Los que soñamos por la oreja
Una de las cosas que les admiro a los metaleros cubanos es que ellos se creen de verdad lo que hacen y, por tanto, lo defienden contra viento y marea. En mi opinión, ese grado de convicción en la propuesta asumida, muchas veces no se produce de igual modo en otros roqueros de por acá. Una de nuestras bandas que, como sucede con la mayoría de las de metal, sus integrantes sí están convencidos de cuál es su historia y se proyectan de manera consecuente con ella, es Ánima Mundi, de los contados grupos que entre nosotros se mueven en la corriente progresivo sinfónica.
Con algo más de diez años de existencia y tras publicar en 2002 a través del sello italiano Mellow Records su ópera prima, el CD Septentrión, la tropa encabezada por el guitarrista Roberto Díaz y la teclista Virginia Peraza volvió a la carga y, en noviembre del pasado 2008, la disquera francesa Musea Records les puso en circulación el álbum Jagannath Orbit. Si en su primer fonograma Ánima Mundi apostaba por una suerte de neo-prog, rock sinfónico y progfolk con algo de música celta, el segundo disco de la agrupación se decanta completamente por un sonido dentro de la más pura tradición del rock sinfónico, heredero del legado de grandes del estilo como Yes y The Flower King.
Una de las cosas que hoy más alegra a quienes confiamos en Ánima Mundi desde sus comienzos, a contrapelo de saber que el circuito cubano ha sido poco o nada propicio para llevar adelante un trabajo como el de ellos —dado que el rock sinfónico o el progresivo nunca ha estado entre los estilos favoritos de nuestro público—, es comprobar la tremenda aceptación que a escala internacional está recibiendo Jagannath Orbit desde su aparición. Prueba de ello son los elogiosos comentarios que el fonograma ha generado en prestigiosas publicaciones especializadas en países como Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Polonia o Japón. Para que se tenga una mínima idea, a continuación reproduzco fragmentos de las traducciones de dos de esas reseñas:
«Jagannath Orbit es en nuestro criterio uno de los álbumes más buenos de rock sinfónico de estos últimos años, porque nada está allí calculado, porque el grupo se entrega sin refrenamiento, con una sinceridad, talento y entusiasmo». (Philippe Arnaud: Harmonie Magazine, edición no. 64, Francia).
«Original de Cuba (¡increíble pero cierto!), esta formación muestra un talento que arriba a una madurez completa, ofreciendo a nuestros seducidos oídos un progresivo sinfónico fundamentalmente al estilo de los años 70, a saber ambicioso, melódico e imprimiendo una gran alegría al tocar». (Olivier Pelletant: Cosmos Music, Francia).
Jagannath Orbit abre con el tema We are the Light, impresionante composición de Roberto Díaz y que dura casi 18 minutos, con preciosa línea melódica y abundancia de pasajes sonoros que hacen evocar piezas memorables de álbumes como Tales from Topografic Oceans y Fragil, de Yes. Este corte, armado con variaciones a manera de apoyatura para el canto del formidable vocalista Carlos Sosa, deja a las claras que el alto vuelo instrumental será la clave del CD, en el que también intervienen los bateristas Ariel Valdés y Osvaldo Vieites, el bajista Yaroski Corredera, así como los músicos invitados Anaisy Gómez (clarinete, gaita, recorder), Javier Mauri (percusión, recorder), Donna Betancourt (fagot) y Jacobo García (didgeridoo).
En las otras seis composiciones, un elemento común es el elaborado trabajo guitarrístico y de teclados. Cortes como Toward the aventure, There’s a place not faraway (excelente balada con solo de guitarra para tener en cuenta), Rhythm of the spheres (instrumental de fuerte aliento épico) o Sanctuary (el tema de mayor energía y con la buena influencia de Marilllion), hablan por sí solos de la calidad que puede registrar el rock de factura nacional.
Con producción de Roberto Díaz, grabación de Gustavo Duchesne y Virginia Peraza, esta última también responsable de las mezclas y del pre-máster, solo le señalaría al álbum que por momentos la voz del cantante queda un tanto abajo en relación con el sonido, lo cual no empaña el resultado final del disco de Ánima Mundi, catalogable ya como todo un clásico del rock en Cuba.