Foto: Calixto N. Llanes SANTIAGO DE CUBA.— La calle San Pedro tiene muy buena memoria. Por eso, presurosa, espantó el bullicio y los colores de más de una semana de carnaval e hizo suya la solemnidad.
Es 30 de julio en Santiago, y el paso del tiempo no deshoja la tradición, entrañable y cercana, por el recuerdo de su hijo.
Otra vez la ciudad toda apartó sus rutinas. Estudiantes y obreros, retoños y abuelos, entre banderas y pétalos de rosas, se confundieron en un haz.
La misma multitud solidaria de hace 50 años renovó el paso llevando en hombros al legendario jefe del Movimiento 26 de Julio, al joven virtuoso y recio que hizo de Cuba su razón de vida; y a Raúl Pujols Arencibia, el leal compañero que cumplió su compromiso de protegerlo hasta la muerte... y a todos los mártires.
De nuevo ardieron las gargantas en un coro inmemorable de voces claras, voces roncas: «Revolución... Revolución... Revolución... Viva Fidel y el M-26-7». Encabezaron el abrazo, sus hermanos de lucha: los de siempre, y los seguidores de hoy.
Veintiséis cuadras completas. San Pedro, Martí, Crombet... continúan matando el silencio al final de la tarde. La abuela enjuga una lágrima, la adolescente suspira por el hombre que minutos antes de morir decía a la amada: «pienso en ti todo el tiempo...»; el joven que camina por primera vez enarbola un compromiso: continuaremos tu obra.
Como aquel funesto atardecer de julio, al clarear el día, otra vez las puertas de las casas cercanas a San Germán y el Callejón del Muro se abrieron a la historia. Esta vez para llevar las flores, a nombre de todo el pueblo cubano, y el deber de las generaciones del presente.
«Preservaremos la Patria nueva con la que tú soñaste», ratificó su condiscípulo de la Escuela Normal, Carlos Sarabia, desde la misma acera que le vio caer.
Minutos más tarde, en la Placita de los Mártires, sitio público de encuentro de revolucionarios, símbolo también de las generaciones de hoy, cincuenta jóvenes recibieron el carné que los acredita como miembros de la UJC.
De la mañana a la tarde, la jornada se hizo al homenaje. Se presentaron libros que hurgan en su legado y hubo flores en la casa natal de San Bartolomé 226, en la colina de Punta Gorda, ante la tumba de la familia País García, en Santa Ifigenia, multiplicada en la de los mártires del Moncada y el 30 de Noviembre, ante el recuerdo viril de René Ramos Latour, de los hermanos Díaz...
No hay ocaso para una estrella. Inolvidable para su ciudad natal, Frank País se ha convertido en una fuerza espiritual para los nuevos de toda la nación. La semilla sembrada «para (...) asegurar la felicidad de los hijos» ha germinado.