Una foto, una historia
Pudiera considerarse una pieza común. Un teléfono rojo, descascarado, pasado de época y casi inservible en esta era digital; quizás apto para alguna escenografía de época. Pero es especial y como tal ha sido subastado a precio que solo pueden pagar los poderosos… o los fanáticos…
Los indicios de esta supuesta moda retro apuntan, preocupantemente, a un revival del hombre y las doctrinas que llevaron al holocausto, un término que no solo debe aplicársele al pueblo judío en Europa, sino a los gitanos, a los comunistas, progresistas y homosexuales de Alemania, a los millones de soviéticos caídos en la guerra, a españoles, franceses y otras nacionalidades europeas, asiáticas, americanas y africanas, que murieron en la que se conoce como la II Guerra Mundial, el engendro bélico que parió el nazismo.
Ese teléfono de bakelita, modelo Siemens W38, tiene grabada en su reverso una inscripción junto a la imagen del águila nazi, el nombre de Adolph Hitler. El golpe de malleta de una casa subastadora en Maryland, Estados Unidos, que paró la oferta iniciada con cien mil dólares en 243 000 billetes verdes, también parece ser un golpe para sonar las alarmas.
La oferta a la casa Alexander Historial Auctions se hizo por teléfono y no se dió a conocer el nombre del o de los compradores del aparato, obsequiado a Hitler por la Wehrmacht, las fuerzas armadas unificadas de la Alemania Nazi que bajo sus órdenes pusieron en marcha la terrible plaga que asoló ese continente y extendió sus males a otros confines.
Según, las informaciones de la casa subastadora de Maryland, el teléfono —que acompañaba a Hitler en sus viajes en tren u otros vehículos—, fue encontrado en 1945 por soldados soviéticos en las ruinas del bunker de Berlín. Allí donde el dictador nazi pasó los últimos días de la guerra y supuestamente se suicidó junto a su amante Eva Braun.
También dijeron que oficiales del Ejército Rojo le regalaron el trofeo de guerra al brigadier Sir Ralph Rayner, un oficial británico que visitó el bunker unos días después de la caída de la capital del imperio nazi. Aunque no se conoce el nombre de los nuevos dueños, fue Ranulf, el hijo de Sir Rayner, quien puso en venta «el arma de destrucción masiva», como fue calificado el artefacto por Bill Panagopulos, de la Alexander Historial Auctions.
Se afirma que por ese teléfono Hitler ordenó la ejecución de su cuñado, el general Hermann Fegelein, acusado de traición, y el propio Ranulf (ahora con 82 años) reconoció —según publicara el diario británico The Telegraph—, que «este fue un instrumento de muerte de Hitler».
«Es una pieza muy siniestra, cuando usted piensa para lo que fue utilizado», agregó. «Pudo haber sido empleado extensamente para gritar órdenes brutales a aquellos que dirigían los campos de concentración y a sus generales en los campos de batalla», puntualizó Ranulf, quien también dijo: «es una lección que no podemos olvidar».
¿Por qué preocuparse con esta subasta? Pues no es la única, y de hecho se va despojando al Fuhrer de su verdadera faz. Por ejemplo, se habla de «Adolf Hitler, el artista» y también han sido vendidas pinturas y acuarelas que se le atribuyen.
Paradójicamente, la casa de subastas ocupada en una de esas ventas es la Weidler, que está en Nuremberg, Alemania, la ciudad donde las naciones aliadas durante la II Guerra Mundial, juzgaron a dirigentes, funcionarios y colaboradores del Tercer Reich, por sus crímenes contra la humanida.
Entre ellos, el Tribunal Militar Internacional —que fue creado por la Carta de Londres—, juzgó y sancionó a 24 de los principales jefes del régimen hitleriano que fueron capturados.
De pronto, en este sigo XXI, Nuremberg mostró «angelicales» paisajes urbanos de Viena dibujados por Hitler a comienzos de siglo…
Se sabe que un número de esas pinturas, recobradas tras la guerra, han sido subastadas por decenas de miles de dólares. Otras, ocupadas por el Ejército de Estados Unidos, están en poder del Gobierno de Washington.
Mein Kampf es un bestseller
«Resucitar» a Hitler se da en otras dimensiones. En Alemania se levantó la prohibición que existía sobre la publicación de Mein Kampf (Mi Lucha), el libro donde expresó su pensamiento e intenciones, dictado a Rudolf Hess, su secretario particular, cuando guardaba prisión en Landsberg por el fallido golpe de estado que el naciente nazismo había intentado en Munich en noviembre de 1923.
De 1925 hasta 1940 Mein Kampf vendió seis millones de ejemplares en Alemania. Durante su gobierno se instauró la costumbre de regalarlo a los novios en su boda, y en las graduaciones a los estudiantes. En 1945, al final de la guerra, se habían distribuido en Alemania aproximadamente diez millones de ejemplares y había sido traducido a 16 idiomas.
Han transcurrido 92 años de la primera edición de Mein Kampf y se convirtió nuevamente en el primer bestseller en Alemania entre los libros dedicados a la II Guerra Mundial. Ese interés se extiende a otros lugares y, según The Telegraph, es el cuarto libro más vendido sobre la historia alemana en el sitio web de Amazon en el Reino Unido, como también resultó favorecido en Francia.
El Instituto de Historia Contemporánea de Alemania sacó una edición académica con extensas anotaciones criticando la ideología expresada en Mein Kampf, y de 4 000 ejemplares publicados tras la veda, en 2016 se imprimieron 85 000 copias en seis ediciones consecutivas que fueron vendidas de inmediato a pesar de ser un libro voluminoso de más de 2 000 páginas y tener un precio nada bajo: 59 euros.
Aunque los medios no quieren presentar ese éxito de venta como un resurgimiento de la extrema derecha alemana o que se tenga con ello la intención de rehabilitar el texto profundamente racista, hay un interés sobre el libro en el que Hitler expuso las ideas de ganar el espacio vital hacia el este, especialmente en Rusia, sus pensamientos de que los enemigos del mundo eran el comunismo y el judaísmo y el presentarse como el Übermensch, el superhombre.
El año pasado, en Italia, donde Benito Mussolini acompaño al Fuhrer con su doctrina fascista, se produjo un escándalo político cuando un periódico de extrema derecha, Il Giornale —propiedad de la familia del ex primer ministro Silvio Berlusconi—, publicó miles de copias que distribuyó gratuitamente en una edición de fin de semana del diario.
Sin embargo, algunos han mostrado su preocupación, como Florian Sepp, el bibliotecario estatal de Bavaria, quien dijo que Mein Kampf era «demasiado peligroso para el público en general», citaba The Telegraph.
Hay un evidente auge de las ideas de la extrema derecha en el viejo continente y las circunstancias de una crisis migratoria —creada en buena parte por las guerras provocadas por los intereses estadounidenses y de la OTAN en el Medio Oriente y el Norte de Africa—, contribuyen a la extensión de la xenofobia, el racismo, el sindicar a los musulmanes como «terroristas».
El panorama sociopolítico y económico puede ser caldo de cultivo para el renacimiento de viejas ideas. Se levantan muros, en Estados Unidos, vergonzosamente en Israel contra los palestinos, en no pocas fronteras de Europa… ¡Alertas hombres y mujeres!, alguien pudiera querer conectar el viejo teléfono rojo de las órdenes siniestras.