Los que soñamos por la oreja
Segunda entrega en solitario de Osamu Menéndez Santana, quien se mantiene como guitarrista en la nómina del otrora muy popular grupo Havana, pero que desde hace ya varios años también lleva adelante su propia carrera independiente. En el álbum, titulado Rock con sabor y que sale al mercado a través del sello EGREM, se da continuidad a las líneas de trabajo expuestas en la ópera prima del músico, Ven a mi vida.
Si en su primer fonograma Osamu intentó no apartarse del todo de la propuesta de Havana, y en tal sentido incluso regrabó algunos temas del repertorio de la aludida agrupación, ahora ya se desmarca por completo del quehacer de la banda encabezada por Iván Latour. Así, en este CD de reciente aparición, Menéndez Santana pone énfasis en lo que pudiera nombrarse como la franca y llana gozadera, con lo que a través de los cortes del álbum prevalece un sentido lúdico, tanto en el orden de los textos, como en la manera musical en que los mismos son expresados.
Contentivo de 11 piezas, por una parte en el disco se registran canciones compuestas por Osamu o en colaboración con nombres como los de José Alabre y su colega de Havana, el bajista Jorge Luis Barba (por error en el material publicitario que acerca del CD aparece colgado en el portal electrónico de la EGREM, a este último se le ha confundido con el trovador José Luis Barba) y por otra, encontramos versiones a composiciones de varios autores.
En la primera vertiente, nos hallamos ante cortes que intentan una rápida comunicación con las audiencias, a partir del manejo de riffs pegajosos, coros de fácil repetición y letras demasiado simples para mi gusto, pero que están hechas así ex profeso con miras a captar la atención de cierto tipo de público más enganchado con lo bailable que con lo reflexivo. Es el caso de ¡Ay qué rico!, Chaca chaca en la azotea, Conmigo vas a volar (tema con una pincelada de música electrónica) y Mueve tu cuerpo. En la propia arista de dar a conocer material propio, aparecen piezas reposadas, como Tú me salvas, Dame una razón (hermosa en su línea melódica) y Somos sueños, impactante composición y con mucha entrega en su interpretación a dos voces.
En la segunda línea o vertiente del fonograma —para mí la de mayores aciertos—, Osamu nos propone su particular modo de versionar temas de otros creadores, como acontece en los casos de La candela, de Juan Formell, trabajo muy logrado en la reapropiación de una pieza originalmente concebida en otro género y que aquí es traída a los aires del rock, hasta con un solo de guitarra, que en el corte echa mano a la sonoridad del wah, muy popular efecto durante los 60 y 70, pero que en el presente reverdece laureles.
Otra sobresaliente versión es la que se hace al clásico Fever, renombrado en español Fiebre, de Eddie Coole y John Davemport, que tiene una intro adaptada a los aires latinos pero que después asume un toque más roquero, gracias a los riffs guitarrísticos y a un «caliente» solo del instrumento de las seis cuerdas, así como por obra de un eficiente desempeño del teclado con timbre de órgano y que va desgranando frases cortas en contracanto a la voz solista. No voy en tren, de Charly García, y Mujeres divinas, de Martín Urieta, las restantes versiones del fonograma, resultan piezas a las que Menéndez Santana les impregna su personalidad musical, con destaque en especial para su adaptación de Mujeres divinas. Tal clase de revisitaciones es un rasgo distintivo del quehacer de este artista, que lo diferencia de la mayoría de sus contemporáneos en la escena cubana, que no son dados a interpretar material que no sea propio.
Con producción del mismo Osamu y diseño gráfico a cargo de Carlos Tonatiuh, en el disco se incluyen dos videos. Híbrido en el que se mezclan elementos de rock, pop y toques característicos de la música bailable cubana, este es un álbum que, si bien no tiene grandes pretensiones (no siempre hay que trazarse altas metas al acometer la grabación de un fonograma), es de la clase de CD que se ponen a todo volumen en una fiesta para guarachar de lo lindo, y no hay que olvidar que esa también es una de las funciones de la música.