Los que soñamos por la oreja
Desde joven aprendí a buscar formas para sanarme de mis neurosis sin tener que apelar a la ayuda de especialistas ni mucho menos a psicofármacos. Uno de mis remedios ha sido aferrarme a la música del argentino Luis Alberto Spinetta, de quien poseo casi la totalidad de su producción editada oficialmente (incluso, tengo algún que otro material pirata) y a quien acudo como un eficiente antídoto contra mis desajustes mentales, sobre todo en tiempos donde los h.p. están a la orden del día y a los que la poética del discurso artístico del Flaco Spinetta se da el lujo de derrotar.
Como creador, Luis Alberto es alguien que se ha proyectado sin que para nada le haya importado el mercado y quizá por ello, a 40 años de carrera, continúa mostrándose en imponente forma artística. Su obra en conjunto está marcada por un espíritu sereno e introspectivo, que busca en las esencias de la música sin establecer fronteras entre géneros y estilos, al margen de que el rock y el jazz sean la base de la que él parte para sus composiciones. Con predilección por arropar sus temas con un acompañamiento austero, yo diría que lo que más me cautiva de su quehacer es la belleza de las melodías diseñadas por Spinetta, apreciable en piezas como Muchacha ojos de papel, Kamikaze y Crisantemo, escritas con 30 años de diferencia entre ellas.
Igualmente, me maravilla el clima de atmósferas que él ha logrado tejer en el repertorio de las distintas formaciones que ha encabezado (Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade y los Socios del desierto) y al frente de las bandas que ha armado para que lo respalden, ensambles donde ha primado el énfasis en el funcionamiento colectivo antes que el destaque personal de este guitarrista y cantante, dueño de un singular timbre y de una peculiar forma de fraseo. Su música resulta en extremo variada y libre de los reglamentos asociados al rock. Por ello, puede partir de una intención muy intimista, para ir subiendo en intensidad y potencia, hasta apelar a las clásicas distorsiones y estiradas de cuerda que son características del discurso rockero.
Para quienes entre nosotros desconocen la trayectoria de Luis Alberto Spinetta, les diré que él debuta en 1967, con el grupo Almendra, una de las bandas pioneras del rock nacional argentino. El primer disco de dicha formación, aparecido en enero de 1970, hoy continúa siendo escogido en numerosas encuestas como el mejor álbum de rock producido en Argentina. Y es que piezas como Ana no duerme, Color humano, Plegaria para un niño dormido y la ya citada Muchacha ojos de papel, pertenecientes a aquel histórico fonograma, conservan toda su belleza y parecen haber sido hechas en los días que corren.
De entonces a acá se han sucedido más de 30 producciones discográficas. Me es imposible mencionarlas todas y solo apuntaré algunas. Así, tras la experiencia de Almendra y de trabajos como solista, vendría la aparición de otra banda muy significativa en el rock argentino, Pescado Rabioso. Es un proyecto que persigue ofrecer un sonido de mayor fuerza y de acento bien roquero, idea plasmada en el disco Desatormentándonos, donde destacan los cortes Dulce tres nocturno y Blues de Cris.
Le sucedería un segundo acetato, el álbum doble Pescado 2, también valorado como uno de los puntos culminantes de la historia del rock nacional en Argentina. El último trabajo de la agrupación fue Artaud, que en realidad es hecho por Spinetta y algunos músicos invitados, pues para la fecha ya el grupo se había separado. El tercer emprendimiento grupal de Luis Alberto sería Invisible, que nos dejaría tres LP, entre ellos el maravilloso material El jardín de los presentes, y que contiene esa joya que es Durazno sangrando.
A nueve años de su separación, se rearma Almendra y en plena dictadura, consigue unir a dos generaciones en sus conciertos. De esa etapa se registran tres discos, que dan paso a lo que en los 80 fue Spinetta Jade; y en los 90, Los Socios del Desierto. Con una copiosa discografía como solista, lo más reciente son los CD Obras cumbres y Pan, editados en el 2006 y que, como toda la obra de Spinetta, me sirven contra los males de este mundo.