Y no se sabe a cuántas gentes del barrio les regaló pesetas».
En esos tiempos Manuel deviene uno de los fundadores del 26 de Julio en Charco Redondo y lleva a escondidas otros «regalos» a su casa: cartuchos de dinamita para hacer sabotajes.
«Nunca me dijo nada —rememoró su madre en aquel diálogo. La tarde que partió para la Sierra, después del Día de las madres, estaba lloviznando. Él fue a cobrar, cogió la capa y no volvió más. Después nos enteramos que se había ido con 16 muchachos del pueblo de Santa Rita».
Todos esos jóvenes que partieron con el Isleño, agobiados por las lomas y zarzales, retornaron, pero él siguió ¡solo! hasta que el 2 de junio de 1957 contactó con los rebeldes.
Guerrillero atrevidoEn la Sierra, Hernández se convirtió en un señor guerrillero. Intervino en los combates de Pino del Agua, Las Mercedes, el ataque al cuartel de San Ramón y una garita en las inmediaciones de Manzanillo. Precisamente en esta acción fue herido en el rostro.
También participó en el enfrentamiento de las Vegas de Jibacoa y es un verdadero león en el rechazo a la ofensiva de la tiranía.
Todo ese historial contribuyó a que el Che lo ascendiera a teniente el 26 de agosto de 1958 y lo seleccionara para formar parte de la columna invasora Ciro Redondo. Luego recibió el grado de capitán y el nombramiento de jefe de la vanguardia de la tropa.
Manuel fue el primero en atravesar los pantanos de Cayo Toro, llegar a las montañas del Escambray y en numerosos hechos de combate. El triunfo revolucionario lo sorprende en un hospital de Las Villas, pues días antes había sido herido en la toma de Fomento.
Los pormenores de estas páginas no los conocieron sus familiares. Nené retornó a su tierra fechas después de la victoria con una larga melena. Allí lo esperaban los padres y su novia, María Victoria Sol, con quien tendría tres hijos.
«Esa vez —narró Nilda— vino en un jeep y la gente lo hizo bajar para escoltarlo. Esa tarde El Diamante completo se metió en la casa. Ahí fue cuando nos habló con gran admiración de su jefe: el Che».
A partir de ese momento visitó muy poco su hogar. Trabajó en la construcción de la ciudad escolar Camilo Cienfuegos, prestó servicios en el Ministerio del Interior, estudió en la Escuela Básica Superior de Guerra... Pero esas enormes responsabilidades no le menguaron el carácter chistoso.
«Una de las veces que estuvo por acá —relató Juana— traía un jeep y le dijo al padre: “Viejo, mira que carro más lindo traigo, ve, móntalo. Y cuando su papá fue a montarlo, le dio un corrientazo; así cogió a unos cuantos, ese jeep hizo historia».
BoliviaAl partir a tierras bolivianas Manuel tampoco dio pistas. «Él me dijo que iba a hacer un viaje de unos seis a nueve meses», refirió Juana.
Claro, Manuel no podía contar sus próximas aventuras, iba a una misión sigilosa y arriesgada y podía, como sucedió, perder la vida.
El 27 de noviembre de 1966 llegó a la guerrilla boliviana, en la que es bautizado con el seudónimo de Miguel. En aquella tierra volvió a ser, durante casi toda la guerra, el jefe de la vanguardia.
No por gusto es el nombre más mencionado en el Diario del Che (unas 120 veces). El Guerrillero Heroico llega a comparar su voluntad y fuerza con las de un cíclope. En varias oportunidades lo menciona como uno de los macheteros que abre el camino y el día 15 de marzo de 1967 anota que «Miguel tiene los pies hinchados».
Dos fechas antes ha reconocido su labor titánica: «Desde las 6:30 hasta las 12 estuvimos montados en farallas infernales, siguiendo el camino hecho por Miguel en un trabajo ciclópeo».
Aunque se intente, es imposible narrar cuánto más hizo este guajiro de El Diamante en aquellos parajes inhóspitos, especialmente en los meses finales de la guerrilla, cuando arreció la persecución.
Su muerte resultó un duro golpe para la tropa, que ya se resentía muchas otras pérdidas. Junto a él cayeron dos bolivianos de extraordinarias cualidades: Coco, de 29 años, y Julio, de 28, un médico graduado precisamente en Cuba. Miguel tenía 36.
Las palabras del Guerrillero Heroico, plasmadas en su Diario el 27 de septiembre de 1967, dicen cuánto valían estos hombres: «Nuestras bajas han sido muy grandes esta vez, la pérdida más sensible es la de Coco, pero Miguel y Julio eran magníficos luchadores y el valor humano de los tres es imponderable».
Reseña de héroes Roberto Peredo. Roberto Peredo era militante del Partido Comunista Boliviano. Su apoyo, como el de su hermano Inti, fue fundamental para crear el Ejército de Liberación Nacional de Perú, en Puerto Maldonado, dirigido por Héctor Béjar, y el Ejército Guerrillero del Pueblo, encabezado por Jorge Ricardo Massetti, en Salta, Argentina.
Poseía también un carisma especial. Se identificó con la Revolución Cubana desde su triunfo. También fue esencial su apoyo para crear las condiciones del proyecto internacionalista del Che en tierras bolivianas. Estos dos hermanos se incorporaron al Ejército de Liberación Nacional de Bolivia, donde Coco fue nombrado comisario político y asignado a la vanguardia. Manifestaron actitudes como cuadros revolucionarios y militares en la guerrilla guevariana.
Mario Gutiérrez Ardaya. El también boliviano Mario Gutiérrez Ardaya se graduó de médico en Cuba, donde fue un entusiasta militante de la Juventud Comunista. Regresó a su patria para incorporarse a la guerrilla, donde prestó sus auxilios tanto a guerrilleros como a soldados heridos.
Había sido dirigente estudiantil en el Beni, su departamento natal en Bolivia. En la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de San Andrés de La Paz llegó a ser representante de la Confederación Universitaria Boliviana ante la Central Obrera de esa nación.
Cuando trabajó en la Administración Regional de la Caja Nacional de Seguro Social lo seleccionaron secretario general de la directiva sindical, e integró el comité ejecutivo de la Federación Nacional.