Carlos Rafael Rodríguez. Cienfuegos.— Un compromiso de lealtad tanto para los procesos que transitara, como hacia aquellos con quienes conviviera desde su niñez, le impidió a Carlos Rafael Rodríguez escribir sus memorias.
Explicó la aparente paradoja, arguyendo que ello le entorpecería para llegar a la implacable visión literaria que, según él, la engrandecería.
No obstante, hubiera sido un material precioso dicho libro hipotético, pues constituiría otro aporte de peso en el sentido de comprender mejor el recorrido de la línea de pensamiento político cubano en el siglo XX, del cual Carlos Rafael resultó uno de sus exponentes claves.
En las páginas de tal añorado volumen probablemente el intelectual revolucionario recogería la significación personal de la epopeya estudiantil del 30 de Septiembre, su paso del DEU al Ala Izquierda Estudiantil, su llegada y renuncia a la alcaldía de Cienfuegos, la inmersión en la lucha y el periodismo, el Partido Socialista Popular...
Mas, todo lo anterior es ilusorio, pues como le dijo a este reportero en una de las últimas entrevistas que concediera a la prensa, a tal empeño renunció por completo.
Pero eso en nada desanima a los admiradores de su obra y ejemplo personal que, como mejor analizan su figura es estudiando su legado revolucionario y su literatura, en tanto —aunque siempre lo negara por modestia— fue un gran escritor y no el «escribidor frustráneo» que se creyera.
Datan de finales del ‘20, cuando apenas mozalbete deplorara el totalitarismo machadista, los comienzos de esa obra revolucionaria puesta al servicio luego de la causa socialista de una nación a la que brindó su aporte inestimable en diversos frentes.
Lo mismo desde la dirección de periódicos y revistas, ministerios e instituciones, que desde la representación en misiones al exterior, o a través de su actuación relevante dentro de las principales organizaciones políticas y gubernamentales.
Recorrer su obra literaria, tan vasta como la anterior, presupone cierta disposición sensitivo-cognoscitiva, además de un pluralismo por su intención aprehendedora del mundo, la vida y las cosas.
Es que las afiladas letras de Carlos Rafael resumieron y rezumaron los jugos de una singular percepción humanista, filosófica e interpretativa de los procesos históricos, sociales, políticos, artísticos y hasta científicos y económicos de la humanidad.
En su abundante y regio periodismo puede confirmarse fielmente, por ello, el aserto martiano de que quien abrace tal profesión debe conocer «desde la nube hasta el microbio».
Tributario de muchas corrientes, en su pensamiento se despeñaron precisamente las aguas de Martí, pero también las de Unamuno y Gasset («también se aprende en el antagonismo», escribió), y Marx, Engels y Lenin en el vórtice.
Y en sus gustos literarios, en babélica y nutrida algazara, Shakespeare, Manzoni, Balzac, Bellow, Singer, Gorka, Günther Grass, Hemingway, García Márquez, mientras que en sus devociones humanas y políticas retumban los reclamos de su querido Fidel, Gandhi, Ho Chi Min...
La ética, el compromiso revolucionario, el rol de la juventud en la historia, el papel de la cultura en nuestra sociedad y otros enfoques de signo múltiple afloraron en las preocupaciones del autor de Palabras en los setenta.
Fue un hombre vasto, receptor de las máximas distinciones de su nación y de otros pueblos del mundo.
Poco quedó oculto a la indagación del cienfueguero Carlos Rafael, cuyo pueblo recordará hoy el aniversario 94 de su nacimiento —el 23 de mayo de 1913—, en acto multitudinario frente a la casa del revolucionario.
Ya a poco tiempo para su muerte, preso —en sus propias palabras— de esa «ancianidad inesquivable», mas orgulloso del tiempo bien empleado que lo condujo a ella, regresó hace más de diez años a esta su ciudad, como solía hacer.
Cienfuegos le rindió entonces, sin saberlo, el último tributo a uno de los hombres y las mentes más universales salidos de su vientre.