Si no hubiera caído combatiendo aquel 13 de marzo de 1957, hace medio siglo, José Antonio Echeverría cumpliría 75 años este 16 de julio. Estos dos acontecimientos nos motivan a la natural evocación. Tanto al combatiente en su inclaudicable postura como al dirigente en su amplia proyección. Pero aún más, al compañero y amigo cuya presencia se consolida con el tiempo.
¿Cómo no recordar el momento en que nos conocimos rondando ambos los 20 años de edad, el 15 de enero de 1953? Aquella mañana cuando los estudiantes llegaban a la Universidad de La Habana vieron profanado el busto de Julio Antonio Mella, situado en la plazoleta frente a la escalinata, que se había colocado en el lugar el 10 de enero al cumplirse 24 años de su asesinato en México.
Ese fue el detonante. Las aulas quedaron vacías. Las protestas se sucedieron una tras otra, hasta que la dirección de la FEU acordó bajar a la calle en nutrida e indignada manifestación, al grito de «la cabeza de Batista». Llevábamos solo nuestros puños como armas y como escudo, la bandera. Esa mañana, enardecidos y firmes, nos enfrentamos en una lucha cuerpo a cuerpo con las fuerzas represivas, en desigual confrontación.
En aquel desafío, cayó herido de muerte el joven Rubén Batista Rubio, para convertirse en el primer mártir estudiantil de esa época. El vandálico hecho sucedió a solo una cuadra del monumento que recuerda el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, ocurrido el 27 de noviembre de 1871, víctimas de la furia enloquecida de los voluntarios españoles.
Otros manifestantes heridos, golpeados y maltrechos, fuimos conducidos a los calabozos del Buró de Investigaciones. En aquellos momentos, me acerqué a un mocetón fuerte y vigoroso que con tanto arrojo y decisión había luchado en la contienda. Era José Antonio Echeverría.
Ese día, mientras guardábamos prisión, nació una amistad que llegó a ser muy fuerte, cimentada durante un arduo proceso de permanente rebeldía que José Antonio radicalizó. Ese era el imperativo de una etapa, en la que el estudiantado, con la fuerza de sus ideales, cambió la docencia por la lucha y el libro por el rifle, frente a una férrea dictadura, al servicio de poderosos intereses nacionales y foráneos.
José Antonio comprendió siempre que la bicentenaria Universidad de La Habana, con su destacada tradición de lucha y portadora de ideas, era un barómetro exacto, para medir las inquietudes populares.
Es difícil, en unas líneas, hacer referencia a José Antonio para situarlo en su verdadero rol histórico. Su biografía, aún por escribir, es un compromiso que debe contraer la Cátedra que lleva su nombre. Aunque José Antonio vivió como murió, peleando, no fue solo un hombre de acción. no fue solo un hombre de acción. No es posible desconocer, que tenía tanta fuerza en su puño como en su pensamiento. Amó la música, el cine, la pintura, el deporte. Amó la vida.
Como rasgo característico de su sobresaliente actividad y sensibilidad humana, siempre tuvo la sencillez de la grandeza.
Su actuación fue combativa, no solo contra la dictadura de Fulgencio Batista, sino también contra los males endémicos de la nación. Se destacó como martiano, antiimperialista e internacionalista.
En su breve existencia dejó un valioso pensamiento y fue muy precisa su concepción unitaria. Buscó en la lucha la unidad del estudiantado, tanto universitario, como el de la Segunda Enseñanza, las Escuelas Normales, de Comercio, Artes y Oficios y la enseñanza privada.
La unidad de las fuerzas revolucionarias fue su más alta preocupación, lo que demostró al firmar en 1956 la Carta de México, como Presidente de la FEU, junto al máximo líder de la Revolución, Fidel Castro.
Esta unidad se reafirma y tiene su mayor relieve en nuestros días, cuando en ocasión del aniversario 50 de las acciones del 13 de Marzo, conmemorado en el antiguo Palacio Presidencial, nuestro compañero Raúl Castro, abanderado de las primeras manifestaciones estudiantiles frente a la dictadura, hoy General de Ejército y Segundo Secretario del Partido, presidió y entregó en acto solemne el Sello Conmemorativo Aniversario 50 del Asalto al Palacio Presidencial y la Toma de Radio Reloj y el 85 Aniversario de la FEU, a los sobrevivientes de aquella audaz acción en la que perdió la vida la personalidad más importante del histórico combate.
Ante el recuerdo de su vigorosa existencia, los estudiantes de hoy, herederos de esa tradición, lo tienen como su Eterno Presidente; la juventud cubana como un ejemplo; el altar de la Patria le ha dado un laurel de inmortalidad a su recuerdo, y a sus compañeros de lucha, un imperecedero compromiso.
Hemos sido testigos de cómo históricamente la dirección de la FEU, en cada pase de lista de los mártires, al final de su relación, cuando se nombra a José Antonio Echeverría se hace un alto y todas las gargantas al unísono, alzando hasta el infinito la voz, responden: ¡Presente!
Llegue a la ciudad de Cárdenas, hasta su Casa Natal, hoy Museo José Antonio Echeverría, este ¡Presente! como homenaje del estudiantado y del pueblo de Cuba a su 75 cumpleaños.
*Presidente de la Cátedra José Antonio Echeverría de la Universidad de La Habana.