La tecla del duende
A las nueve de la noche, los residentes y visitantes de La Habana antigua responden a la pregunta de un cañonazo. Esa respuesta es una referencia horaria, una evaluación del volumen, una broma, el comienzo o final de alguna actividad en casa o fuera de ella. Y el cañonazo no falla: día tras día fragua su ceremonia en un pequeño espacio, para enviar un sonido que trasciende nuestras vidas.
Sin embargo, desde hace días hay un Cañón, así con mayúsculas, que ha salido a batallas desconocidas. El rastro de los proyectiles no conduce a ninguna parte. No hay fragmentos de mecha o pólvora, ni hilarantes frases regaladas para delatar su paso por algún sitio de Cuba.
Cuando se habita en el corazón de los amigos, es difícil extraviarse. Pero la presencia física, mientras resulte posible, se agradece por los más cercanos. ¡Cómo quisiera estar «al pie del cañón» junto contigo, en esta difícil hora! ¡Cuánto quisiera escuchar en tu voz una de esas estampas criollas, como la que te bautizó!
Pero no hay señales de ti. Y cada noche, mientras el cañonazo cumple su rutina, me recuerda que se ha extraviado un amigo. Uno inmenso; uno de tanta gente que recuerda el disparo certero, cuando se ha extraviado el rumbo.
Este sábado tendremos tres actividades protagonizadas por nuestros lectores. En Holguín, la Casa de la Prensa acogerá desde las diez de la mañana un homenaje a los padres fundadores, a los padres del presente y a los del futuro, estos últimos encarnados en niños que celebraron recientemente su Día Internacional de la Infancia.
También a las diez de la mañana habrá una expedición de tecleros capitalinos al proyecto Soñarte, en el municipio de Cotorro. Honraremos a los padres, hermanaremos propósitos y estableceremos alianzas con los creadores cotorrenses.
Ese mismo día a las tres de la tarde, los ocurrentes en Las Tunas se citan en la antesala del homenaje paterno. Las madres no escaparán del agasajo, en una combinación de paternidad y maternidad responsables y conjugadas.
A veces cojo la cama / porque me duele un riñón, / me palpita el corazón, / tengo dolor en los huesos/ y a pesar de todo eso / ¡me siento como un cañón! Fragmento de estampa declamada por Iván Pérez Sera, «Cañón».